Gitano cuní, José Ignacio Sánchez Mejías, nace en Sevilla, el 9 de octubre de 1917, hijo de Ignacio Sánchez Mejías, matador de toros, y de Lola Gómez Ortega, hermana de los «Gallo». Desde que ve la luz se encuentra entre ambiente taurino, culto y literario. Su padre, que abandonó la carrera de medicina para dedicarse al toreo, tuvo inquietudes literarias, manteniendo una entrañable amistad con el grupo de poetas de la Generación del «27», escribiendo para el teatro. En Madrid estrenó, en 1928, su drama Sinrazón y en Santander la comedia Zayas. Muerto Ignacio Sánchez Mejías, a causa de la fatal cogida, el 11 de agosto de 1934, en la Plaza de Manzanares, causada por el toro «Granadi­no», de la ganadería de Ayala, su hijo decide ser torero.

            No encuentra dificultades el joven José Ignacio para llevar a cabo su decisión de ser torero, pues las relaciones de su familia con todas las gen­tes del toro, como se dice en el argot, son superiores. A los 19 años, forma pareja con Juan Belmonte Campoy, hijo del gran Juan Belmonte García, lástima que su carrera torera sufriera un parón por la Guerra Civil. Corre el calendario de 1936, por el mes de julio la vida española queda interrum­pida. En el ruedo hispano está el toro de la guerra, toro difícil de lidiar por su embestida brutal, con divisa de sangre y pólvora. Pasados los primeros momentos de la contienda incivil, José Ignacio Sánchez Mejías logra tore­ar festivales, novilladas, y de esta manera va haciéndose torero. Pone genio a cuanto realiza a los bureles con plasticidad y armonía, aunque justo de valor, ha de dominar su miedo. Fácil y espectacular banderillero, siempre suele buscar colocar los pares al sesgo, citando desde el estribo de la barrera. En Sevilla toma la alternativa, el 13 de Abril de 1941, concedida por Pepe Bienvenida con Pascual Márquez de testigo y toros de don Fran­cisco Chica. El toro de la ceremonia de nombre «Tahonero», número 33, es negro zaino.

     La confirmación en Madrid no se hace esperar, el 22 de mayo de 1941, se la otorga Marcial Lalanda, ante Pepe Luis Vázquez, con toros de don Ali­pio Pérez Tabernero. El primero de su lote y del ritual, de nombre «Cucha­rero», negro, está marcado con el número 42. Esta salida al ruedo madrile­ño pone en evidencia su nervioso y desigual valor, demostrando que está en el toreo más por tradición familiar que por otro motivo. Su última corri­da la torea en Madrid, el 2 de mayo de 1943, en la que se lidian toros de don Francisco Chica y alterna con «Cagancho» y Paco Casado.

Hecho torero a la fuerza, sin lograr superar el miedo, que vence cada día como puede, el tiempo ahoga en un mar de agonía su sueño de ilu­siones, si las tuvo alguna vez. Retirado de los ruedos en 1944, decide dedi­carse a los negocios taurinos, como medio de vida.

     En los viajes muestra siempre prisa por llegar al punto de destino, y en el obligado alto en el camino que se hace para reponer fuerzas, habi­tualmente pide para comer un huevo frito.  Tan reiterada costumbre llegó a conocimiento de toda la torería andante, y se quedó con el mote de «Huevo frito». Cuando rompe a torear Jaime Ostos, es su apoderado. Des­pués gestiona los destinos toreros de Victoriano Cuevas Roger «Valencia», Pedro Martínez «Pedres», Curro Romero y Antonio Chenel «Antoñete». Apoderando a éste, falleció en Lima, víctima de un infarto de miocardio, el 2 de noviembre de 1966. Su cadáver, trasladado a Sevilla, recibió sepul­tura en el mausoleo del cementerio de San Fernando, para el que Maria­no Benlliure esculpió un hermoso grupo escultórico en bronce, donde reposan los restos de su tío José Gómez «Joselito» y de su padre Ignacio Sánchez Mejías.

 

Estaba escrito y fue…

«La vida para ti no ha sido hastío,

sino un gran espectáculo de amor.

La vida para ti no ha sido estéril

pozo, sino el oasis del desierto.

La vida para ti no ha sido ocio:

ha sido una aventura en tierra libre».