Toros de Domingo Hernández (1º, 2º, 3º y 6º) y Las Ramblas (4º y 5º), escasísimos de trapío y muy flojos. Con clase el 4º -aplaudido en el arrastre- y pitos para el 1º y el 5º.

 

Enrique Ponce: Pitos y vuelta.

José María Manzanares: Ovación y saludos.

Daniel Luque: Oreja y silencio.

 

Enrique Ponce dio cincuenta y dos -52- pases a su primero, un pinchazo hondo y tres descabellos. Muy mal la cuadrilla de Ponce en el que abrió plaza.

Su segundo toro – Jamás, nº 2, de 500 kilos- salió con el cuerno derecho rajado a la altura de la mazorca y con un varetazo en el anca derecha. Ya estaba así en los corrales. Tras el primer buen par de Tejero se aculó en tablas y nos temimos lo peor, pero Ponce le aplicó toda su tauromaquia y fue capaz de sacar agua de un pozo seco a base de una técnica prodigiosa, evidentemente sobre la mano derecha. Escuchó un aviso y estuvo muy mal con la espada.

 

Con el primero de Manzanares parecía comenzar en serio la corrida, series de naturales y derechazos bien rematados por ambos pitones y aprovechando el valor de la querencia a las tablas. Mató de un pinchazo arriba y un feísimo bajonazo haciendo guardia. Con este accidente, quedó el maestro muy contrariado entre barreras.

Temple del bueno y serenidad con su segundo, toreándolo al natural a las primeras de cambio. Sin embargo el pitón bueno era el derecho y por ahí intentó el lucimiento, dándole aire y marcando muy bien las pausas. El toro apenas tenía recorrido y terminó rajándose. Estocada, dos descabellos y un aviso. Saludó desde el tercio.

 

Daniel Luque toreó a su flojo primero en los medios, dando los pases de uno en uno y aguantando una barbaridad porque el animal se le quedaba debajo y sin finalizar la suerte. El sevillano mostró su mejor juego de muñeca y estuvo muy inspirado y valerosísimo. Remató la faena con unas bernadinas ajustadísimas y una gran estocada que hizo rodar al toro sin puntilla. Fue premiado con una oreja.

Con el que cerró plaza no pudo rematar el triunfo porque su sosa embestida impidió cualquier posibilidad de lucimiento. Lo mató de una estocada trasera, el público pidió la oreja con bastante intensidad y el presidente no la concedió por no ser mayoritaria. Sin embargo, tras esto nadie aplaudió al diestro… ¡cosas del público!

 

En general, lamento que ninguno de los espadas interviniese en su turno de quites y también la fea costumbre que existe en esta plaza de arrojar las almohadillas al ruedo al término del festejo.