Artículo de Fernando García Bravo. Escalera del Éxito 202

Le parecerá mentira al lector, pero la entrega de trofeos (orejas y rabo) no se legalizó hasta 1962 quedando inserto en el artículo 68 del Reglamento  que fue el primero de forma general reguló el tema de los “galardones” a conceder a los espadas. Hasta entonces los reglamentos anteriores ni otros más antiguos hacían mención de tales premios que la costumbre estableció como “ley” en las diferentes plazas.

Como curiosidad recordamos que el otorgamiento de orejas y otros apéndices es lo que queda de la antigua costumbre de regalar el toro al lidiador que se había lucido con él.

Ello suponía un premio económico importante que podía, incluso, superar los honorarios pactados.

Antaño al espada que triunfaba o cuando el éxito coronaba el arrojo, como caso excepcional el torero recibía en premio a su hazaña el toro que había muerto, cortándole la oreja y dándosela al matador, lo cual no era una mera formula como hoy sucede, sino que se cumplía el mandato real, por que hay que advertir que solo cuando asistía el Rey y por mandato suyo tocaba conceder o no a los matadores las reses muertas por ellos.

La primera referencia registrada nos la aporta Antoine de Brunel, un francés que estuvo en nuestro país en 1655, en su escrito sobre una corrida que presenció en Madrid describe <<Un mozo dio un golpe tan fuerte [con la espada] que le alcanzó entre los cuernos, hiriéndole de tal forma que hizo sangrar a borbotones. Después de esta hazaña mandó pedir el toro al Rey, quien se lo concedió>>.

Esta costumbre de la concesión de la res a los toreros estuvo en boga hasta el primer tercio del siglo XIX, siempre con ocasión de funciones reales o extraordinarias, cuando los honorarios de los matadores no ascendían a más de 2.400 reales, y era obligación que el contratista de la carne abonara su importe, que era distribuido entre la cuadrilla, dinero que más tarde desembolsaba el Ayuntamiento o Casa Real

Desde 1850 comenzó la evolución en el toreo, los espadas aumentaron sus honorarios, desapareciendo otras  costumbres, como el regalo del vestido de torear, y quedó reducido el honor de cortar la oreja sin emolumentos. Desde entonces fueron rarísimas las que se concedían, pues, conocedor el público de lo poco que aquello significaba, se limitaba a premiar con aplausos las faenas de los diestros cuando estos ejecutaban trabajos que se salían de lo vulgar.

Al matador José Lara “Chicorro”, de la época de “Lagartijo” y “Frascuelo”, le corresponde el mérito de ser el último torero que tuvo el honor de haber cortado una oreja y que le dieran  el toro como premio a su buen trabajo con él, y todo ocurrió en la recién estrenada Plaza de Toros de la Fuente del Berro, en Madrid.

Era el día 29 de octubre de 1876, y en tercer lugar se lidiaba el toro “Medias Negras”, berrendo en negro, botinero, capirote y bien puesto, perteneciente a la vacada de Benjumea. “Chicorro” con extraordinaria limpieza le dio el salto de la garrocha, brindando al palco real, que estaba ocupado por el Rey Alfonso XII y los Príncipes de Sajonia Weimar. Enseguida se fue al toro y le arrancó la divisa, subiendo al palco regio y ofreciéndosela  a los Príncipes.

Cuando bajó a la plaza y en medio de una estruendosa ovación colocó tres pares de banderillas, arrojándole multitud de sombreros los espectadores. Con la muleta ralló a gran altura, matando de una entera a volapie, después de un pinchazo.

El público entusiasmado, empezó a solicitar que le concedieran la oreja, llenándose la plaza de pañuelos y el Presidente, por voluntad del Rey, ordenó que se la entregaran y que le dieran el toro.

La que es considera la primera oreja cortada “oficialmente”, fue a parar a manos de Vicente Pastor. Este acontecimiento tuvo lugar en la Plaza de Toros de Madrid el día 2 de octubre de 1910 y el diestro realizó la hazaña ante el toro “Carbonero”, de Concha y Sierra, toro que fue condenado a banderillas negras. Después de una colosal faena y de un gran volapie, produciéndose el delirio en el público, agitando pañuelos, accedió el Presidente a la demanda del respetable.

Hoy, regulado en el artículo 84 del actual Reglamento, podemos considerar que la concesión de las orejas es exclusivamente democrática (una manifestación más del carácter cívico de la Fiesta). El Presidente viene vinculado por lo que pida la mayoría flameando sus pañuelos.