Artículo de Fernando García Bravo. Escalera del Éxito 202

En los finales de la temporada de 1908 se inició un enconado pleito entre ganaderos y toreros llamado “El pleito de los miuras”. Un grupo de toreros de fama capitaneados por Ricardo Torres Bombita –hacer constar que Ricardo negó que él fuera el promotor del pleito, achacándoselo al banderillero Manuel Blanco Blanquito– acordaron pedir la suma de diez mil pesetas, o sea doble cantidad que de ordinario, en todas la corridas que lidiaran reses de la popular y temida ganadería de Miura, por la sencilla razón que de los toros de don Eduardo ofrecían mayores dificultades para la lidia por ser más peligrosos que otras vacadas.

Los matadores que se unieron a Bombita fueron Rafael González Machaquito, José Claros Pepete, Manuel Torres Bombita III, Tomás Alarcón Mazzantinito, Manuel Rodríguez Manolete, Rafael Gómez El Gallo, Antonio Segura Segurita, Vicente Pastor, Antonio Moreno Lagartijillo, Cástor Ibarra Cocherito de Bilbao, Juan Sal Saleri y Cayetano Leal Pepe Illo, constituyendo una sociedad con el nombre de Unión Taurina -la prensa lo calificó como “trust” contra los toros de Miura- y en acta notarial suscrita por los toreros asociados acordaron no torearlos si no es a doble precio.

En el documento, los firmantes obligan a toda Empresa que pretenda celebrar corridas con toros de la ganadería Miura los honorarios que figuran en la cláusula (a), que a la sazón indicaba: “[…] Para los [toreros]  de primera categoría diez mil pesetas; para los de segunda categoría, ocho mil pesetas y para los de tercera categoría, seis mil pesetas”.

Este documento levantó el consiguiente revuelo, no solo entre los empresarios, si no entre los aficionados.

La prensa tomo partida comentando y dando noticias del asunto casi a diario mientras duró el litigio. Periodistas, prestigiosos toreros retirados, empresarios y los personajes más dispares de todos los ámbitos aparecían  en entrevistas y artículos haciendo comentarios y dando opinión, divididos en “miuristas” y “antimiuristas”.

Lo que se pretendía, además, era poner freno a los abusos de los ganaderos de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia, consorcio que aglutinaba a los ganaderos más importantes, que perseguía actuar como un cártel e imponer los toros  de sus socios, en condiciones fijadas por ellos, a los empresarios y toreros. A los empresarios que compraban toros de ganaderos no afiliados se les ponía una multa de 1.000 pesetas, y mientras no pagaran, los miembros de la Asociación no les vendían sus animales. También se les prohibía que contrataran a los toreros que quisieran vetar a algún ganadero de la Asociación de Criadores.

Aunque el blanco principal de este tipo de presiones era la ganadería de Miura, que usaba la “leyenda trágica” para vender más toros y obtener más de 13.000 pesetas por “unas reses con las que es imposible generalmente el lucimiento […], y lo que más molestaba era el notable aumento de los toros de Miura comprados por los empresarios, que veían llenarse las plazas al anuncio de los toros de don Eduardo.

En este estado de cosas se celebró el 20 de diciembre una reunión en Madrid en el domicilio del presidente de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia, señor duque de Veragua y a la asamblea acudieron los más destacados ganaderos, cerrando filas en torno a Miura y decidieron pasar al ataque acordando no dar toros a las empresas que contratasen a los espadas que formaban el “trust”.

En febrero de 1909 se llegó a un acuerdo y se arbitró la formula que los toreros, que midieron mal sus fuerzas, renuncien a su propósito de exigir mayor estipendio por lidiar las reses de Miura, ni de ningún otro ganadero, y los ganaderos borren de las condiciones que imponían en sus contratos en aceptar o rechazar determinados toros.

Pero manos hábiles, hicieron antipatías la pretensión de los espadas Bombita y Machaquito. Estos fueron las cabezas de turco y perdieron la “batalla de los miuras”.

Así fue el conocido episodio del “Pleito de los miuras”, uno de los sucesos que  más polvareda levantó. Al ganadero se le hizo una gran propaganda y los toreros, cuando se presentó la ocasión, siguieron lidiando toros de la legendaria ganadería de Miura

[1] El Imparcial, 14 de noviembre de 1908. Carta firmada por Bombita y Machaquito