Novillos de variado comportamiento, como correspondía a sus distintas procedencias, el más completo resultó ser el que abrió festejo, del hierro de Garcigrande, que aunque podamos lamentar que saliese tan pronto en el orden de lidia, tuvo el mérito de dar el rumbo adecuado a la tarde. El  de mejor pelea en varas fue el de Robert Margé, pero fue a menos después de un vibrante primer tercio .   El Miura fue el garbanzo negro del encierro, descastado solo propició la mejor estocada de la tarde que le propició su matador. Los demás astados, sobrero incluido, fueron perfectamente analizados por el diestro arlesano que se llevó al esportón ocho orejas, las dos últimas de sobrero quizás excesivas.

Román Pérez se encontró en primer lugar con el Garcigrande, de suaves y nobles arrancadas al que cuajó gustándose en dos tandas por el derecho, antes de concluir por trincherazos y cuadrar al novillo para pasaportarlo de atravesada y estocada definitiva. (Aviso y Oreja).

Atropellado en un quite se mostró firme y técnico frente al Cebada Gago corrido en segundo turno, en un trasteo esencialmente cimentado por el lado derecho a un novillo que humillaba y tomaba bien la franela. Estocada hasta la bola y dos descabellos   (Oreja)

El novillo de Margé embestía con la cara alta y tiraba gañafones, en un par de ocasiones los pitones rozaron el cuello del torero. Tres pinchazos, media y descabello. (Silencio).

El cuarto, de Miranda de Pericalvo salió muy mermado de un largo puyazo de Gabin Rehabi. Una lástima puesto que el novillo tenía calidad y Román Pérez tuvo que acoplarse a las circunstancias e administrar una faena de muleta sin obligarlo, rematando su labor con dos series de naturales ejecutadas de frente con mucho temple. Finiquitó a su oponente de media, descabello. (Oreja tras aviso).

 Al ejemplar de García Jiménez que hizo quinto, le instrumentó un inicio de trasteo con muleta con gran determinación y detalles de clase, pero la labor que, pudimos notar, fue a menos al igual que el novillo salmantino. No fue óbice para que el público solicitara y consiguiera el doble trofeo para el novillero después de pinchazo y entera, sonado un aviso.

Salió el Miura, con un pitón izquierdo defectuoso y que no pudo ofrecer más que el soberbio volapié con el que le despachó Román Pérez, y que le valío cortar un nuevo trofeo.

El sobrero de Miranda de Pericalvo que regaló el diestro flojeó de remos. Decidido el torero a poner broche de oro a su encerrona, se fajó con él y vio recompensado su arrimón con dos orejas después de matar al novillo de pinchazo y media definitiva.