Jiménez Fortes vio silenciada una gran labor frente al cuarto, como pasa a muchos novilleros, por el fallo con la «toledana». Escuchó silencio en ambos.

El mexicano Angelino de Arriaga lució con el capote y anduvo firme y sereno en el trasteo, pero nuevamente la espada privó de tocar pelo. Silencio y saludos fue su balance.

Emilio Huertas se llevó el gato al agua en una tarde donde el acierto con los aceros hubiera abierto las puertas del coso de Laguna. Tras silenciarse su actuación frente al primero de su lote, salió dispuesto desde el recibo al sexto,  y prosiguió en el último tercio con grandes tandas por ambas manos, y manoletinas para cerrar su labor. Un trasteo que se vio enturbiado en parte  por el pinchazo en todo lo alto, antes de cobrar una buena estocada. Una solitaria oreja en una tarde en la que los astados permitían algo más.