En la actualidad echo en falta en la coletería andante, la torería que desprendían las figuras de otros tiempos, como si de un aroma embriagador se tratara. Lógicamente en la fragancia, se fusionaban sin separación posible, amor y pasión, superación y ambición, gestos y gestas, y, personalidad y ego, en definitiva, un fuerte compendio sensorial que dotaba a las viejas figuras de una popularidad seductora. Esta aureola la lucieron con fuerte atracción maestros como, Lagartijo, Frascuelo, Espartero, Guerrita, Reverte, Fuentes, el Gallo, Joselito, Belmonte, Sánchez Mejías, Cagancho o Manolete. Aún recuerdo cuando el maestro Curro Romero confesó en el programa Clarín, su irremediable retirada. La sincera confesión invadió su timbre de voz de una profunda emoción de pesar, revelando que el veterano faraón de vuelos mágicos, se angustiaba de dolor por el inminente fin del sino de su existencia. Ese sentimiento torero fascinó en otras épocas, a intelectuales, músicos, pintores, escultores, escritores, actores, actrices, autoridades de diferente ideología y como no, a un nutrido y efusivo número de aficionados que llegó a dividirse de forma candente, entre tal o cual torero, creando una pasión que hoy en día desafortunadamente no existe.