A
1ª corrida de
7 toros de Xajay, bien presentados, salvo el segundo de reserva, -de regalo, veleto y esmirriado-, que dieron juego muy dispar, destacando por su bravura y fijeza el 2°. Pesos: 531, 484, 475, 471, 485, 490 y 501 kilos.
ENRIQUE PONCE (Sangre de toro y oro). Silencio; aviso y silencio; dos avisos y bronca mayúscula.
FERMÍN SPÍNOLA (Azul turquesa y oro). Dos avisos y pitos; silencio.
DIEGO SILVETI (Burdeos y oro). Vuelta al ruedo; aviso.
Para asombro de muchos –y gozo de algunos-, Enrique Ponce ha tenido un muy desafortunado inicio de temporada en México, había fracasado en Querétaro, Pachuca y Zacatecas y con el ganado de la vacada queretana de Xajay, de prosapia en esta plaza y con el mayor número de reses corridas en la misma, se esperaba que pudiera dar un giro, en la que debe ser ya una de sus últimas temporadas. Pero no sucedió tal cosa, sin éxito en sus dos cajones se lanzó por el clásico “regalito”, segundo reserva, sin el trapío que corresponde a esta plaza, mismo que sorpresivamente había sido aprobado por el juez, que ahora estrena asesor en la persona del hijo de Don Pedro Vargas. Tan pronto apareció el morlaco, la gente se encendió y pidió justificadamente su sustitución, el juez se hizo ojo de hormiga y comenzó la bronca, se tapizó el ruedo de cojines, buena parte del público abandonó la plaza ¡!!!; otra, se disparó en una bronca fenomenal que revela sin duda, que la afición capitalina no está dispuesta a que se le siga engañando con toretes propios de ferias provincianas en donde abundan.
Cuando la bronca estaba en su mayor momento, Ponce perdió la compostura y también su natural serenidad y se disparó con la espada, pinchando cuatro veces y descabellando once, recibiendo dos avisos y un reproche muy vigoroso de la afición capitalina, que sin duda se debe extender al juez que permitió semejante afrenta y también al ganadero que no previó que en esta plaza el toro de regalo está incluido en el menú dominical. Además, no olvidemos que en fecha de inauguración, si bien son muchos los aficionados que están allí, ávidos de ver su espectáculo favorito, es también la ocasión para que artistas, políticos, chalanes y gorrones, -como se llaman en México-,se planten en los sitios de privilegio, esperando que la cámara televisiva recoja la sonrisa de las damas que les acompañan y, animadamente participan en una fiesta que no entienden
Pero vayamos entonces a la parte seria del espectáculo que culminó, al inicio, con la hermosa lección del aventajado joven de Guanajuato de dignísima estirpe y pronto aprendizaje en los ruedos españoles que confirma en las mismas plazas de su tierra: Diego Silveti.
Enrique Ponce, en su primero, “Artista”, sardo, cárdeno obscuro, enmorrillado, le instrumentó bellas verónicas que remató con una media, despertando esperanzas; su picador recargó y la cabalgadura se fue al suelo, quitó con chicuelinas lentas y de mano baja que destilaron arte, rematando con una larga. Brindó a todos. Pronto la res mostró debilidad y un lado izquierdo imposible y el sabio maestro lo comprendió y lo obligó sólo a los pases necesarios. La res sin bravura se agotó pronto, por allí asomó un buen detalle con la muleta lánguida que confirmaba que el socio no colaboraba; abrevió, instalándose en la suerte contraria para dejar tres cuartos ligeramente caída y una ovación que era más, una esperanza. Su segundo, “Siempre Alegre”, negro, bragado, astiblanco y asaltillado, mostró extraños en
En cuanto a Fermín Spínola, que el año pasado había recibido su Navidad con un rabo, se enfrentó primero a “Tipazo”, negro zaíno, enmorrillado, de bonita estampa al que buscó fijar con la capa sin lograrlo. El bicho se tardó en ir al caballo y empezó a denotar falta de bravura, el del Estado de México le dio varios delantales y una buena rebolera pero la res era sosa y había que poder con ella y dominarla primero, la técnica de Fermín no se pudo ajustar, quizá además porque la res exigía otra vara. Dio algunos naturales bien facturados y templados y se decidió a torear por la derecha, mostrando su clase pero el bicho se rajó, el público se molestó y él decidió terminar en la suerte de recibir, llevándose un golpazo bárbaro en el que su enemigo bailó un jarabe sobre él, dejándole con contusiones en el rostro, un fuerte golpe en la costilla y una cornada en el escroto. Recibió dos avisos, pinchó y finalmente mato de un bajonazo. Con la golpiza a cuestas y valor evidente se enfrentó a “Don Juan”, tocadito del izquierdo, negro, astiblanco, bragado, el que fue duramente castigado. Instrumentó un quite por fregolinas y luego otras bellas suertes del capote. Mostrando voluntad por agradar puso un buen par de banderillas al quiebro. El toro se desplomó y concluyó con pitos y tres cuartos de estocada a un toro que se rajaba y no mostró la calidad del hierro de Xajay.
Diego Silveti, triunfador de la tarde, se enfrentó primero a “Bonachón”, un negro entrepelado de magnífico trapío al que recibió con cuatro verónicas y una media que pusieron de pie a la clientela después de que rematara con una rebolera, todo a pie firme y con la clase de
La corrida se inició veinte minutos tarde por el homenaje que se le dio al recientemente fallecido matador