Jesús Rodríguez, aquel fotógrafo recordado y que murió hace años por estas fechas, tenía más gramática parda que nadie, filosofía popular y eficaz para dar y exportar. Me gustaba su conversación y me decía al darnos cuenta de que esto del toreo iba para abajo:

“Ricardo, el problema es que la mujeres no paren toreros. Toreros buenos. Sin ellos no hay nada que hacer.”

En la crisis galopante, en la que cada día perdemos algo, este es uno de los grandes problemas, no sé si el primero porque todos tienen ya tal importancia que es muy difícil valorarlos por importancia y jerarquía. Pero éste es de aúpa.

Si hubiera un Manolete o un Cordobés (o dos, una pareja buena) la crisis se notaría bastante menos. Llevamos 15 ó 20 años con los mismos, que aburren aunque sean muy buenos. No tienen apenas tirón. Estoy seguro –y es una opinión personal- que si en el Real Madrid o el Barcelona jugaran los mismos durante 20 años, si eso fuera posible porque la edad deportiva no perdona, iría poquísima gente al fútbol y los estadios estarían prácticamente vacíos. Hay que tener novedades y que sean buenas, variedad, para que el público acuda.

Y es verdad que las mujeres ya paren muy pocos toreros buenos. Y, si los paren, la situación no los deja llegar. Con un Manolete o un Cordobés el pueblo volvería a las plazas. O con una pareja con atractivo. O con una baraja de toreros buenos realmente nuevos, cuatro o cinco.

Es cada día más difícil, lo sé. La tauromaquia flor y nata flojea y aburre y prácticamente no existe la tauromaquia de la cantera de la que deben surgir. Tenemos una Tauromaquia A, la de las grandes y medianas plazas que apenas se sustenta, y está desapareciendo la Tauromaquia B, la de los pueblo de toda la vida que daban vida, sí, y nuevos toreros al escalafón. En el primer circuito apenas vemos a los novilleros que pueden decir algo y en los circuitos del pueblo puro cada vez hay menos oportunidades de hacerse y despegar. Futuro, pues, peliagudo.

Sí, es verdad que tenemos la crisis económica que azota y nos deja sin respiración. Las malas entradas no son sólo pruebas de que la afición desciende, que es verdad, sino de que no interesa. En la época del hambre, se dice que se vendían los colchones para ver a Manolete. En la crisis previa a Manuel Benítez “El Cordobés” las plazas no se llenaban y fue aparecer el de Córdoba y abarrotar siempre y en todas partes, toreando 100 corridas o más si hacía falta y siempre llenando, incluso acompañado de dos rellenos.

¿Alguien ha pensado que el fenómeno actual de las dos o tres apariciones anuales podría hacer algo de esto?. La realidad es que desde El Cordobés no ha habido ningún torero de masas, ninguno. Y estamos hablando de muchos años, demasiados.

En el fútbol, cuando no va nadie, partido de Copa Recreativo (de 2ª) contra Levante (de 1ª) con unos 700 espectadores, dicen que es por falta de gancho. Y las eliminatorias entre los de 2ªB y los grandes de 1ª sólo hubo grandes entradas en Cartagena y Játiva porque iban Barcelona y Real Madrid. Lo demás ruina o casi. Si no hay grandes atractivos, la gente desaparece.

En los toros además tenemos el problema del toro. Los toros del gran aburrimiento, de algunas ganaderías que piden siempre los toreros de arriba, ninguno con fuerza taquillera, ninguno, y que salvo dos o tres vacadas más regulares en el toro moderno, cada día más mexicanizado, aburren. Son las ganaderías que echan de diez sólo una corrida buena de las llamadas ahora así y las otras 9 de bostezo, de las que aniquilan a la gente, pero la buena es cantadísima por los llamados informadores, que contribuyen a que la gente deserte de las plazas porque les dan por buenas cosas que les han aburrido absolutamente.

No hay emoción en muchas tardes porque esos toreros de muchos años de alternativa están instalados en la comodidad –si es que se le puede llamar así a ponerse delante un toro, el que sea- pero que no dicen nada al público tantas tardes.

Añadan a los antitaurinos (enemigos talibanes de la corrida) y a los animalistas (que quieren a los de cuatro patas más que a sus padres). Y a los que cada día inculcan a los niños el amor a los animales como bien supremo sin mezcla de mal alguno. Es una corriente que vemos en la tele que ignora siempre a los toros pero que en series de éxito –incomprensible que gusten tanto a una sociedad podrida como la española- da patadas en el estómago al toreo.

En “Aída” un tal Chema despotrica de los toros cada vez que puede y en alguna ocasión ha echado de su mesa a uno que decía que era novillero insultándolo de mala manera. Este es el panorama. Y estoy hablando de uno de los actores fundamentales de la serie de ficción que lleva años en pantalla. Aparecen enemigos por todas partes.

Y así tenemos el panorama desolador de Colombia, en alguna plaza prohibida y en otras tantas cerradas sin un festejo. Y lo que acaba de suceder en la otra feria de Quito, en la que suprimieron la última corrida con un buen cartel por los fracasos de algunas de las anteriores. Y lo que está pasando en México que ya plantean prohibiciones y donde la mayoría de las entradas en Insurgentes son patéticas. Y la bajada del toreo en Venezuela. Y en Perú que los pocos que dicen la verdad señalan a la feria del Cristo de los Milagros como la peor de los últimos 30 años, con toros de risa y precios astronómicos. ¿Qué está pasando aquí?

Tenemos también a los otros antitaurinos (los taurinos profesionales, los peores, los más peligrosos, los que quieren acabar con esto) que siguen avaros más que avariciosos, que no mueven un dedo para arreglar los problemas, que dejan que todo siga degenerando hasta supongo que desaparezca, que se cambian las plazas y son siempre los mismos y que nos tienen hasta la coronilla. Ni se preocupan porque surjan toreros nuevos ni aprietan a las figuras para que salgan del circuito del toro del gran aburrimiento, aunque sea muy grande en las grandes plazas.

Bueno, pues todo esto, pero todo, se arreglaba ahora con un Manolete y un Cordobés. Arrasaban a los toros aburridos, a los antitaurinos enemigos de la corrida, a los antitaurinos taurinos profesionales y a la crisis económica. Y mandaban a su casa a unos cuantos que sestean y hasta se creen figuras sin serlo ni de lejos.

¡Que salga uno, por Dios!.¡Aunque sea sólo uno! Como los dos Manueles de Córdoba.