«¿Por qué me prohíben ejercer?», se preguntó hoy este médico en una sentida y sincera entrevista con EFE, en la que se definió como «español, catalán y taurino», trilogía que según él «está pasando por un momento de profunda tristeza». Veinte años de preparación van a quedar en la inutilidad, ya que no me van a dejar trabajar como cirujano de esta especialidad dentro de mi Comunidad», advirtió Sierra. «La democracia -dice el médico- se asienta también en el respeto a las minorías. Y la afición al toreo, suponiendo que sea minoritaria en Cataluña, que no lo es, merece respeto. Por eso siempre pensé que sería imposible, pero la prohibición está al llegar».

 

Nostálgico, y visiblemente afectado por la medida aprobada en julio del pasado año por el Parlamento catalán, Enrique Sierra quiere ir más allá en la reivindicación que hace de la tauromaquia como «una cultura milenaria, netamente mediterránea, que entró en la península por Cataluña y Andalucía en el Neolítico».

 

«Pues bien, ahora -se queja- no tienen en cuenta ni la cultura ni sus reminiscencias, ni otras connotaciones de gran peso también social, económico y medioambiental. Cataluña ha aportado, y aporta todavía mucho al toreo, y viceversa».

 

En su opinión, «van a sacrificar nuestra historia y presente con hipócritas argumentos de único trasfondo antiespañol, y todo en un momento, que sí habría que reconocer también es de suma debilidad en esta Comunidad». El médico duda y reconoce a la vez porque «no procede analizar ahora y aquí las causas que desembocan en la prohibición, o quizás sí, pero sería entrar en un terreno de confrontaciones políticas que en estos momentos no son aconsejables».

 

«Lo cierto es que se trata de la culminación de un plan ya iniciado por el gobierno catalán de la transición de los 80 que, ‘segando la hierba’ bajo nuestros pies con progresivas prohibiciones, ha conseguido su propósito», denuncia el doctor Sierra.

 

«Lo paradójico es que para conservar votantes, con fines exclusivamente electoralistas, han excluido de la prohibición a los tradicionales ‘correbous’, con sus sangrías, muertes e invalideces en los jóvenes que entran al juego», todo lo cual hace decir al médico que «protegen más al toro que al hombre».

 

Otra reflexión más: «los aficionados, amparados en unas firmes creencias democráticas, nunca pensamos que en ese marco se pudiera prohibir un fenómeno de aceptación mundial, reglamentado y legal en ocho países del mundo, generador de riqueza, de felicidad y momentos inolvidables, de cultura, inspiración para otras artes y en evolución por si misma en sus partes técnicas y de ejecución».

 

El doctor Sierra tiene muy claros sus argumentos para defender el toreo, «porque es arte. Y arte es aquello que al verlo complace e invita a ejecutarlo, lo que no está al alcance de todos.

 

El toro bravo existe para ser el protagonista de ‘la Fiesta’ y acomete porque su casta se lo pide. Se crece al castigo y lucha hasta la muerte, y sobrevive en muchas ocasiones a través del indulto como premio a su bravura».

 

La duda que le queda al médico de la Monumental barcelonesa es si el Parlamento de Cataluña tenía atribuciones para prohibir o para reglamentar. Y de ahí su pregunta: «¿cómo pudo prosperar una ILP ilegal en ese aspecto?». Sus últimas palabras, después de no disimular tanta contrariedad, fueron para «reafirmar la esperanza de que, más tarde o más temprano, todo volverá a estar como antes. La confianza en su restauración no nos la harán perder nunca», y para ello advierte que «quietos no nos quedaremos»