Artículo de Jorge García Romo

Desde hace algunos días atrás, en horas de la madrugada, miramos a través de la Televisión Española, los encierros de Pamplona, durante las fiestas de San Fermín; y, cosa que no ocurría antes, miramos también, lo más destacado de la corrida misma. Ocurre que, desde hace muchos años, a las 24h00 (hora de Ecuador) y, en directo, podemos conocer los pormenores previos a cada encierro, con entrevistas a personalidades del mundo del toro bravo, a autoridades de la ciudad, a los médicos que el día anterior al encierro atendieron a golpeados, heridos y corneados y, sobre todo, a muchos extranjeros que, sin importar de donde vengan y, muchos de ellos, sin tener nada que ver en este maravilloso mundo, son parte de los días especiales que conllevan estas tradicionales fiestas.

Cuando dan a conocer las novedades de las casta de cada encierro, nos damos cuenta de lo que significan para la mejor de las fiestas pero, sin embargo, no siempre salen de acuerdo a los pergaminos de su raza, ya que, solo se puede observar, el tamaño de los astados, las tremendas cabezas de muchos de ellos y, fundamentalmente, lo peligrosos que son y, el por qué, han sido seleccionado por los organizadores. Una es la fiesta que tienen durante toda la semana de San Fermín los corredores delante de los toros y, una total totalmente diferente, la que tienen los que miran el encierro, sean los que ocupan los balcones o están tras las barrera de las calles y, los que como yo, miramos a la distancia, a través de la televisión.

Pese a ello, se puede entender la pasión que sentimos todos los taurinos, a los que nos gusta esta encantadora fiesta, que involucra directamente, al toro bravo, ese maravilloso animal que todos amamos y respetamos tanto. El miedo lo tenemos todos pero, mucho más, como es lógico suponer, aquellos que están cerca a los astados que, como todos conocemos, pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte, solo en segundos. ¿Cómo se puede entender, que un argentino y un japonés corran delante de un toro? o, ¿qué un argentino vaya a participar en esta fiesta del toro bravo, para pintar lo que es ese animal maravilloso y, colocarlo a lo largo de algunas cuadras por donde se realiza el encierro? Lo que sí se puede mirar y, con gran envidia, en países como el mío, a los niños “jugando al encierro”, con “animales” (cabezas de toro) colocados en carretillas, en medio de su enorme satisfacción, de sus padres y, de todas sus familias.

Todo lo que estoy escribiendo, lo ven los millones de televidentes en todo el mundo. Unos, como los taurinos, porque es parte de la fiesta misma que tanto amamos. Otros, porque les llama la atención lo que están viendo. Y, finalmente otros, que sin gustarles, hacen lo que los taurinos queremos de todos los habitantes de este planeta, que la respetan, ya que, eso es lo que se hace, cuando existe libertad para todos.

Parece que es fácil el decirlo pero, para muchos, muy difícil entenderlo. Más aún, cuando vivimos una época, donde predominan las ideas propias de la “estupidez humana”: por parte de los animalistas, los anti taurinos y, desde hace pocos años, lamentablemente, por parte de los gobiernos socialistas o de izquierda, que creen que todo lo saben, pero  que, son enemigos de la tauromaquia y hablan sin conocer lo que es este arte maravilloso, peor aún, sobre el significado de respeto y libertad, todo ello, debido a sus reducidas mentes. Lo que sí es cierto, es que durante esta semana en Pamplona, se viven unas fiestas de San Fermín, encantadoras. Que estas fiestas existan eternamente, y que, Dios reparta suerte.