Se llamaba José, pero todos le conocían por su peculiar apellido: Uruburu, y era más cordobés que muchos con apellidos característicos de su tierra.

 Amaneció hoy, 23 de mayo de este complicado 2020, un día triste para el mundo peñístico cordobés por su fallecimiento. A primeras horas de esta mañana, que debía ser alegre por ser fecha en la que siempre alborea la celebración de nuestra feria de la Salud, recibí la noticia, desgraciadamente clavada en el alma desde hacía varios meses, cuando le fue diagnosticada la traicionera enfermedad que ha acabado con su vida.

Los primeros en notificarme el fallecimiento: José Luis Cuevas y Juan de Dios Martínez Tena, presidente del veterano “Club Taurino Calerito”, del que Pepe Uruburu García era su mano derecha, como secretario que fue muchos años, así como presidente de dicho Club, en 1992 y 1998, dedicación, por la que, en 2018, recibió el “Potro de Bronce”, galardón que concede la Federación de Peñas cordobesas, como premio a la constancia y dedicación en bien de una entidad federada.


Fuimos amigos desde la infancia, y asĂ­ me lo demostraba cada vez que nos veĂ­amos en algĂşn evento o coincidĂ­amos tomando unas copas en su Club. – “Mi DominguĂ­n”- me decĂ­a echándome el brazo apretadamente por encima y recordando cosas de la bonita niñez que vivimos en plena juderĂ­a cordobesa (casa con casa), en la calle Romero; la suya frente a lo que fue “la Colmena” y la mĂ­a frente al primitivo “Caballo Rojo”, por lo que, entre nuestras familias, habĂ­a una relaciĂłn muy cercana y afectiva.

Eran otros tiempos; años en los que la vida era muy diferente, en la que, los chavales, disfrutábamos de otra manera; más sana y entrañable, y más libre que la que viven los

chavales de hoy, por mucho que los enemigos de la libertad se empeñen en hacer ver que ellos han descubierto hasta la pólvora; los que vivieron aquellos tiempos infantiles me darán la razón. Uruburu era genial. Hijo de José y Rosalía, un matrimonio excepcional. El padre, enamorado de su trabajo de grabador, por el que era conocido a muy altos niveles; Rosalía, una verdadera Santa. Pepe tuvo un hermano, que nació unos años antes él, pero murió a los pocos meses, por lo que Pepe no lo llegó a conocer. Esa falta de compañía, la suplía con los amigos del barrio: los hermanos Rafael y Antonio López Llorente. A Antonio le llamábamos “Popes”; era el más pequeño de la pandilla y no pronunciaba bien su apellido; decía “Opes” en vez de López, y de ello surgió “Popes” como le llamábamos los demás: mi hermano Paco; Antoñín Fernández Moreno, el hijo de Milagros, tantos años al frente del estanco de la calle, Eduardo Lucena; los hermanos Melgarejo, Rafa y Juan de Dios; Rafael Alonso, hoy ATS y componente de la Tertulia “Tercio de Quites”, y Rafael Zurita, entre los que más bregábamos por el barrio. Otro buen tercio, pero más joven, era Paquito Cabello, hijo de Rafael Cabello “Minguitos”, familia que regentaba el mesón “Los Califas”, en plena judería, centro neurálgico del mundo flamenco cordobés en aquellas fechas. También hacía ya sus pinitos con su buena voz, el hijo de Castejón: José Luis Castejón Madero “Josefo”, amenizando las misas de la iglesia de San Pedro Alcántara, y más tarde por aquellos mesones de la judería cordobesa, siempre por afición, con sus aires de Huelva: “Altos pinos tienen piñas, si tienen piñas, piñones; la mujer que tiene amores…”; una de las letras clásicas en él.

 

                                           

 

 

 

 

En aquel tiempo, Uruburu, algo mayor que nosotros, era el líder de la pandilla. Valiente y decidido. Jugábamos casi todo el día en la calle, los fines de semana y las demás horas de ocio, después del colegio, pues no había los peligros de hoy: de tráfico, de maleantes etc. Por lo que los chavalillos campeábamos a nuestras anchas. Uno de nuestros lugares cotidianos era la huerta que había en lo que hoy son los estanques frente a la estatua de Séneca, en la puerta de Almodóvar, huerta que conocíamos como la “Huerta del Quinta”, donde había un estanque de agua; allí pasábamos muchas horas, andurreando por los troncos de los árboles cortados y tumbados que allí había; tirábamos chifletas al agua y demás ocurrencias que surgían. Otras veces nos íbamos a coger almezas, castañas, moras, dátiles, piñones… Pepe conocía los lugares para disfrutar de lo que la naturaleza ofrecía, porque entonces el campo no tenía las barreras que hoy tiene.

 

InauguraciĂłn de la nueva sede del Club Calerito, calle Juan de Torres, 16 de noviembre 2016


Uruburu nos invitaba todos los años por su santo; íbamos al cine y solía comprar tres paquetes de tabaco: Chesterfield, Bisonte y Reno mentolado, por lo que por aquellos días dejábamos los cigarrillos de matalahúva. Yo nunca fui fumador pero vacilaba alguna que otra vez. Otra de sus aficiones era alquilar uno de los triciclos que se exponían en el ensanche frente a “Casa Anguiano”, entre las calles, Saravia y Barroso. Era un atleta, a pesar de no ser deportista, pero tenía buen fondo y era muy ágil de piernas; saltaba como un gamo. Allí que nos subíamos en la batea del triciclo con Uruburu a los pedales, y nos paseaba por media Córdoba. En la plaza del Cardenal Salazar, que hacía esquina con su casa, jugábamos a la “Una, mi mula, a las dos la coz…”; a “Sevilla eléctrica”, y a algunos juegos más de los de entonces; muy lejos aún de los ordenadores, de la TV y de los móviles, pero éramos felices. Más tarde, el toreo de salón, los escarceos toreros…, pero él nunca fue aficionado práctico. La vida nos marcó caminos diferentes. Tiempo después, cambié de barrio de residencia, al afincarse mi familia en la Avda. Obispo Pérez Muñoz (Hoy Ollerías), frente al chimeneón de Carbonell. Luego, en mis años de profesor en Montilla y Porcuna (Jaén) donde varios de ellos residí, perdí mucho contacto con Córdoba y aquel entorno de la infancia. El mundo taurino nos volvió a unir, desde que formé parte de la Federación Provincial Taurina. Siempre que coincidíamos en los eventos y actividades, recordábamos las vivencias de aquellos años y los peculiares personajes que conocimos entonces. Tenía, Uruburu, mucha ilusión con mi libro sobre “Calerito”, pues casi siempre ejerció de anfitrión con “Geni”, la hermana menor del torero cuando visitaba el Club, pero llegó el Coronavirus y todo se paró. Quise adelantar un ejemplar para él. Anduve los pasos, pero se adelantó el fatal desenlace. Sabía que lo habría disfrutado, porque el capítulo del Club contiene muchas fotos en las que nos lo recordarán, como una de las “almas mater” del mismo, junto a otros directivos y personalidades de su tiempo. Nuestros encuentros en la sede de Marroquíes o en la actual de Juan de Torres, terminaban siempre en la barra de algún rincón de Santa Marina o en su cercanía, con copas y tapas de despedida, entre recuerdos del Club y de nuestra infancia. Él, como siempre, rumboso, al extremo de que tenía que escabullirme y cogerle las vueltas para lograr invitarlo, aunque fuese una vez.

Peculiar y único Uruburu. Con su pelo cano y sus ojos celestes, atalajado de traje y corbata tenía prestancia y esa clase que no se aprende. Bien podía pasar por financiero norteamericano o actor de Hollywood. Ha dejado una legión de amigos en el mundo peñístico cordobés, pues tenía la noble y buena educación que le inculcaron sus padres, la sabiduría y el don de gentes que en él fraguó la judería cordobesa de entonces, donde convivía el arte, la alegría y la picaresca.

Casado con Pastora Pinto López, padre de dos hijos: el varón, José, casado con Carmen, y padres de dos varones. Del matrimonio de su hija María del Carmen, casada con Ignacio, nacieron dos hijas, por lo que Pepe gozaba ya de dos nietos y dos nietas, junto a Pastora.

A todos ellos, desde estas líneas, nuestra más sentida condolencia, así como a sus compañeros de directiva del Club, socios y demás amigos.

Descansa en paz, amigo.

 

 

 

Domingo Echevarría 

Fotos: Framar, Luna, Cuevas y archivo de EchevarrĂ­a

 

 

 

 

 Uruburu, José Tomas, Domingo Echevarría y Vicente Amigo

 

 El juli ganador de la oreja de oro del Club Calerito

 

 

 

 Uruburu le hace entrega a Javier Conde de la oreja de oro del Club Calerito

 

 

 Echevarría, Paco Camino, Pepe Toscano y Uruburu

 Reyes Mendoza Recibe la oreja de oro del Club Calerito

 

 Uruburu, El Benítez y Garbanzo 

 

 El Zorro recibe la oreja de oro del Club Calerito del Presidente Juan de Dios Tena y su secretario Pepe Uruburu

 Rafael Tapias, Geni Y Uruburu, Caballo Rojo

 

 Luis Rodríguez y Pepe Uruburu

 

 

 

VĂ­ctor Abad, recibe la oreja de oro del Club Calerito