A la muerte de Juan Pedro Domecq Núñez de Villavicencio, la ganadería se dividió en lotes para cada uno de sus hijos. Una de esas partes, en concreto la que correspondió a su hijo Pedro, el tío Perico, tenía aún mucha proporción de la sangre veragüeña, que comenzaba a ser absorbida por elementos del Conde de la Corte y Mora Figueroa. Esta parte en la que aún se podía ver la variedad policroma de los antiguos ‘veraguas’, fue vendida a Luis de la Calle, quien mas tarde se despredió de la vacada para venderla a Antonio Jiménez. Este último fue quien la transmitió al bodeguero portuense José Luis Osborne Vázquez que llevo la ganadería a lo máximo y la hizo de las predilectas de las figuras.

 

Hoy en manos de su nieto, Emilio Gonzalez San Román Osborne, la ganadería lucha por volver a donde solía. Hoy los toros de Osborne tienen un hábitat distinto al tradicional de “Bolaños”. En plena sierra de Sevilla en la finca “Puerto Acebuche” donde sus terrenos sinuosos muy distintos a las praderas gaditanas y que les han hecho ganar algo que se les acusaba carecer, de fuerza. Toros hondos, musculados, bien hechos y muy ofensivos por delante. De capas variadas, chorreaos, mulatos, coloraos, negros, berrendos y sobre todo el característico ensabanao.

 

 

 

 

 

 

 

Reportaje de Salvador Giménez