Tengo que confesar que me alegra no encontrarme con noticias taurinas en los medios de comunicación. Eso significa que Enrique Ponce no ha sufrido una cogida grave, que la familia de Ortega Cano sigue en Zaragoza o que los del G-5 no han vetado a la empresa de Madrid. Claro que en estos días, medios que habitualmente le dedican seis páginas al partido que el equipo de fútbol del lugar ha perdido en su campo, han tenido la delicadeza de destinar media página y una foto en colores a la reaparición de José Tomás en la plaza de Juriquilla, a más de un centenar de quilómetros de México capital, con una capacidad de 4 mil espectadores y en la despedida de un amigo, de cuyo historial profesional tenemos muy tenues noticias por estos lares. Había también corridas en Madrid y en  Sevilla, pero de lo que ocurrió en estos dos cosos de primera categoría, ni una sola línea. Es una forma de entender la importancia de la noticia. En casi todos los programas del mediodía de la TV. E. salen a relucir personas que tienen o tuvieron relación con toreros, con “Paquirri”, su hijo Rivera Ordóñez, “Espartaco”, Ortega Cano o “Jesulín de Ubrique”. Pero, de toros, “ni un amparo”, que decimos en algunos lugares de Aragón. No es nuevo y siempre el torero tuvo su morbo social: Pedro Romero con la duquesa de Alba, “Costillares” con la de Osuna, Goya, las majas y las cupleteras, “Tragabuches” y su crimen por celos,  los Gómez y los Ortega, Rafael y la Pastora, José y su cuñado Ignacio y “La Argentinita”, Mazzantini y la Sarah Bernhardt, el pañuelo de la novia de Reverte, los “Litri” y la boda del padre con la novia del hijo, Manolo, las aventuras del “Papa Negro”, la boda de Gaona con la amiga de Don Alfonso, Juan Belmonte que se casó en América porque de lo contrario se tenía que volver a España a nado, Luis Miguel, la italiana y su prima, “Manolete”, el héroe vencido por el amor, y otras muchas historias más o menos divulgadas que no tenían la transcendencia y cotidiana difusión de lo que tienen hoy en día.

Hoy se habla y escribe muy poco de toros y mucho de política y de chismorreo. Y a los toreros hay que respetarles desde la perspectiva de su responsabilidad profesional. Muy señores míos. Lo que sucede es que, en algunos casos, esos respetados caballeros buscan su continuidad en otros escenarios que no tienen nada que ver con la “candente arena”. Por eso ahora Ortega Cano purga con prisión su mala suerte en la que la definitiva y  trágica estuvo de la otra parte y se le añade la morbosidad por su presencia habitual en el escaparate social. No es nuevo. Hace unos años, un caballero fue condenado a cárcel por algún acto poco ético y, cuando salió de la prisión, fueron a esperarle a la puerta de la cárcel hasta sus caballos. También los políticos, banqueros o empresarios han montado sus numeritos a la entrada o salida de los establecimientos penitenciarios. Ahora, hasta los jueces quieren ser famosos. Fray Luis de León, preso, volvió a su cátedra y así inició su discurso: “Decíamos ayer … Ayer yo hablaba de los novilleros que codilleaban, de que el buen banderillero iba andando hacia el toro, no levantaba los pies del suelo, sí los brazos hasta la frente, no al cogote, clavaba en perpendicular, giraba sobre sus pies y salía andando de la suerte, se citaba adelantando la pierna contraria en la suerte natural y, al arrancarse el funo, se adelantaba la pierna de salida y se embarcaba la embestida en la panza de la muleta, el pase de pecho era forzado y no en cadena y las estocadas tenían muchas variantes, en la suerte natural, en la contraría, al volapié, a toro arrancado, a un tiempo o al encuentro. Recibir era suerte suprema. Lo demás, recursos. A “Lagartijo” se le censuraba que en el cite para la estocada, antes de arrancarse, daba un paso atrás. Se desmenuzaba el toreo quizá porque no había medios para volver a contemplar lo presenciado. Ni tanto ni tan calvo. Mi amigo José María Portillo me envía muchos vídeos de episodios gloriosos y me remueve los recuerdos al tiempo que desvirtúa mis sentimientos. Quizá en el toreo no sea fundamental el análisis y haya que guiarse por las sensaciones. El microscopio es para estudiar microbios, tejidos o neuronas. El toreo se saborea en el subconsciente. Por eso, cuando los toreros se hacen humanos se vulgarizan y aparecen más palpables sus defectos. Yo, en las fotos, me fijo hasta en las chaquetillas desbocadas, los alamares a plomo, la seda y sus colores o los bordados. Me quedé horrorizado con el vestido de Urdiales en la goyesca de Madrid. Por lo general, ahora los bordados de los vestidos toreros son menos bellos y más mecánicos que los de antes, los de los vestidos que dibujó John Fulton y realizó Fermín, por ejemplo. A Curro Romero le sentaban de maravilla, aunque el de Camas no fuera un adonis. Como me supo malo que el señor Cristiano no se quitara la gorra para saludar al Rey de España. ¿O es que el famoso futbolista cobra por llevar esa gorra? Peor me lo pones, amigo Sancho. Es la edad. Nos convertimos en búhos y nos fijamos en todo. Y se nos perdona casi todo. Vamos, eso espero.    

      

 

 

Artículo de Benjamin Bentura Remacha
Periodista
Fundador de la Revista “Fiesta Española”
Escalera del Éxito 85