JULIO ROMERO DE TORRES, UN APASIONADO DEL CANTE JONDO.

Camino de la Fuenseca

allá va Julio Romero;

detrás marchan sus amigos

y delante sus anhelos.

Rumores de frases gratas;

pandilla de anchos sombreros;

como una mujer desnuda

va la guitarra con ellos… 

Corresponden estos versos a las primeras estrofas del Romance de Julio Romero, del autor Francisco Arévalo -1934. No era raro que Julio alternara con sus amigos y aficionados al cante flamenco, tomándose un medio en la taberna del Bolillo. Casi siempre acompañado del guitarrista cordobés Juanillo El Chocolatero. Y tampoco era extraño que el propio pintor, se arrancara por soleares o quizás por alegrías… Precisamente, Juanillo es el guitarrista que aparece en el lienzo titulado Andalucía, obra dedicada a la exaltación del flamenco. El cuadro es como un retablo, en el que el que se observa al pintor de pie; la mujer vestida de blanco en el centro, representa a Andalucía; a su izquierda, arrodillada, la cantaora Carmen Escacena –simbolizando la copla-, a su derecha La Cartulina –el baile- y detrás la figura que representa a la música: El Chocolatero. Al fondo se viven escenas de muerte, de amores, nuestro puente y la Calahorra. Pintó muchos óleos relacionados con el flamenco y sus expresiones. Nos dejó un tratado con sus pinceles del alma de los cantaores, cantaoras, bailaores y bailaoras, guitarras y guitarristas… armonizando sus dramáticos


gestos y plasmándolos en los ojos y en la piel maltratada por noches sin sueño… Dudo que el flamenco, el cante jondo puro, haya tenido otro valedor tan enamorado y apasionado como Julio Romero.

A una pregunta que le hizo Camín, respecto a que le gustaba más después de la pintura, el genial pintor contestó:

…”El cante jondo… más que la misma pintura… Mis cuadros no son otra cosa que motivos del cante jondo…Un símbolo de cada copla.”…

ANDALUCÍA

Una taberna, referente de su matrimonio con el flamenco y la tertulia, fue la del Bolillo. Estaba situada en la confluencia de las calles Juan Rufo e Imágenes, frente a la tahona de la familia Cárdenas, con accesos a las dos vías. Fue el dueño: Antonio Estévez Pérez, pero antes que él, la regentaba un personaje popular conocido por Aguilita. Los clientes del Bolillo, entre ocurrencias, flamenco y tertulias culturales, paladeaban el vino de la casa: el celebrado fino Calabaza.

Con frecuencia visitaba el local, Julio Romero con su inseparable galgo Pacheco, acompañado del Chocolatero con su guitarra.


Uno de los tertulianos –entre los muchos amigos -, más ligado a los hermanos de Torres, fue Enrique Redel quien estudió en la Escuela de Bellas Artes, entonces dirigida por Romero Barros, circunstancia que propició tan cercana y amistosa vinculación. Compartió el escritor y poeta, travesuras juveniles, y la citada reunión en uno de los salones de la taberna del Bolillo.

Fue Julio un valedor importantísimo de la cultura flamenca, junto a los hermanos Machado y a Manuel de Falla. O lo que es lo mismo: la pintura, la poesía y la música, tres baluartes fundamentales hasta enlazar con Federico García Lorca, quien logró, en compañía de Falla, organizar en Granada, un festival de intérpretes flamencos, que se celebró durante los días 13 y 14 de junio de 1922. Curiosamente, en este concurso sobresalió un niño de trece años, conocido en adelante por el sobrenombre de Manolo Caracol… Un año antes, Lorca había dado a conocer el Poema del Cante Jondo.

El pintor de la plaza del Potro, además de ser un gran aficionado al cante, era un profundo conocedor de todos los palos y de su correcta interpretación; no en vano, recibió formación musical en el Conservatorio cordobés, y por si fuera poco, desde

muy joven y de la mano de su hermano Rafael, acudió a reuniones donde el flamenco de altura, solía ser el invitado especial.

Es un hecho y así consta en solventes biografías, que se presentó como intérprete del cante de las Minas de la Unión, a una informal convocatoria –sin oficializar por entonces -. Lo intentó como profesional, sin llegar a cuajar, en otras cosas porque le esperaban los pinceles para el triunfo rotundo, y para rendir culto desde su paleta al cante. Hay que recordar que entonces, las actuaciones tenían lugar en los Cafés Cantantes Flamencos, que se prodigaban desde finales del diecinueve en La Unión. Años después, tomó forma el concurso de Cante Jondo el día 16 de octubre de 1925, avanzadilla y puente indiscutible del prestigioso y definitivo: Festival del Cante de las Minas que nació en 1961.

Julio Romero de Torres y el Cante Jondo, siguieron dos caminos, dos railes y una sola máquina: el arte… El pintor recreó en sus lienzos los brotes sublimes del arte flamenco y la belleza incomparable de las mujeres que plasmaba en sus obras. Binomio con tal fuerza y expresividad, que la historia le ha guardado un sitio preferente, en las páginas dedicadas a los pintores geniales.

 …”Ese que pinta cantando

ese que canta en los lienzos

vivas pasiones, en carne

que es un brazado de versos,

hondos quereres del alma,

miel y marfil en los senos,

trémulas manos tendidas

y ojos henchidos de ensueño;

mañana hará en la paleta,

que es corazón de su pueblo,

combinaciones extrañas,

para dar vida al recuerdo,

de las guitarras, el vino,

las coplas de amor y celos”… 

 Francisco Bravo Antibón 

 

 

Julio Romero en el Patio

 Entierro de Julio Romero

 

Familia de Romero de Torres