Fuente: Diario La Razón

En Madrid, a los 91 años y después de una larga enfermedad Miguel Báez Espuny decía adiós a la vida después de una de película. Tanto fue así que pudo protagonizar la suya en la gran pantalla bajo el título «El Litri y su sombra». Y no era para menos. Su vida en los ruedos y fuera de ellos dio para mucho. Lo llevaba en las venas, la tauromaquia e incluso la leyenda.

Miguel Báez Espuny nació en la localidad valenciana de Gandía el 5 de octubre de 1930. Sin embargo, pronto se mudó a Huelva, de donde se sentía y el lugar donde llevó a cabo sus primeros devaneos en los ruedos.

Su vena taurina le venía de familia. Era hijo del matador de toros Miguel Báez Quintero, el primer Litri de la historia, y hermano del malogrado Manolito, que murió por una cornada en 1926.

Fue en la plaza onubense de Valverde del Camino donde Miguel Báez un 17 de agosto de 1947 se vistió de luces por primera vez en su vida. Cifra redonda, cuarenta años después, lo vimos por última hacer el paseíllo y por una ocasión muy especial: dar la alternativa a su hijo en el anfiteatro romano de Nimes (Francia). Miguel Báez Spínola se convirtió en matador de toros junto a Rafi Camino el 26 de septiembre.

Miguel Báez Espuny fue un revolucionario de su época, un grande de la década de los 50. Con enorme expectación tomó la alternativa en Valencia, el 12 de octubre de 1950. Lo hizo junto a Julio Aparicio y con Cagancho como padrino de alternativa de ambos.

El 12 de octubre de 1952 cuando llevaba toreadas casi las 60 corridas de toros y se encontraba en lo más alto de su profesión decidió darse un respiro y retirarse de los ruedos. Regresó dos años más tarde.

Fue tónica general a lo largo de su trayectoria y se alejó de los ruedos en varias ocasiones. En 1957 fue un año pletórico en Madrid. Ese San Isidro se anunció tres tardes y en las tres paseó tres trofeos. En la temporada de 1967 fue su adiós definitivo después de varias idas y venidas.

Algún hecho significativo como fue la reapertura de la plaza de toros de La Merced de Huelva en el 84 le hizo volver a torear en público o la alternativa a su progenitor tres años más tarde.

Si algo se recuerda de su paso por los ruedos fue su capacidad para provocar, sus miradas al tendido mientras toreaba. Ese tremendismo que le dio tanta fama y reconocimiento en la época.

Cuando al guerrero le llegó el descanso se dedicó a la ganadería. Fue a partir de 1963 y en la misma tierra de Huelva que le había visto crecer y forjarse como torero. A lo largo de su vida fueron muchas las distinciones y galardones que recibió. En su tierra natal, hay una a toda su dinastía, la que comenzó su padre, un conjunto escultórico que le dedicó la ciudad en 2002.

Su fama trascendió fronteras. Poseía la Gran Cruz de la Orden de la Beneficencia desde 1965 y de la Medalla al Mérito a las Bellas Artes, con la que fue galardonado en 1998 por el Consejo de Ministros, entre otras.

Hacía tiempo que vivía apartado de la vida pública. De hecho, su hijo Miguel Báez contrajo matrimonio con la historiadora del arte Casilda Ybarra el pasado día 14 en Sevilla y no pudo asistir. La salud hacía tiempo que se resquebrajaba. Su historia no.

Tumbarse delante del toro

La vida de Miguel Báez Espuny «El Litri» está salpicada de aventuras y anécdotas de la época. Una historia que no dejó indiferente en su época ni tan poco con el paso del tiempo. Fue el primer torero de la historia que tuvo la consideración de tremendista.

Toreaba muchas veces mirando al tendido y puso de moda el llamado «litrazo», llegando, con ocasión de la alternativa de Antonio Ordoñez a tumbarse delante del toro.

. De izquierda a derecha Julio Aparicio, Salvador Sánchez – Marruedo y Miguel Báez “El Litri”. Detrás Rafael Llorente