Con el primero de la tarde el sevillano nos brindó un trasteo intenso, cadencioso, acoplándose cada vez más a un toro difícil de templar. Su segundo de la tarde, tercero de lidia ordinaria, fue de Huagrahuasi, muy bien armado, de poca raza y que tardaba en acometer. Estructuró una faena de puro pulso, cada capotazo era una pincelada que llevaba al toro sometido pero a su ritmo. Los aficionados de la Iñaquito le concedieron una oreja muy merecida.

 

Sebastián Castella lidió a Guapo de Triana, un toro probón y de muy poco fuerza al que administró inteligentemente. Se hizo del descabello para terminar con la vida del astado y recibió una sonada ovación del público. Al quinto de la tarde, Mosquito de Huagrahuasi, Castella ligó muletazos largos y de calidad, metido entre pitones.

El ecuatoriano Diego Rivas se enfrentó a  un sobrero de Huagrahuasi noble y pastueño que duró mucho. Su faena de muleta fue muy limpia y estuvo llena de entrega. El público de Quito lo ovacionó posterior a una defectuosa estocada. Al sexto de la tarde, bravo burel, repetidor y con fijeza en la embestida, le cortó una oreja en medio de una lluvia pertinaz después de un trasteo voluntarioso y animado que llegó con fuerza al tendido.

 

Desde Quito, crónica de Adriana Rodríguez Vizcaíno