Benlliure y Lalanda

 

 

 Con un cartel siempre en alza, fue uno de los integrantes de la llamada Edad de Plata del toreo. En 1921 le concedió la alternativa Juan Belmonte en Sevilla y se la confirmó en Madrid Juan Luis de la Rosa el año siguiente, con un veragua, en la misma corrida que encontró la muerte el célebre torero valenciano Manolo Granero. Se despidió de los ruedos en 1942.

Fue el torero que más se preocupó por el Montepío de Toreros, comprando el sanatorio que hasta su desaparición fue una auténtica institución para el mundo taurino. En homenaje a su altruismo y entrega, la Asociación Benéfica de Toreros acordó colocar el busto de su presidente en los jardines del sanatorio el mismo año de su retirada, y encargó la escultura a Benlliure. En ella, el busto corto del torero, de excelente modelado y con una expresión concentrada en la lejanía, se funde en un único volumen con su largo pedestal, semicilíndrico, que le sirve de soporte. Don Mariano rinde homenaje a la figura del espada con dos bajorrelieves: uno en el frente, enmarcado entre laureles, con el catedrático en el instante de brindar su faena con el fondo del tendido, y el primer término del redondel que se derrama del soporte para convertirse en la cartela frontal con la inscripción del homenaje. El segundo, que se extiende por la superficie semicilíndrica, lo que refuerza la sensación de profundidad, representa el paseíllo encabezado por Lalanda. En las esquinas frontales de la base lucen dos testas de los toros de gran trapío, que tantas tardes de gloria le habían proporcionado al diestro.  

Benlliure modeló el busto y lo vació en escayola en 1942, vaciado que se presentó en octubre en el sanatorio de toreos, pero la fundición en bronce se realizó algunos meses después, descubriéndose el busto el 19 de octubre de 1943, después de haberse mostrado en la Exposición Nacional de Bellas Artes en el Palacio del Retiro de Madrid.

Pocos meses antes de la presentación del modelo en escayola, Marcial Lalanda se despedía de la Feria de Julio valenciana dos días después del homenaje que toda la ciudad le había rendido al escultor, y quiso brindarle allí su último toro. Don Mariano, con sus ochenta años, cansado y aún emocionado por los acontecimientos de los días anteriores, había abandonado ya el coso. El espada, después de finalizar su última faena, le escribió estas líneas: “Mi admirado y querido maestro: Quiero expresarle mi agradecimiento a sus atenciones y gentilezas con motivo de mi estancia y despedida del toreo en esta plaza. Me ha faltado brindarle el último toro que aquí he matado; le he buscado en la plaza para hacerlo, pero ya no estaba. En espíritu, se lo he brindado, con la admiración que por el español glorioso siento. Permítame que le envíe un fuerte abrazo. Marcial Lalanda. 31-7-1942”.

 

Lucrecia Enseñat Benlliure. Arquitecto. Directora del Archivo Benlliure

Busto de Marcial Lalanda, 1942, bronce.