Retrato de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, óleo de Miguel Del Moral (pintor del grupo Cántico), que presidió el despacho del torero en su casa-palacete de la Avda. de Cervantes de Córdoba

Tratar de contar en el año 22 del siglo XXI, la historia verdadera y original de Manuel Rodríguez “Manolete”, el más famoso torero cordobés de todos los tiempos, puede ser un intento baldío y, desde luego, osado y aventurado. Porque sobre la figura máxima de la torería en la post-guerra civil española, ya se ha contado todo lo posible y hasta lo que nunca ocurrió. Por tanto, decir sobre él algo que sea al mismo tiempo cierto y desconocido es muy difícil, por no decir imposible.

La vida de “Manolete” ha sido mitificada, porque lo que eran leyendas, y deberían haber continuado siendo, las han ido convirtiendo en realidades, con dos intenciones contrapuestas: de una parte, con el objetivo de idealizar la imagen del mejor torero de los años cuarenta del siglo pasado y uno de los más grandes de toda la historia de la tauromaquia; por otro lado, para contraponer dicha idealización a base de bucear en el fondo de la vida intima del personaje, tratando de buscar y airear “trapos sucios”, y si no los había, inventarlos.

Lo cierto es que casi nadie ha tenido el más mínimo pudor a la hora de magnificar, en positivo o en negativo, los relatos sobre la vida del torero cordobés más universal, aún a sabiendas de que, de esa manera y cada vez más, alejaban su biografía de la realidad.

El 28 de agosto de este 2022 se cumplirán setenta y cinco años de la mortal cornada de “Manolete”. Fue en verano de 1947 cuando, en la jienense plaza de toros de Linares, en el momento de entrar a matar al miura llamado “Islero”, mientras el torero enterraba todo el acero de su espada en el hoyo de las agujas del toro, éste empitonó el muslo derecho de “Manolete”, metiéndole el cuerno por el triángulo de Scarpa, aupándolo y dejándolo caer a plomo sobre la arena y…,  todo lo que vino a continuación, lo comentaremos en otra ocasión.

 

Momento en que “Manolete” entra a matar a “Islero”, en la plaza de Linares, la tarde del 28 de agosto de 1947 (Fotografía de Francisco Cano Lorenza “Paco Canito” único reportero gráfico allí presente).

Ahora lo que queremos es destacar el hecho de que, desde el momento en que se produjo la cornada y hasta las cinco y siete minutos de la madrugada del día 29 en que sobrevino el fatal desenlace, todos los compañeros, amigos, allegados o alejados de “Manolete”, estuvieron presentes y pendientes, primero en la enfermería de la plaza, después en el traslado casi procesional del herido hasta el Hospital municipal de los Marqueses de Linares y, por último, en la habitación nº 18 de dicho hospital… todos, menos su novia, a la que le impidieron que entrara a verlo con vida.

Ella estaba en Lanjarón, le avisaron –no se sabe ni quién, ni con qué intención– y llegó al hospital de Linares un poco antes que el Dr. Jiménez Guinea. O sea cuando “Manolete” estaba aun grave pero estable.

Salieron a su encuentro Álvaro Domecq y “Camará”, los que después serían nombrados albaceas de la herencia del torero, para evitar que entrara en la habitación y se viera con él torero. Eso es lo que dicen casi todas las versiones, aunque hay otras que aseguran que fueron “Gitanillo de Triana”, la cuadrilla del diestro y hasta Domingo “Dominguín”.

En la foto de “Paco Canito” está mirando su cadáver acompañada de Concha, la esposa de Bonifacio García “El Yoni”. Sentado, apoyando un brazo en la almohada, Rafael Sánchez Ortiz “El Pipo”. De pie, apoyado en el cabecero de la cama, Rafael Saco Rodríguez “Cantimplas” (conocido en Córdoba como “El Pelu”) subalterno y primo de “Manolete”.

En cualquier caso la intención era evitar que ella, o sea la novia, pudiera casarse “in artículo mortis” y se quedase con la fortuna del torero. Tamaña estupidez porque si “Manolete” moría, como desgraciadamente ocurrió, se haría lo que dijera el testamento…, pero como no lo había, entonces la heredera universal era la madre, como efectivamente lo fue, y la supuesta esposa “in articulo mortis” tendría, en todo caso, el derecho de usufructo de unos bienes gananciales que no existían, o sea, solamente tendría derecho a nada… o, como mucho, a lo que ya le hubiera dado “Manolete” en vida, cosa que nunca se sabrá.

Caso muy diferente hubiera sido si se llegan a casar “in articulo mortis” “Manolete” no hubiera muerto… pero esa otra historia nunca ocurrió.

Casi todos los hechos que han girado en torno a “Manolete” y, muy especialmente, a su novia, han sido mitificados y adulterados, y por tanto será muy difícil saber qué ocurrió de verdad aquella madrugada en el hospital de Linares, que pretendieron quienes no permitieron que los novios se vieran, si realmente lo que trataron fue impedir un riesgo que no existía, o evitar un choque emocional que, en aquel momento, era poco conveniente para el herido.

Sobre la novia de “Manolete” se han ocultado tantas verdades como mentiras se han contado (Ver nota nº 1). Por ejemplo, durante mucho tiempo después de fallecer el torero y hasta hace… no tantos años, en Córdoba se mantuvo la equivocada idea, sin que nadie la desmintiera, de que aquella novia, que supuestamente se guiaba solo por el interés, era de origen mexicano. Este equívoco hay que entenderlo porque nunca hubo información sobre la novia del ídolo muerto, ni para bien ni para mal, simplemente ni se mencionaba su nombre.

José Luis Sánchez Garrido “José Luis de Córdoba”, el cronista taurino que más ha escrito sobre “Manolete”, tanto en sus artículos y crónicas en el periódico Córdoba, como en sus muchos libros sobre el toreo y, específicamente, sobre la figura del gran torero cordobés, jamás mencionó, en ninguno de sus escritos, ni siquiera de pasada, el nombre de “Lupe Sino”, ni nunca hizo, tampoco  una insinuación alguna, a la existencia de un noviazgo del torero con mujer alguna.

Y ante tal falta de información, prevalecen las deducciones extraídas del puro y duro chismorreo.

 

Foto de Antoñita Bronchalo Lopesino “Lupe Sino”, en los años de relación con “Manolete”, en la que muestra su espectacular belleza

Y había evidentes razones para que los cordobeses dedujeran que la novia de “Manolete” era de ascendencia azteca: se llamaba Lupe, abreviatura de Guadalupe, el nombre más común entre las mujeres mexicanas; era muy guapa, pero su belleza, viendo los prototipos de la época, era más “americana” que “europea”; “Manolete” había pasado largas temporadas con ella en México; y, por si aún cabía alguna duda, era de Guadalajara… o sea la capital de Jalisco.

Pero Lupe no era Guadalupe, sino “Lupe Sino” nombre artístico, deformación del segundo apellido de quien, en realidad, se llamaba Antoñita Bronchalo Lopesino. Era verdad que había nacido en Guadalajara, pero no la gran ciudad mexicana, sino en la provincia de la Alcarria española, concretamente en un pueblecito guadalajareño llamado Sayatón. Y también era totalmente cierto que la belleza de Antoñita era deslumbrante y que con ella vivió “Manolete”, por anticipado, un viaje de “luna de miel” por México. Pero la razón no era porque ella fuera de aquella tierra o allí residiera, sino porque en España no los dejaban vivir en paz.

COMO CONOCIÓ «MANOLETE» A «LUPE SINO»

Un día de octubre de 1943, en el bar de Pedro Chicote, la gran Pastora Imperio, la que fuera fugaz esposa de Rafael Gómez “El Gallo”, compartía con unos amigos unas copas. Entre otras personas, estaba “Lupe Sino”, actriz de escaso relieve pero de extraordinaria belleza.

Por allí solía ir con cierta frecuencia “Manolete”, a tomar un buen coctel, cuando sus compromisos profesionales se lo permitían. Y aquel día de octubre apareció, dando oportunidad a que la gran bailaora le presentara a aquella bella mujer.

 

“Manolete” junto a Pastora Rojas Monje “Pastora Imperio”, y acompañados por Lola Flores y Manuel Ortega Juarez “Manolo Caracol”, todos ellos habituales clientes del bar de Perico Chicote.

Dicen que “Manolete” “Lupe Sino” habían cruzado sus miradas una tarde de toros en la plaza de Las Ventas, cuando ella estaba en una barrera y él iba dando una triunfal vuelta al ruedo.

Lo cierto es que “Manolete” se quedó prendado de la hermosa alcarreña, y que aquella noche en Chicote comenzó una serie de contactos entre ambos, que cada vez fueron más frecuentes, hasta que formalizaron su relación de una manera estable y continuada, convirtiéndose, aquella guapísima actriz, en la amante de “Manolete”, y de hecho la única novia conocida del torero, su gran amor y, casi con seguridad, la mujer con la que se hubiera casado.

LOS AÑOS MÁS FELICES DE «MANOLETE

Algunos de los que conocieron al “monstruo” –calificativo con el que Ricardo García López “K-Hito”, el extraordinario revistero taurino, apodó al gran torero cordobés–, dijeron que una de las razones que tuvo para no torear en España durante la temporada de 1946, fue la de querer estar continuamente con Antoñita, y que nunca fue tan feliz como en el largo periodo de aquel verano que pasó junto a ella en Fuentelencina, el pueblo alcarreño a donde se había trasladado a vivir la familia Bronchalo, en el que ya habían estado en 1945.

La felicidad que “Manolete” encontró en aquel pueblo fue tan grande, que a él volvió durante un par de semanas que tuvo libre de compromisos en la temporada taurina de 1947, para estar con Antoñita y disfrutar de la sana amistad de los fuentelencineros, justo un mes antes de ir a buscar la muerte a Linares.

Fuentelencina es un pequeño pero bonito pueblo de la Alcarria guadalajareña, que en aquellos días de 1945-47 tenía unos 800 habitantes y hoy día no llega a los 300. Dista 40 km. de la capital de la provincia y 32 de Sayatón, pueblo natal de “Lupe Sino”, municipio que era, y más aún hoy día, un pueblo “vaciado”.

En esa zona de la Alcarria, en el entorno de Fuentelencina, “Manolete” fue tremendamente feliz. Y no sólo porque allí disfrutó del amor de Antoñita sin tener que huir de nadie, sin sentir la presión de quienes no la querían cerca de él, sino también porque allí se sintió especialmente querido por todos los del pueblo, por los chiquillos con los que jugaba al fútbol, por los jóvenes con los que competía al frontón y por los más mayores con los que se entretenía jugando al mus y al dominó. Y aunque todos lo admiraban, nadie lo agobiaba con adulaciones interesadas, esperando la dádiva de una entrada, una foto firmada o una miserable propina.

En bastantes ocasiones estuvo bañándose en las pozas del arroyo de Valdefuentes (Ver nota nº 2), donde le enseñó a nadar Juanito Padilla, cuñado de Antoñita, con el que trabó una gran amistad.

 

“Manolete” muy atento en las “clases” de natación que le da Juanito Padilla, el cuñado de “Lupe Sino”.

De cuando llegaba con el espectacular coche de la marca americana Buick, que encerraba en un cocherón de la casa de don Adrián, el farmacéutico; de cómo jugaba con los mozalbetes del pueblo; o de cómo lloraban todos los vecinos de Fuentelencina aquel 29 de agosto de hace ya tres cuartos de siglo, de todo eso y de muchas más cosas, no se ha perdido el recuerdo en el pueblo.

Ha pasado mucho tiempo, pero alguno de los más mayores fuentelencineros, que por aquel entonces serían unos chiquillos, siguen teniendo vivo recuerdo de aquellas temporadas veraniegas que allí pasó “Manolete”, el novio torero de Antoñita Bronchalo.

 

“Manolete” delante de su fastuoso coche americano de la marca Buick.

También compartió jornadas de cacería en alguno de los muchos cotos cercanos a aquel pueblo, con otros vecinos como Fernando Mata y Adrián Ayala, con los que también estableció buenos lazos de amistad.

 

“Manolete” rodeado de amigos de Fuentelencina en una jornada cinegética.

El RECUERDO IMBORRABLE EN FUENTLENCINA

La vinculación de “Manolete” con este pueblo guadalajareño, fue desconocida durante mucho tiempo porque el entorno familiar y más allegado al gran torero fallecido se encargó de mantenerlo ocultó. Pero la relación

de Manuel Rodríguez Sánchez, el hombre, fue tan intensa con la gente de este pueblo, que todos los vecinos lloraron la muerte del torero como si se tratara de su paisano más famoso y querido, y es que, sin serlo, lo consideraban hijo adoptivo de Fuentelencina.

Y la memoria de tal filiación no se ha perdido con el paso del tiempo, como quedó demostrado en 2017, año en que se cumplió siglo del nacimiento de “Manolete” y 70 años de aquella trágica tarde en Linares.

 

Placa que el Ayuntamiento de Fuentelencina le dedicó a “Manolete” en el centenario de su nacimiento, en la que reza textualmente: “El mítico torero Manuel Rodríguez Sánchez (Manolete) disfrutó aquí de jornadas de descanso entre 1945 y 1947. Esta Villa le tributa honor en el CENTENARIO de su nacimiento y en el 70 ANIVERSARIO de su temprano adiós. Fuentelencina 29 de agosto de 2017”.

Fuentelencina lo conmemoró con una extraordinaria exposición monográfica del gran torero cordobés, y le dedicó una placa que se colocó en la plaza del pueblo, como recuerdo de los muchos días que allí pasó, y de los buenos amigos que hizo entre los fuentelencineros, dejando constancia en el centenario de su nacimiento y 70 años después de haberlo perdido para siempre.

 

Lugar, en la plaza del pueblo de Fuentelencina, donde está colocada la placa en recuerdo de “Manolete”.

NOTAS.-

Nota nº 1.- La verdadera historia de Antonia Bronchalo Lopesino “Lupe Sino” ha sido hábilmente manipulada, mutilada y medio-vuelta a inventar. Hay un hecho incuestionable que, posiblemente, ha sido causante de la deformación biográfica de esta bella y bastante desconocida mujer alcarreña: no fue querida, en absoluto y desde el primer momento, por nadie del entorno más cercano e intimo de Manuel Rodríguez Sánchez: ni por su madre, Doña Angustias; ni por sus cinco hermanas; ni por José Flores González “Camará”, apoderado del torero; ni por ninguno de los miembros de la cuadrilla del “Monstruo”, desde Rafael Saco “Cantimplas”, pasando por Alfredo David Puchades, Antonio Labrador Bernués “Pinturas”, Bernardo Muñoz Martín “Carnicerito de Málaga” o Gabriel González Manjón, siguiendo por Miguel y Ramón Atienza Caro, Rafael Tafalla Gil “Remache” o Luis Vallejo Barajas “Pimpi”, y terminando por Guillermo González Luque y Máximo Montes “Chimo”. O sea nadie de los que a diario trataban a “Manolete” vio con buenos ojos a “la vicha”, como la apelaban con el mayor desprecio. A partir de ahí, surgen historias sesgadas que se entremezclan con verdades a medias y acusaciones infundadas que terminan por radiografiar a aquella “mujer diabólica” cuya belleza exterior contrastaba con su interior maligno y su pasado perverso. Hay que leer con calma “Celos, amor y muerte. Tragedias y pasiones del toreo” de Julián García Candau, y “Lupe, el sino de Manolete» de Carmen Esteban, ambos libros editados por Espasa en 2003 y 2007 respectivamente, así como los escritos periodísticos del ya fallecido Rafael González Zubieta “El Zubi” sobre la vida de “Lupe Sino”, para poder juzgar hasta que punto podrían ser ciertas algunas de las acusaciones que sobre esta bella mujer se vertieron.

Nota nº 2.- Tanto era el apego que “Manolete” tuvo por el entorno natural de las pozas del arroyo de Valdefuentes, en las cercanías de Fuentelencina, que hoy día, el Ayuntamiento de dicha villa, tiene establecido un circuito o ruta de senderismo de tipo circular, con una longitud de 6,7 km. que se denominan “Las pozas de Manolete”, e inicia las indicaciones de su recorrido con la siguiente nota: “Iniciamos nuestro recorrido en busca de las Pozas de Manolete que se encuentran en el arroyo de Valdefuentes, y que según cuentan en Fuentelencina era el lugar preferido donde se bañaban el torero Manolete y su amante Lupe Sino”.

Recopilación y textos de

Cayetano Melguizo

 

 Jose Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254