La divisa de Juan Pedro Domecq suele ser señal de garantía y buen comportamiento durante la lidia. En esta ocasión fue así, embes­tida humillando y con nobleza, repitiendo en la arrancada. En esta ocasión desentonaron del conjunto, el primero corto de embestida y rebañando al final del pase y el segundo flojo de remos, quizá como consecuencia de ser picado trasero.

 

El triunfador de la tarde fue José Ignacio Uceda Leal, por su cla­se torera excepcional. Sus maneras de interpretar el toreo, dentro de la línea de los afines a la norma de parar, templar y mandar, tan relegada por los pegapases actuales. El primer toro de salida acu­día a la reunión con las telas toreras, pero sin continuidad. Pica­do trasero, forma que se hace daño al astado en vez de castigarlo pa­ra ahormar la cabeza con vistas para el último tercio de la lidia.

 

Quedó corto de embestida, cabeceando o rebañando a la salida de los pases, sin dejar acoplarse. Consiguió dominarlo, meterlo en la muleta y tras un trasteo lo igualó para acabar de una estocada atacando por derecho, según los cánones.

 

Ante el cuarto de mejor embestida humillando y repitiendo, fue el esplendor taurino de la tarde por una actuación con clase, pureza en la ejecución, más temple y mando. Tanta calidad torera se concentró al citar cruzado, adelantando la muleta plana, dando sitio al toro, la distancia precisa y embarcando la embestida, templando y mandando para adentro y ligando derechazos y naturales con el de pecho forza­do autentico, recorriendo la muleta de cabeza a rabo.

 

Tantos primeros toreros de calidad y autenticidad tuvieron la rúbrica, como artífice de la suerte de matar de estoconazo, según los cánones y llegó el premio, que me pareció corto, de la oreja, con triunfal vuelta al ruedo entre ovaciones de la afición por cuanto había pre­senciado, que por desgracia no se ve con frecuencia en todas las co­rridas de toros.

 

El francés Juan Bautista torero en la línea de los buenos lidiado­res, toreó con gusto a la verónica al segundo y lo puso en suerte ante el picador por chicuelinas galleando. Picado el toro trasero, el daño quedó reflejado en su arrancada ante la muleta, según transcurría la faena fue a menos y flojeó de remos. Atacando con el brazo suelto, tras un pinchazo, acabó de una estocada corta y ladeada.

 

El quinto picado trasero derribó con estrépito. El diestro se lució con el capote y tras una faena de buen corte torero, acabó atacando con el brazo suelto de pinchazo hondo y descabello.

 

Morenito de Aranda se lució veroniqueando al tercero. El toro a la muleta noble y humillando, luciéndose el diestro en un buen número de pases hasta poner punto final, atacando  con el brazo suelto de estocada, descabello, sonar un aviso y acabar de otro descabello.

 

El sexto cumplió en varas y apretó en la embestida en la suerte de banderillas, poniendo en apuros a los rehileteros. Llegó a la muleta entragado. Faena discreta con demasiados pases, para dejar un pinchazo hondo con el brazo suelto, sonar un aviso, y rematar con el descabello.

 

La Plaza registró un casi lleno de entrada y entusiasmo desbor­dado por el grato recuerdo que nos brindó un toro madrileño de clase excepcional.

 

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Periodista – Escritor

Escalera del Éxito 103