Las ilusiones y ganas de hacer de los diestros Víctor Puerto, El Capea, y Jairo Miguel que confirmó la alternativa, se estrellaron en la arena de la Monumental de Las Ventas, por culpa de los toros con encaste Torrealta, que envió el ganadero Antonio Bañuelos, desde su dehesa La Cabañuela, de Montomin de Burgos. Bien presentados, descastados y mansos, dieron juego deslucido y algunos con malas intenciones. El primero fue devuelto al corral por flojedad de remos. El único que se dejó ha­cer algo fue el sexto. En cuarto lugar salió el sobrero, al correrse turno, de la divisa de Adelaida Rodríguez con malas entrañas, desarrollando pe­ligro.

 

Con este material taurico le cupo confirmar la alternativa a Jairo, tore­ro extremeño del que todavía se recuerda su grave cogida de novillero en Méjico. Se le vio decidido de manera, que aquel percance ya lo tiene olvidado. El toro de la confirmación se mostró reservón, se rajó y no se pres­tó para nada y acusó peligro .Con el brazo suelto sumó un pinchazo, estocada y dos descabellos. El sexto fue el que acudió mejor a la muleta. Lo brindó a su madre y sacó muletazos largos bajando la mano por ambos lados, aunque sin cruzarse. El toro se acabó y bajo la lluvia, aún insistió absurdamente. No se acostumbran los toreros del siglo XXI a cortar la faena cuando no hay hada que hacer, pretenden sacar agua de un pozo seco y aburrir al público. Con el brazo suelto dejó un pinchazo, un pinchazo hondo, aviso y descabello. Aplausos a la voluntad, otra vez será.

 

Víctor Puerto decidió al ser devuelto al corral el segundo por flojedad de fuerzas, corrió turno y lidió al que iba a salir en cuarto lugar. El toro manso no quería saber nada de la muleta. El diestro con buen criterio torero se dobló con él con acento lidiador y lo despachó de estocada, pin­chazo hondo y tres descabellos. En cuarto lugar salió el sobrero de Adelaida, toro con cinco años cumplidos, mayor de edad, descarado de pitones y malas intenciones. Un obsequio para pensar mal. Víctor aún optimista lo cita con la muleta sentado en el estribo, el toro flojea y lo coge. Se repone y lo porfía y sufre dos coladas. Así no hay nada que hacer y lo deja para el arrastre de media estocada caída, aliviándose en la suerte, pues el peligro acechaba.

 

El Capea se lució al poner al toro en suerte ante el picador. La faena de muleta resultó larga sin nada que destacar por la arrancada corta del toro. Se lo quitó de delante entrando con el brazo suelto de dos pinchazos y estocada. Al quinto que parecía fuera de concurso le realizó un muleteo de pases y más pases para no lograr nada. Acabó de una estocada baja y perpendicular, rematada con el descabello.

 

Y tras lo insufrible y ya tarde, a casa.

 

 

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Periodista – Escritor

Escalera Del Éxito 103