La buena voluntad y decisión de los diestros Juan José Padilla, An­tonio Ferrera y Cesar Jiménez se estrelló contra la mansedumbre y poca fuerza de los cuatro toros de Samuel Flores y los dos de doña Agustina López Flores, estos corridos en tercer y quinto lu­gar. El último devuelto al corral por sus repetidas caídas, lo sustituyó un sobrero de Los Chospes, también manso para no desentonar del resto.

 

A Juan José Padilla le tomó el capote y  entró por dos veces al caballo, corneó el peto y se salió suelto. Ofreció banderi­llas a Antonio Ferrera no alcanzaron lucimiento por falta de colabo­ración con el astado. Ante la muleta el manso frenaba y no repetía en la arrancada. Atacando con el brazo suelto dejó un bajonazo que provocó pitos. El cuarto se iba suelto de salida, también en varas. Lo banderilleó sin acierto. Muleta en mano, el manso cabeceaba  y fre­naba en la arrancada. Tras un pinchazo, una casi entera ladeada, colocada con el brazo suelto fue suficiente y hubo pitos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antonio Ferera se las vio con el segundo, descarado de pitones que se iba suelto y en varas también. Lo banderilleó en unión de Padi­lla clavando a cabeza pasada. El cabeceo del manso también lo manifestó ante la muleta, además de blandear de manos. Echaba la cara arriba en cada pase. Le cambió de terreno, el toro con flojedad de remos cortaba la embestida y derrotaba. Con el brazo suelto y yéndose afuera sumó dos pinchazos y un bajonazo. Hubo pitos. El quin­to volvió al corral, el sobrero de los Chospes, manso, se iba suelto de los capotes y en varas. Realizó unos vistosos y habili1osos quie­bros en banderillas que se ovacionaron, pero ahí quedó el lucimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El manso embistió rebrincado y con la cara arriba, no hubo nada que hacer, más que despacharlo. Con el brazo suelto, dejó tres pinchazos, media estocada, aviso, y remató con el descabello.

 

Cesar Jiménez torero de buen estilo, se lució en un quite por chicuelinas al quinto. Pechó con el tercero que blandeaba con su mansedumbre a cuestas. Lo puso todo el torero, tratando de llevar la muleta a media altura para mantenerlo en pie. Cruzado al citar y ofre­ciendo la muleta planchada, ligó muletazos y mantuvo al toro para que embistiera con nobleza. Con el brazo suelto, antes no se realizaba la suerte así, dejó un pinchazo y una estocada caída. Saludó desde el tercio. El sexto y último manso de la tarde se fue suelto, en varas y no ofrecía nada.

 

Tras un trasteo acabó de media estocada y dos descabellos. Llegado el final del festejo, la gente salía afanosa de olvi­dar la pesadilla de la mansada.

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Periodista – Escritor

Escalera Del Éxito 103