La Plaza presentó un lleno de público que tuvo que aguantar más de dos horas y media de festejo, cuando el juego de los toros del Partido de Resina, bien presentados, dieron juego deplorable. De estos salieron cinco, el primero pertenecía a la ganadería de Nazario Ibañez, corrido en primer lugar y no sobrado de fuerzas. El segundo de Resina fue devuelto al co­rral por flojedad manifiesta de remos. En su lugar salió un sobreros de la ganadería albaceteña de Los Chospes, encaste Jandilla dobló bien y después de varas flojeo de manos, pero acudió  a la cita  con  la muleta.

 

El mejicano Ignacio Garibay realizó una faena sin medida, pases y más pases, que sobraron más de la mitad, pues el toro  por flojedad no los requería. Después de dos estocadas, sonó un aviso y acabó de una es­tocada. El cuarto cornivuelto se iba suelto, barbeaba las tablas, embes­tía incierto, hizo hilo con los banderilleros y reservón. El diestro insistió en torearlo y en un muletazo lo cogió aparatosamente y le pro­pinó una acornada de 25 centímetros en el muslo derecho de pronóstico grave.

 

Serafín Marín se lució por verónicas ante el sobrero corrido en segundo lugar. Inició la faena citándole  de lejos. Hizo una buena faena que terminó de una estocada hasta la bola, resultando cogido de manera impresionante, parecía grave, pero por suerte no hubo nada lamentable dobló el toro, hubo petición de oreja y vuelta al ruedo.

 

El quinto manso, suelto de los capotes, picado trasero descaradamente se iba suelto y en banderillas blandeó de mano, antes la muleta se pone en plan defensivo. El torero todo voluntad porfía con el  astado alarga demasiado querer arrancar pases que no son posibles ante la postura del toro blandeando. Al fin lo despachó de dos pinchazos, una estocada corta, suena un aviso, y dos descabellos.

 

Sergio Aguilar salio al ruedo cargado de deseos, pero estos hay que dosificarlos, pues sino el resultado es negativo. Los toros del Partido de Resina dos toros imposibles, quién diría que sus antepasados eran los famosos Pablo Romero. Puso voluntad y perdió el tiempo y lo hizo perder a los espectadores .De pinchazo y estocada acabó con el tercero. Con demasiada insistencia porfió  con el sexto de manera que perdió el tiempo y aburrió y tras dos pinchazos, media estocada, sonó un aviso y al final acertó al cuarto intento de descabello.

 

¿Cuando se darán cuenta los toreros que las faenas tienen un límite?

 

Otro festejo malogrado en su éxito, por los toros faltos de fuerza y mansos. De aquellos Pablo Romero, ya solo queda el recuerdo.

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Periodista – Escritor

Escalera Del Éxito 103