La hora de empezar ha cambiado para que cuando el cielo se desguace la novillada ya haya terminado. Paso revista al público que ocupa las barreras, hay muchos aficionados. Es que a estas sólo vienen los cabales, los de solera, me digo.

 

 

 

 

Abre plaza Luis Pimentel rejoneando a la usanza charra. El contorno de los volcanes delimita el fondo del horizonte, la estampa del jinete mexicano encaja muy bien con el campo tlaxcalteca de magueyes, nopaleras, sabinos, gavilanes y un cielo azul con sus borrones de nubes grises. Los caballos ensillados con la montura mexicana, el sombrero jarano del jinete, la corbata de moño y la casaca de gamuza con su hierro grabado a la espalda, dan otra visión del rejoneo, a mi parecer, tan bella como la que brindan los jinetes de la vieja y amada España. En el ruedo un recital, galopes y acometidas, recortes y estampas, la intercalación de El Huapango de Pablo Moncayo, con el Concierto Andaluz de Joaquín Rodrigo.

 

 

 

Rogelio Sánchez es el primero de a pie. El novillo fuerte y descastado se defiende desde las primeras arrancadas. Eso no influye para que el coleta se asome al balcón y clave los gladiolos en todo lo alto. Con la muleta se inspira, brota el toreo tlaxcalteca, esa manera mestiza de ejecutar basada en la indolencia y el sentimiento. En su segundo, Rogelio dejó constancia de su valor y de ser torero que hace las cosas con sentido. Oreja y oreja.

 

 

 

Por su parte, Carla de los Ángeles se hizo presente instrumentando unas verónicas mecidas como las jaras del río. Acompasadas y metiendo el cuerpo en la suerte. La última de la serie, bella y ortodoxa, la recogió a la cintura. Se impone con la muleta demostrando que tiene verdadero valor. Estoicismo que parece más bien un fin que un medio para ejecutar el toreo. En su segundo plantó los pies para embarcar girando la cintura. Siempre la disposición de estar por encima del novillo, logró tandas de mucha prosapia. La estocada defectuosa le impidió cortar las dos orejas.

 

 

 

Es cierto, el escenario fue humilde, pero quedó constancia de dar fiesta seriamente. El encierro tuvo edad y fuerza. La empresa nos llevó a la provincia por el camino de la afición. Un mediodía en el que las cosas tuvieron su justa medida y en el que encontramos la puerta al conmovedor mundo de los novilleros, esa que da entrada bajo los dinteles de la ilusión, el coraje y el empeño.

 

 

 

Desde Puebla, informa José Antonio Luna

Reportaje gráfico de Marcela Reyes y José Antonio Luna