El que cada día desaparezcan,  más y más, tabernas en Córdoba, es un tema del que nadie habla y al parecer a nadie preocupa. Actualmente en Córdoba ya hay más bares que tabernas. De continuar a este ritmo, quizá habría que explicar, a la gente joven, la importancia que tuvieron, en aquellos años, estos establecimientos para nuestra sociedad, al ser considerados centros lúdicos-festivos y de comunicación para la vida diaria cordobesa.

La taberna era un lugar de evasión donde la bebida, el vino, constituia el elemento indispensable para desarrollar la función principal, charlar y  relacionarse.

Según recoge el libro «Córdoba monumental, artística e histórica», en el año 1721 existían en Córdoba 142 tabernas, además de las casas de los dueños de lagares y otros rincones disfrazados, donde se vendía vino. El número de tabernas siguió aumentando, y en el 1875 hubo censadas en nuestra ciudad 174 tabernas abiertas al público.

De ésta época, dicen que es este dicho popular:

«Córdoba ciudad bravía

que entre antiguas y modernas,

tiene trescientas tabernas

y una sola librería».

Naturalmente que la taberna cordobesa tiene su abolengo y su historia y suele ser «discreta, escondida y misteriosa»…

Pablo García Baena en el libro «Nuestras Tabernas» dijo que era recatada, escueta y limpia: casi una sacristía.

Juan Bernier, que tanto supo de vidas y de vinos la llamó «santuario líquido, templo mitral donde yace vivo el ídolo de oro.

Estos santuarios se encontraban en los sitios de más tránsito, en la encrucijadas de calles. Detrás de una misteriosa cortina se descubria la taberna y el tabernero, esa persona sencilla, noble, elegante y comunicativa.

Un limpio mostrador de madera o de mármol veteado y unas estanterías con repisas o anaqueles donde se alineaban las finas, largas y esbeltas botellas que guardaban el Montilla oloroso o el pálido Moriles.

Junto al vino en baldas distintas estaban los anises de Rute, de Cazalla, de Ojén, adornados su golletes con pequeñas moñas de los  colores nacionales, y en sus etiquetas, lucían estampados los retratos del «Machaco»,   «Zurito» y «Manolete», en  rutilantes trajes de luces.

Las tabernas de Córdoba se distinguian por su capacidad para acoger a diferentes reuniones de amigos. Tertulias de intelectuales, toreros, artesanos y un lugar de encuentro de jóvenes y trabajadores al acabar la faena.

Allá por los años veinte en la centrica calle de San Alvaro,  hubo dos tabernas que fueron muy célebres; una la regentaba Camilo Aroca y la otra Rafael Viedma.

La primera se encontraba en un extremo de la calle, ubicada en una vieja casona con un patio muy alegre, lleno de luz y de flores. Esta taberna era punto de reunión de todos los mozos que en aquellos años salían a dar serenatas. También estuvo allí el «Club Mahometano», formado por un grupo de jóvenes de buen humor cuyo único fin era el de gastar bromas.

Por el contrario, en la de Rafael  Viedma se daban cita para tomar su vino gente más formalita, entre sus clientes figuraba el primer Califa de Córdoba, Rafael Molina  «Lagartijo», acompañado de su cuadrilla y de los amigos más cercanos.

Los patios de las tabernas también jugaron un papel muy importante para la comodidad del cliente y el normal desarrollo del negocio, al verse aumentados los espacios con la colocación de mesas y sillas.

Había patios con muchísimo encanto donde se notaba de manera clara la mano femenina.

Un bello muestrario de macetas con geranios, de todos los tipos y claveles, de todos los colores saludaban la llegada del cliente.

Otros lucían bonitos y agradables decorados: fotografías, recuerdos, sentencias, carteles de ferias y fiestas y cabezas de toros.

Con arcos y capiteles califales en «Los Palcos», con enredaderas y geránios «el Pisto» con alicatados monjiles o refectorios en la Paz de San Agustín.

Por las galerías encaladas se pasaba a modestos cuartos, reservados para la amable tertulia en torno al velador o a la mesa camilla.

Las paredes lisas dejaban sitio para la decoración que mandaba en aquella época: reproducciones de Julio Romero de Torres, la musa Gitana, oscuros desnudos, estampas de La Lidia, cartelería de corridas goyescas, patrióticas o benéficas.

Cada espacio tenía un diseño o una decoración diferente. Por ejemplo: En tabernas como «El Burlaero» en la plaza Pintor Miguel del Moral o «La Bodega de los hermanos Benítez» en la calle Alhakén II, (calleja junto al Hotel Colón) encontraremos la decoración propia de un ambiente taurino. Sin embargo en otras, éste ambiente es alternado con el flamenco, así ocurría en «Casa Salinas» de la Puerta de Almodóvar y en la de San Miguel, aquella que fundara Rafael Rodríguez «Calzones» y que ahora dirige el hijo de Pepe «El Pisto», quién fuera un excelente aficionado y gran intérprete de la guitarra flamenca.

En ésta casa, un 18 de julio de 1896, 78 clientes buenos aficionados a los toros, fundaron el mítico «Club Guerrita» cuyo titular Rafael Guerra Bejarano ostentaba la presidencia honoraria.

Sólo tres meses estuvo allí el Club. El día de San Rafael de aquél mismo año inauguró nueva sede en los altos del café «La Perla» en la calle Gondomar.

A «Calzones» le sucedieron los hermanos Garrido, en cuya etapa frecuentan la casa los legendarios toreros «Manolete» padre, Antonio de Dios «Conejito», «Cantimplas», «Recalcao», «Platerito» y muchos más. Por aquél tiempo también iba a aquella casa Julio Romero de Torres, a quien el vino de Montilla le estimulaba la inspiración, hasta el punto de que pintaba sobre el mármol de los veladores bellos retratos femeninos…que el camarero borraba a la mañana siguiente.

Muy notables fueron en nuestra ciudad tabernas como las de «Armenta» o la de «Huevos  fritos», ambas ubicadas en el popular barrio de San Lorenzo.

Lo mismo que la de Paco Acedo, (antigua Casa Almoguera) junto a la Torre de la Malmuerta, taberna que frecuentaba «Manolete» para jugar sus partiditas al dominó, sin tener ni idea, con amigos de su peña.

Muy renombrada fue también la que abrió el popular tabernero villarrense

«Paco Cerezo», en plaza de Colón, esquina con Torres Cabrera. Todas las paredes adornadas con motivos taurinos con especial dedicatoria a su buen amigo «Manolete». Ésta taberna era visitada por el diestro cordobés, siempre que sus compromisos se lo permitian, para tomar una copita de  «Fino la rana». Le pusieron ese nombre al barril por la gran afición del torero a comer ancas de rana, y  pajaritos fritos.

«El Puerto», taberna-marisquería cuyo cofundador fue el ocurrente e ingenioso descubridor de grandes toreros Rafael Sánchez Ortiz «El Pipo». Digo cofundador y digo bien pues su padre (el Rey de los mariscos en Andalucía), fue quién adquirió, en el año 1920, una pequeña pescadería en Córdoba, en la calle la Plata.

Aquél negocio fue fructifero gracias a sus mariscos. Los comienzos de su padre  fueron vendiendo helados con una carretilla por las calles de Córdoba. Después el hombre, resolvió

vender cestitas de camarones crudos. Pero, un día, concibió la brillante idea de cocerlos y venderlos creando un emporio de riqueza.

Rafael aprendió pronto, abrió sucursales por todos los pueblos de Sierra Morena y mantuvo una sana y gran amistad con «Manolete» que le llevó a presenciar desde una barrera de sombra de la Real Maestranza de Sevilla, la alternativa de su amigo Manolo, de manos de otro grandísimo torero: Manuel Jiménez Moreno «Chicuelo».

En aquellos años, el vino de cada taberna era diferente y especial, le llamaban «el vino  la casa»:

Así, el vino de «El Príncipe», se bebía en San Lorenzo; «El   Calabaza», en la Fuenseca; «La Galga», en el Alcázar Viejo; y «El Capitán», en la Puerta Nueva, junto el Acamuesao y el Filigrana de a peseta, eran los que marcaban el recorrido devocional del bebedor.

En la bodega de Rafalito Guzmán de la calle «Los Judíos» se bebía y se bebe un vino riquísimo. No en vano tiene bodega propia. Ésta taberna es de las más clásicas y conocidas de Córdoba.

Muy visitada por buenos catadores y por excelentes aficionados a la fiesta brava. La cabeza del toro «Tagarrito» que matara el diestro cordobés José María Martorell, preside el amplio patio de la entrada. Además también, fue sede social fue de la peña del diestro cordobés «Finito de Córdoba».

Años atrás habían administrado también la taberna del mismo nombre, de la calle José Zorrilla, detrás del Gran Teatro.

La taberna «Deanes» situada en la calle del mismo nombre, ocupa la parte baja de la antigua casa que habitó el inca Garcilaso de la Vega. Una artística cancela de hierro forjado, separa el portal-taberna con el porticado patio de columnas de mármol inmaculado, coronadas por capiteles de avispero.

En uno de sus tres salones cubren sus paredes una serie de fotografias antiguas y algunos objetos dedicados al torero de la tierra Manuel Rodríguez Sánchez «Manolete».

Igualmente hay un viejo cartel que recuerda:

«en ésta casa se rodó en el año 1957, parte de la película «El Cristo de los Faroles» cuyo protagonista fue el gran Antonio Molina».

En esta estrechita calle hay dos tabernas más: «Casa Rafaé» y «Los Califas».

En el contorno turístico de la Mezquita-Catedral están ubicadas gran cantidad de tabernas y mesones que ofrecen a sus visitantes buenos vinos y exquisitos menús:   «Los Geranios», Mesón «Las Flores», «El Patio», » El Capricho»  «El Abanico», «Casa Cayetano», sita en la calle Velázquez Bosco. Éste último negocio lo regenta el matador de toros «Cayetano de Julia».

De sus encaladas y blancas paredes cuelgan tres cabezas de toro estoquedos por él, que dan fe de su arriesgada profesión.

En «Casa Santos» se hacen y se comen la mejores tortillas de «papas» de to’ el mundo entero. Y en el «El Mesón el Bandolero» hay mucha calidad y buen precio.

No me olvido de Rafael Moyano (el Rey de los boquerones en vinagre) frente a la Mezquita, o del superfamoso «Pepe de la Judería» en la calle Romero.

Tampoco de Pérez Barquero que tenía sus tabernas en la plaza Almagra y en la calle Cardenal González (Los Palcos), o las de la Sociedad de Plateros que tienen diseminadas por distintos barrios de la ciudad (taberna y bodega, en María Auxiliadora) y sucursales en plaza de Séneca, Romero Barros y Avenida de Granada.

Ni siquiera las de «El Gallo» de mi amigo Manolo García con bodega propia en el Buen Suceso y sucursales en María Cristina, la Corredera y calle Almonas las tres ya desaparecidas.

De esta última tengo un imborrable recuerdo.  La noche del sábado 25 de julio de 1981, en su taberna, de la calle Gutiérrez de los Ríos le estrené junto con mi grupo «Los Piconeros», una de mis mejores partituras dedicada a sus excelentes vinos, cuya letra dice así:

«ESE VINO…

Desde tiempos muy remotos

se le rinde pleitesía,

a los riquísimos mostos

de nuestra bella Andalucía.

Es famosa por sus caldos

y por su sabor y aroma,

se destancan los del «Gallo»

cuyos vinos extraordinarios

son de Manuel García Zamora.

«Ese vino…

con categoría y rango,

no le hará a usted ningún daño

ni aunque lo beba de «seguío». Pruébelo, verá no le engaño,

que está que quita el «sentío».

Así que fama y nombradía

goza don Manuel García

y no hay otro como él,

porque conserva en sus bodegas

viejas y puras soleras

del mejor vino cordobés.

Letra y música:

Antonio Rodríguez Salido.-

Compositor y letrista.-

No me resisto a seguir dando nombres y ubicación de otras muchas tabernas que aún perviven en mi recuerdo.

Hélas aquí: «La Perla Chica» y «Los Portales» ubicadas en la Corredera. «Casa Cepas», «Calzaito» y «Casa Castillo» en el Realejo.  En la Fuenseca la del «Bolillo». La de «Faustino» en San Andrés. «Casa Caballero», en la Plaza del Potro. «Bodegas Campos», en calle Lineros. «Casa Novella», en Capitulares (Frente a la entrada principal del antiguo Ayuntamiento). «La Canoa», en Ronda de los Tejares (pasaje). «La Constancia», en la Avenida del Brillante. «La Copa», en Reyes Católicos. «Los Gallegos», «Perfecto Seoane», «Los Morales»y «Casa Chicuelas» en calle Alfonso XII.  «Los Caimanes», en la calle Isabel II.

«Casa Manolo», en la plaza de San Lorenzo. «El Pancho», en la calle Montero. «Casa Miguel» y «El Portón», en plaza de Chirinos. «Juan Salido» en plaza de San Miguel. «Ogallas» en plaza del Corazón de María.  «Casa Rubio» y «Casa Bravo» en Puerta de Almodóvar.

«Mesón Juan Peña» en Doctor Fleming. «La Lechuga», en Tomás Conde. «Casa Jerónimo», y «Almudaina», en los Santos Mártires. «La Galga», la Viuda». «Bodega San Basilio y «Casa del Pisto» (padre) en el Alcázar Viejo.»Pagos de Moriles» en Molinos Alta. «Casa Pepe», en Arroyo de San Lorenzo. «El Rinconcito», más conocido cariñosamente por «El Abuelo», en plaza de San Miguel. «Casa Villegas»y «Portos» en plaza de San Felipe. «Correos», «Guerrero» en Jesús y María. «Carrasquín» y «Ariza» en calle Málaga. «La Verdad» en José Zorrilla», «Campanero», en calleja Quinteros. «El Figón», en calle Gondomar. «Santa Marina», en Mayor de Santa Marina. «Los Toneles», en Fernando de Córdoba. «Villoslada», en plaza de San Pedro. «Casa Miguelito», en Agustín Moreno. «Agricultora» y «Currito», en plaza de Santa Teresa… «Minguitos», «Casa Pelitos», «El Juramento», «El Coto», «La Reala». «Los Lobos». «El Sanatorio» que después de adquirirla Antonio Luque pasó a llamarse «El Barril», sita en Puerta Gallegos, «Séneca» en Ambrosio de Morales, «La Barrera» en Calleja Munda, «Pepe el Habanero» en la Piedra Escrita… «Miguelito», «Flor», «Ponferrada», «Romerillos», «La Llenka», «Tenerife», «El Gordito», en el Campo de la Verdad…y  muchísimas más.

Por desgracia algunas de las citadas, ya están dadas de baja.

Algunas tabernas eran muy especiales, para un determinado público, por contar con la «piquera».  Consistía en una pequeña ventanita por donde se servían las copas, o  «chicuelas», a personas que no deseaban ser observadas por otras, y que estaban en otra pieza o portalito adosado, cuyo paso se lograba por otra puerta distinta a la de entrada a la misma taberna.

Era el vino de los íntegros, de los tímidos, o de los amantes.

Las tabernas que tenían la «piquera» estaban contadas: La de «Salinas» en Tundidores; «El Tablón» en Cardenal González; «Pepe de la Judería» en calle Romero; «La Paloma» en la calle Manriquez  y «La Paz» en Santa María de Gracia. Éstas dos últimas también desaparecidas.

He dejado para este momento final, la taberna el 6 de Puerta Nueva frecuentada mayoritariamente por personal del matadero municipal, ligados casi todos al mundo del toro.

En ella se daban cita a la hora del bocadillo y al finalizar la jornada: los hermanos Flores, (Paco y Pepín) el mayor casado con una de las nietas de la popular carnicera de la calle Abejar, «La Damasa» para la que yo trabajaba de ayudante; Antonio  Yáñez Saco «El Gallo», sobrino de «Cantimplas», fue  banderillero y era jefe de nave en el matadero municipal; Paco Camuñas, primer mozo de espadas de Manuel Benítez «El Cordobés» y Pepín Garrido banderillero en la cuadrilla del éste diestro; Rafael González «Pelajopos», picador de toros profesional; Rafael González banderillero (padre del matador de toros Alfonso González «Chiquilín») «El Curri» puntillero; «El Bicho», muy popular por haber rodado una escena muy eaarriesgada, en la grandiosa superprodución «Ben-Hur», doblando al actor Chalton Heston, en la que sostuvo una singular lucha con un toro bravo, en la arena de un circo romano, hasta conseguir derribar y vencer al morlaco; el industrial cárnico Juan León y sus hijos; el siempre genial José Bejarano Martínez «Pepe Olla» que tenía la carnicería en la calle Alfonso XII, junto a mi casa y que fue el primero en ponerme delante de una vaca «bronca», de media casta, que llevaron a sacrificar al Matadero. !Esto sí que fue una historia qué ya contaré en otro momento!. Todos estos y otros más, trabajaban de «jiferos» (matarifes) en el matadero. municipal de nuestra ciudad.

Y como punto final, un deseo vehemente: me hubiese gustado, al menos, conocer el nombre del «saborío», «malage» que trató a Córdoba de borracha y analfabeta dedicándole el falso cantar de….»trescientas tabernas y una sola librería».

!Me molesta! Sencillamente.

Pero la respuesta se la dio en el año 1925 el escritor y poeta cordobés M.R.. Blanco- Belmonte al escribir:

CÓRDOBA. «…CASA DE GUERRERA GENTE,

Y DE SABIDURÍA CLARA FUENTE».

 !Ahí queda eso…

Antonio Rodríguez Salido.-

Compositor y letrista.-

Escalera del Éxito 176.-