A pesar de las alegrías de las orejas y las puertas grandes disfrutadas estos días de la denominada Feria del Arte y la Cultura, la realidad es triste, bastante triste diría yo.

 

A modo de cuento habré de decir que érase una vez una plaza con muchos empresarios, mandones todos ellos en el mundo de las empresas taurinas, en el mundo ganadero, en el mundo del apoderamiento y que abarcaban buena parte de España y Francia y porque no querían ir más allá, pues caso de hacerlo se harían los amos en las Américas también.

 

Tenían entre sus manos buena parte de los destinos de las llamadas figuras y alrededores y teniendo, como tenían, la plaza de Madrid, ésta calificada como la más importante del mundo, disponían de recursos de toda índole para armar ferias y festejos, entre los recursos dispuestos se encontraban 17.000 abonados de antiguo en Las Ventas. Así, de ese modo y contando con todo eso, montaron la Feria de San Isidro, la más larga y conocida del mundo, e inventaron otra que iba a acabar con el cuadro; lo del cuadro debe ser por lo del arte y la cultura y de ahí que la pusieran ese nombre.

 

 

Terminó el serial isidril y la cosa quedó en empate, o lo que es lo mismo nada de nada como resultado final. Quizá propio el resultado de un buen truco de magia: nada por aquí, nada por allá. Pero siempre podrían resarcirse con la otra feria con el nombre rimbombante que se había vendido como la necesaria para cautivar a propios y extraños.

 

Y llegó la triste realidad. La plaza registraba entrada más pobre que en la isidrada el primer día y eso que había hasta uno del G10 en el cartel, hicieron paréntesis con la llamada corrida de la Beneficencia; habían preparado para ella, sin poderles pagar con lo recaudado, los nombres más sonoros del G10 torero y del G1 ganadero y al reclamo de unas cosas y otras llenaron. Un espejismo. Al día siguiente, con otro del G10 y uno que se puede llamar G11 vieron como la plaza registraba la peor entrada desde hace un mes. Y esa triste realidad no sabemos si les ha propiciado alguna moraleja. A nosotros sí.

 

A los toros no quiere ir ya nadie pues han logrado aburrir a todo el mundo. Esa es la primera conclusión de esta historia. De nada sirve anunciarla a bombo y platillo y hasta en los autobuses. Se necesita algo más que muchos empresarios con todo el poder. La segunda conclusión es la tapadera utilizada desde el triunfalismo, creyendo que eso es lo que acerca a la gente a las plazas. Ejemplo muy reciente: Tras dos días con salida a hombros se registra la peor entrada, inferior a la de la primera tarde de esta feria.

 

No es reclamo esas puertas pequeñas y hasta servidas en bandeja, no es reclamo ni el arte ni gaitas, lo que es reclamo en la Fiesta de los toros, son los Toros, sin ellos y la emoción que transmiten esto no es nada, un juego donde se entretienen unos cuantos empresarios, unos cuantos ganaderos, unos cuantos toreros y unos cuantos periodistas. Su juego no tiene base y se hace añicos enseguida. No tiene explicación la pobre entrada de hoy o sí la tiene como pueden ver. Hartos están los que eran aficionados y ajenos los que no lo son. No deslumbran ni cautivan ni a unos ni a otros.

 

De lo de hoy, hemos tenido una nueva oreja, y van cinco, ya se parece esta plaza a otras de segunda donde todos los días caen orejitas. Pero ya han podido ver los que tienen que verlo, que eso no seduce, no vale.

 

Daniel Luque ha sido el afortunado hoy, según se mire. Tiene una oreja en el esportón tras matar al toro que llevaba las dos. Se podrá sentir contento con algún pasaje estimable de su trasteo, pero tras matar bastante bien ese ha sido su premio. Podrá estar contento, pero para nosotros eso es conformarse con muy poco. También había lucido con el capote a ratos, sin la continuidad que exige el poder poner una plaza patas arriba, aunque ésta sea facilita como la que hay ahora en Madrid.

 

Otra triste realidad palpable es la nube donde vive instalado El Cid. No entiende qué pasa con ese público que un día le puso en figura y dinero y es que está muy perdido, incluso para entenderlo. Así que alguien cercano deberá decirle que es muy triste su deambular por la plaza como para cautivar a nadie. Se estará más cómodo que con los victorinos, que le encumbraron, pero no dice nada su toreo con los toros bobones de las figuras.

 

Ha confirmado Thomas Dufau y lo ha hecho dignamente. Sin pasos adelante ni pasos atrás. Anda fácil delante de los toros, por lo menos los de hoy, y su paso por Las Ventas no ha sido hacia atrás como otros compañeros que han pasado por aquí.

 

Nadie de los implicados hoy debería estar satisfecho. De forma palpable hemos visto la triste realidad.