“De la Montería”, tratado sobre la caza de Gonzalo Argote de Molina, 1582. Muleta, espada, rejones y baderillas, ya en plaza redonda

Artículo de José Mª Moreno Bermejo. Escalera del Éxito 123

Regular el poder del toro

El objetivo más difícil de conseguir en la Suerte de varas es, sin duda, el de regular adecuadamente el poder del toro para que pueda adaptarse al toreo actual sin mermar en demasía sus capacidades físicas y psíquicas. Las consideraciones que se nos ocurren en este apartado las desarrollamos en los siguientes puntos:

Dosificar el castigo. El reglamento taurino ha ido reduciendo el nº mínimo de puyazo que pasó de 4 a 3 para quedar en el último y hoy vigente en sólo 2 en las plazas de 1ª y 1 en las demás. Sin duda los comisionados para fijar esta normativa tuvieron en cuenta cómo se pica hoy y que nivel de poder presentan los toros actualmente. Así pues debemos exigir que el castigo infringido en varas sea el adecuado para mantener la integridad del toro y que tenga que ser “lidiado” por su matador antes de darle la muerte.

Colocar la puya en el morrillo

Además de para ahormar la embestida, templarla y mejorar sus defectos, la puya en el morrillo es menos  perniciosa para la integridad de la res y permite regular con más precisión su fuerza, brusquedad o exceso de violencia. Ponerla en otros sitios trae consecuencias negativas para el comportamiento posterior de la res. La profundidad a la que llegan los puyazos, a veces cuatro veces más que la longitud de la puya, exige una colocación en la zona citada, el morrillo, que mantiene una distancia de unos 40 cms sobre la vértebra más cercana a él. La extendida y muy errónea idea de que el puyazo debe colocarse en la cruz puede traer consecuencias muy  negativas para el comportamiento del burel en la muleta. El estudio realizado en 1998 por los veterinarios D. Julio Fernández Sanz y D. Juan Villalón González-Camino, sobre los toros lidiados en la segunda mitad de la feria de San Isidro de ese año, explica: “Al nivel de la zona de la cruz se ven afectados los siguientes músculos: el trapecio, el romboide, el espinal y semi espinal del tórax, el mutífido del tórax y el ligamento de la nuca. No se produce el efecto deseado de ahormar la embestida pudiendo existir claudicaciones del animal. Además esta zona se encuentra muy próxima a áreas óseas, nerviosas y vasculares muy sensibles”.

En la Revista de Estudios Taurinos nº 9, de 1999, figura el citado estudio (págs. 95/112) y el realizado un año antes por la Universidad de Córdoba desarrollado por los veterinarios: D. Luis F. Barona, D. Antonio E. Cuesta y D. Ildefonso Agüera. Las conclusiones son muy parejas si bien existen algunas pequeñas diferencias en la profundidad de los puyazos y en el porcentaje de puyazos puestos en el morrillo; diferencias explicables ya que un estudio se hizo en la plaza de Madrid y el otro en 3 plazas, Sevilla, 24 festejos, Córdoba, 14 y Madrid, 8. Estos estudios son interesantísimos y conviene que sean conocidos por los aficionados. Las conclusiones determinan clarísimamente el resultado causa-efecto en el comportamiento de la res tras el puyazo.

Regular la hemorragia

Un toro de 500 kgs tiene una volemia de unos 37,5 litros. Un puyazo actual produce una hemorragia de 1,5 a 2,5 l, esto es, un 6% de su volemia. Hay que tener cuidado con no provocar sangrado por encima de esos valores pues mermarán las condiciones de poder del animal. Si un puyazo aplicado en la cruz (33% van a ese lugar) o más allá de ella (36%) no cae en lo alto puede afectar a las venas supra escapular o a la arteria de igual nombre y producir una hemorragia superior. Aún por debajo de ese 6% de su volemia el toro verá reducido su poder y es por ello, también, por lo que hay que picar en el morrillo, pelota muscular memos irrigada y nervada que las zonas cercanas. Sobre la hemorragia del 6% podemos hacer una comparación con el hombre. La volemia de un hombre de 70 kgs es de unos 5 litro. El 6 % de la volemia sería unos 300 cc. Si nosotros donamos sangre nos extraen 300 cc, normalmente, y nuestro estado posterior pasa a una lasitud que remediamos con una Coca Cola y un bocata mientras reposamos unos minutos. Pero el toro ha de seguir atacando, respondiendo a su casta, corriendo; sin coca, descanso ni bocata…

Es cierto que lo de evitar la congestión del animal con un necesario sangrado no tiene sentido ya que la congestión se produciría con porcentajes de volemia superiores al 30%, totalmente imposible en la lidia.

Choque y lucha en el peto

Insistimos en evitar el choque del toro contra el peto; y seguiremos insistiendo. Las malas consecuencias de los choques violentos producen deterioros físicos y psíquicos muy perjudiciales para la lidia. Repetimos que, al igual que el torero debe evitar los enganchones en capa y muleta y así lograr una embestida templada y lineal (obediente al trazo del lance o del pase), el picador debe templar con la fuerza de su brazo y el dominio de su caballo la energía cinética que desarrolla el animal en el encuentro. El choque y el exceso de tiempo luchando contra él produce también un deterioro psíquico que anula en parte la voluntad del cornúpeto, empeorando su comportamiento. Todo es negativo tras una vara clavada fuera del morrillo, permitiendo el choque contra el peto y alargando el tiempo de la pelea por encima del estrictamente necesario

Sabemos que es difícil hacerlo bien, pero también es difícil correr 100 mas en 10″, o levantar 150 kgs, saltar 2,40 mts de altura, o… Para ello hay que entrenarse. Una persona de 100 kgs no correrá 100 mts en 10″. La de 50 no levantará 150; y la que mide 1,60 mts de altura y pesa 80 kgs es presumible que no salte 2,40 mts de altura. Por ello debemos denunciar que esté permitiéndose picar a señores con el físico inadecuado porque es imposible que puedan hacerlo bien. Nos consta que la Unión de Picadores y Banderilleros de España y los picadores más veteranos, están muy preocupados con el intrusismo que hay en su escalafón, y que es imposible atajar por la lasitud de la reglamentación al respecto. Un aspirante al escalafón que tenga un escrito de un ganadero en el que se diga que ha picado en sus tentaderos  y está preparado para la profesión ya tiene derecho a hacerlo. Vergonzoso.