La Suerte de Varas es fundamental en el desarrollo de la Corrida, ya que su realización correcta determina el aprovechamiento óptimo de las cualidades del toro bravo adaptándolas a las necesidades de la lidia; nos muestra la belleza que depara el crecerse en el castigo, y todo ello infringiendo al bruto el menor sufrimiento posible. Por el contrario, cuando ésta se ejecuta con desmesura o incapacidad, vemos vejado al animal de manera injusta, inadmisible. La finalidad múltiple de esta Suerte se puede determinar en los siguientes aspectos: 1º.- Observar la bravura de la res. 2º.- Conseguir ahormar la embestida. 3º.- Regular el poder del toro para hacerlo apto para la lidia. 4º.- Posibilitar quites artísticos de los matadores. Como consecuencia, al asistir el espectador a una Suerte de Varas bien ejecutada a un toro bravo, la belleza de su carrera, la fijeza en la lucha y el poder y la tenacidad en el empuje, logran un momento del máximo interés para el observador. La vara bien puesta logra que el toro ahorme su embestida al dificultarle el uso del músculo epiaxial con el que alza la cabeza; una embestida más templada al adecuarse un correcto poder resultado de la sangre vertida en el puyazo y del esfuerzo empleado en el encuentro con el jaco. Por el contrario, y como explicaremos más adelante, la Suerte de Varas mal ejecutada rebaja la dignidad del espectáculo, lo hace vejatorio para el toro, hiere la sensibilidad de los espectadores y rompe en demasía a la res que, como es lógico queda mermada en sus capacidades, tanto físicas como psíquicas.

 

Durante los últimos tiempos, quizás en los 25/30 últimos años, se ha venido aplicando el puyazo a la res en lugares cada vez más traseros, unas veces por impericia del picador y otras por desconocer estos el lugar exacto en que se debe picar. En estos tiempos, tras el deterioro continuado de la Suerte, es comúnmente aceptado que los toros deben picarse en el sitio llamado “la cruz”, y ya quedan pocos picadores antiguos que puedan aleccionar a los noveles sobre los destrozos que se producen en el aparato locomotor del toro cuando se pica en dicho lugar. Por ello es por lo que debemos recuperar la calidad perdida en la ejecución de la muy importante Suerte de Varas, y es lógico pensar que sólo se podrá lograr ese objetivo si se forma a los picadores para poder realizar esa Suerte de manera correcta.

 

En la “Tauromaquia” de “PEPE HILLO”, editada en Cádiz en 1796, se detalla perfectamente la forma de picar y todo lo inherente a la Suerte de Varas, conocimiento de los picadores de los diversos tipos de toros y de sus querencias, etc. En la página 35 de dicha Tauromaquia, dice: “… y luego que este parte (el toro), y llega a jurisdicción, le pone la garrocha en el cerviguillo,…”  Aclara posteriormente que el “cerviguillo” es lo que llamamos “morrillo”, que es la región carnosa muscular que se encuentra entre la nuca y la cruz, y ocupa en toda su longitud el borde superior del cuello o cerviz, por lo que también se denomina “cerviguillo”.

 

Como justificación de la necesidad de que los picadores que actúen el los espectáculos taurinos conozcan perfectamente las diferentes teorías que fundamentan la buena ejecución de la Suerte de Varas, queremos reflejar los estudios realizados al respecto, uno por 3 catedráticos de la Universidad de Córdoba (Sres. Barahona Hernández, Cuesta López y Montero Agüera), y otro, por 2 veterinarios de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (Fernández Sanz y Villalón González-Camino). Los primeros determinan en su trabajo, que se desarrolló tras el estudio de los puyazos inferidos a 277 toros lidiados en las plazas de toros de Sevilla , Madrid y Córdoba, durante los años 1996 y 1997, que los puyazos colocados en el morrillo fueron el 6,92%, infiriendo heridas de 25,03 cms, de profundidad; en la cruz cayeron un 39,27%, con heridas de 24,66 cms; el 33,39% cayó aún más traseros de la cruz; un 12,97%, fueron puyazos caídos, y 7,27% de ellos se infirieron en las paletillas. Explican los catedráticos que las varas en el morrillo es la ideal, por que:“… interesa el borde dorsal del cuello en su porción caudal, un poco anterior a su unión con la cruz, que corresponde al nivel de la 4ª a la 6ª vértebras cervicales, y que lesiona los músculos extensores (epiaxiales) responsables de los movimientos de la cabeza, consecuentemente de la cornamenta, logrando así ahormar la cabeza en sus movimientos para el tercio de muleta”.

 

Si el puyazo se cursa en la cruz, dicen: “Este tipo de puyazo suele colocarse sobre la reunión entre la línea del dorso y la imaginaria que reúne las extremidades torácicas (lugar indicado para la estocada) A este nivel no están los músculos más importantes de la cabeza, sino los músculos del dorso y de los miembros anteriores. La puya en la cruz lesiona los siguientes músculos: el trapecio en su porción torácica; el romboideo torácico; espinal y semiespinal del tórax y cuello; el multífido del tórax y el ligamento de la nuca en su porción ancha, afectando a la irrigación sanguínea de las arterias intercostales”.

 

Al hablar de los puyazos traseros, dicen los técnicos de dicho estudio: “Los puyazos traseros son los que se colocan en la región del dorso. Son criminales pues solamente lesionan músculos relacionados con el raquis y más profundamente las costillas pueden ser también dañadas. El puyazo trasero es inadecuado, no regulariza el acornear ni debilita su empuje, más bien dificulta la locomoción. Al mismo tiempo la fuerza del cuerno desarrollada en el empuje queda relegada contra el peto y el caballo, por lo que su efecto es irregular, casual e incierto.

 

Como conclusiones finales, el estudio realizado por los catedráticos de la Universidad de Córdoba, Sres. Barahona Hernández, Cuesta López y Montero Agüera, determinan: 1º.- Los puyazos más adecuados, anatómica y funcionalmente son los colocados en el morrillo. 2º.- Los que más deterioran la locomoción son los colocados, de más a menos: en la paletilla, los caídos y en la cruz. 3º.- Los puyazos traseros perjudican las condiciones físicas del animal produciendo evidente dolor en la región dorso lumbar y disminución del impulso del toro. Aconsejan que convendría legislar la aplicación correcta de la puya en el morrillo, y acortar la longitud de ésta para que las heridas no sean tan profundas.

 

El otro estudio aludido se realizó durante la Feria de San Isidro de 1998, y se contemplaron los puyazos que se dieron a 90 toros, barajando un total de 8.197 datos: de salida, 990; de varas, 3.940; heridas de puyazos, 1.932; hemorragia, 90 y Laboratorio, 335.

 

De los datos estudiados, resumimos los más interesantes respecto a la Suerte de Varas y sus consecuencias. “Los 90 toros recibieron en total 197 varas (277 puyazos); 3 de ellos cobraron solo 1 vara (fueron devueltos); 68 tomaron 2; 18 recibieron 3 y 1 tomó 4.

 

Por la colocación, determina el estudio que: solo un 4,7% de los puyazos se han administrado en la parte trasera del morrillo (ninguno en la “pelota”, en la parte media) Dice: “El morrillo es la parte idónea para picar, pues en él solo se afectan los músculos extensores de la cabeza y el ligamento de sustentación de la misma. Se produce una hemorragia aparente, pero sin lesiones de huesos, cartílagos o nervios de especial importancia en la locomoción”. El estudio determina pues que el 95,3% de los puyazos se ubicaron en la cruz, dorso o paletillas, zonas esta en las que se merma la movilidad de los toros al lesionarse la unión muscular entre ambas extremidades anteriores y el tórax, aplomándose los toros y pudiendo provocar cojeras por afección reflejas de ciertas enervaciones, e incluso insuficiencia respiratoria por perforación de pleura en los puyazos traseros y caídos, que pueden producir un neumotórax. Las consecuencias de estos puyazos traseros son pues muy negativas para los toros y comprometen el comportamiento posterior de los mismos al disminuírseles la capacidad de desplazamiento lateral, provocarles caídas, restarles poder y movilidad frontal, así como limitar su capacidad respiratoria.

 

Los tiempos en lo que el toro estuvo debajo del caballo con la vara dentro de su cuerpo, fue de 30,84 segundos, esto es, 13,65 por vara. La “carioca” se realizó en el 29% de las varas; se barrenó en el 8% y se infirió “”mete y saca” en el 63 %. La profundidad media de cada vara fue de 31,5cms, en la 1ª y de 26,6cms,  en la 2ª. (Obsérvese que la longitud de los primeros puyazos en Madrid son de 31,5 cms., un 27% mayor que los inferidos en otras plazas como la de Sevilla).

 

Tras esta deprimente realidad, el aficionado puede colegir fácilmente por qué se encuentra la Fiesta en la situación actual. Es bien cierto, y nunca nos cansaremos de denunciarlo, que no hay Fiesta si no hay Toro, y que lo que hay ahora, tras la clarividencia que aportan los estudios referidos, no puede considerarse como una Corrida de Toros, sino como un sucedáneo licuado de un festejo que otrora nos deleitó. Podemos convenir con Álvaro Martínez-Novillo que: “La necesaria recuperación de la Corrida como espectáculo total pasa por la revalorización del papel de los picadores y banderilleros que para ello deben ser debidamente estimulados”.     

   

Las consecuencias que se derivan de una mala ejecución de la Suerte de Varas, son pésimas para la Fiesta, y creemos que muchos picadores desconocen lo pernicioso de su mal hacer picando trasero, caído, prolongando el puyazo, barrenando; también muchos matadores desconocen el perjuicio que para sus intereses suponen los puyazos mal dados, pues presumiendo que con el castigo quedará con menos poder la res, no reparan en que al dejarle sano la musculatura epiaxial, el poder del toro para levantar la cabeza queda intacto (no se ahorma la embestida); ni cae el diestro en que los puyazos trasero pueden afectar otras musculaciones o partes nerviosas que logran que el toro se rebrinque, cabecee, etc; y lo peor, lo mas frecuente, es que el toro se acabe enseguida por que no puede su aparato locomotor con tanto castigo.

 

Debemos pues difundir estos informes técnicos que coinciden en que las consecuencias que acarrea la mala ejecución de la Suerte de Varas es muy dañina para el correcto desarrollo de la lidia, para el aprovechamiento íntegro de las virtudes del toro bravo y para la dignidad misma de la Fiesta.