Andaba en lenguas la cuestión, pero a las cinco y media de la tarde del domingo 6 de octubre sonó al clarín y apareció en el ruedo de don Ramón Pignatelli el primer toro de de Peñajara, los descendientes de los «contreras» de «Tito Balta». Y, aparénteme, hicieron honor a sus progenitores aunque solo fuera en su aspecto externo y sus pelajes, pero fallaron en las fuerzas y en la casta. Entre el segundo (502 kilos) y el sexto (681 kilos) hubo casi doscientos kilos de diferencia aunque esa distancia en la báscula no tuviera tamaña repercusión en lo que al trapío se refiere. Tuvieron ímpetu inicial el cuarto y el sexto, aquel con un derribo arrollador en la primera entrada al caballo y el mastodóntico «Bandolero» derribando con el golpe certero de su pitón izquierdo. Este último toro fue la bellísima estampa del toro de «Sol y Sombra» de finales del siglo  XIX, berrendito en castaño, chato, sin badana y gargantillo, fino de pitones y de extremidades pero siempre con la cara por las alturas, sin humillar y un tanto violento. Una pena que a tanta belleza física no correspondieran con la noble bravura necesaria para la creación de la obra de arte soñada.

Los toreros, Rafael Rubio «Rafaelillo», Rafael de Julia y Noé Gómez del Pilar brindaron la muerte de sus primeros colaboradores a la escasa concurrencia, un sexto de la capacidad actual de la plaza que es de algo más de 10 mil localidades. El de Murcia estuvo habilidoso con la muleta en su primero, al que mató de una estocada corta algo contraria y el descabello a la primera y en el mismo son en el cuarto con remate de pinchazo y estocada trasera, aplausos y ovación, Rafael de Julia ligó las mejores tandas de muletazos pero fallo a espadas, no por culpa de esa espada sino por encoger el brazo que empuñaba el arma toricida, en una pinchazo y una casi entersa perdiendo la muleta en la ejecución, y Gómez del Pilar, buena estampa y vestido de blanco y leves toques dorados, tuvo un primero claudicante al que mató de un estoconazo en la suerte contraria y se mostró decidido e insinuante con el «Bandolero» que no se entregó nunca y al que mató en corto y por derecho de otra estocada fulminadora. Hubo petición de oreja mayoritaria dentro de la desolada concurrencia y el señor Pasamontes, el presidente, más conocido por «Sandokan», no quiso concederla. Fue lo más destacado de la primera tarde esta incierta Feria del Pilar de Zaragoza 2013. Doce más uno, dirían algunos. A Rafael el Gallo, en una vuelta al ruedo, le echaron una bicha y él la recogió y se la guardó entre el chaleco y la camisa. Luego hablan de los gitanos.

 

Artículo de Benjamin Bentura Remacha

Periodista

Fundador de la Revista “Fiesta Española”

Escalera del Éxito 85