Dos de los símbolos más gloriosos que ha dado la tauromaquia, lo representan la plaza de toros El Sport de Barcelona y Joselito el Gallo. Sus vidas corren paralelas en cualquier biografía taurina que se precie.

Un centenario cumple la inauguración de aquella plaza joven y coqueta, y noventa y cuatro años hace ya, de la trágica muerte en Talavera de la cátedra más perfecta que ha dado la universidad taurófila.

Una, fue el distintivo más exuberante de afición que se ha conocido en una ciudad, el otro, representó la perfección de lo ejercido en tauromaquia hasta la fecha.

Para El Sport, se otorgó el título de la tercera plaza ubicada dentro del núcleo urbano de una ciudad, y para José, su poderío representó el diploma que todos aquellos que soñaban con el toro, añoraban alcanzar.

José no estuvo en el cartel inaugural de El Sport, pero sí asistió a la presentación que la empresa hizo para los medios de comunicación y aficionados, cuatro días antes de su inauguración.

A pesar de su inmenso amor propio, no fue José el primero en cortar una oreja en El Sport, fue su hermano Rafael en una corrida en la que se batieron mano a mano. Seguro que esa tarde la mirada de José, no buscó la de Rafael, claro síntoma con el que castigaba a su hermano cuando no estaba en concordancia con él.

De los apenas siete percances que sufrió el gran Coloso de Gelves, el más grave después del mortal de Talavera, lo sufrió en el anillo siena de la plaza El Sport. Al entrar a matar fue empitonado por el triángulo de escarpa de la pierna derecha y se fracturó la clavícula izquierda. Su traslado al Hotel Oriente situado en plena Ramblas barcelonesas, colapsó de aficionados las aceras de la emblemática calle, hasta que entrada la medianoche la policía tuvo que dispersar pacíficamente a la multitud.

A pesar de tener una efímera juventud, la plaza El Sport, se convirtió en poco menos de un año, en la Gran Dama que hoy conocemos como La Monumental de Barcelona, y José no abandonó aquella joven y coqueta muchacha, esperó su transformación y la consagró en la inauguración, como unión inseparable de dos ejes fundamentales de la Edad de Oro del Toreo, la masificación de aficionados y el magisterio de la perfección.

Con un dolor infinito,

En aquella primavera,

Lloró toda España entera,

La muerte de Joselito,

En la plaza de Talavera.

Por fandangos cantó este sentido sollozo, el irrepetible cantaor salmantino Rafael Farina.