La suerte de varas tiene por finalidad el castigo y quebranto del toro, amén de probar su valor y fuerza. El tercio de banderillas tiene por misión reanimarle, alegrarle o avivarle, excitándole sin restarle fuerzas. Yo creo que este fin se consigue sólo en el momento de clavar los arpones, pues la conclusión de la suerte, e incluso en la preparación para clavar, se quebranta al animal con capotazos y quiebros o recortes en la salida.

En los tiempos antiguos se ponían de una en una. No es hasta la publicación de la «Cartilla de Osuna» que se habla en plural de ellas. Discrepo con el publicista de la obra, García Baragaña, o más bien interpreto que sus palabras «pondrá sus banderillas» se refieren a que se colocaban varias, pero siempre de a una, como se aprecia en los grabados de la Tauromaquia de Goya de 1816. Y aunque en otras Tauromaquias aparezca el banderillero con varios palos en la mano, debían de clavar estos por unidades, como hace el caballero rejoneador actual cuando clava «las rosas».

Todos sabemos que el cometido de banderillear es misión de los peones o subalternos, a los que por ello se les llama banderilleros. Tan solo banderilleará el matador para su lucimiento, tras una faena extraordinaria, y para demostrar así que es «maestro» en todas las suertes. ¿A qué ese empeño de tantos matadores en hacerlo ellos todo cada tarde? Una, que es muy mal pensada, sospecha que los tales matadores son mejores con las banderillas que con muleta y estoque, y de ese modo cubren sus deficiencias.

Volviendo a los tiempos clásicos, los banderilleros hacían la suerte guardando un orden por antigüedad en el desempeño. Siempre han sido dos los encargados de clavar a cada toro, y estaba reglamentado el tiempo a emplear cada uno en el cometido: tres minutos. El reglamento de 1923 cambia este precepto por el de tres pasadas por la cara. El actual ordena que a la tercera pasada sin clavar, se corra el turno a otro banderillero, pero… el reglamento dispone, y cada quisque hace lo que le parece o puede. A título de curiosidad simplemente diré que las banderillas de fuego, que se ponían a los toros que no cumplían en el caballo como muestra de deshonra por su mansedumbre y cobardía, fueron desterradas por decreto en 1928, y se sustituyen (Madrid, 21 de Julio de dicho año) por un capuchón negro en un cuerno, que se le coloca después de muerto el bicho, antes del arrastre. En 1930 vuelven a colocarse las banderillas de fuego, que desaparecen definitivamente en un tiempo se ejecutaba una variedad de banderillear llamada parcheo, en el que los palos se sustituían por unos parches de cuero con arpón que se clavaban en gran número por todo el cuerpo del animal, y después se le arrancaban.

Volvamos a los modos de clavar banderillas:

BANDERILLAS CAMBIANDO EL VIAJE.- Otro modo de banderillear al cuarteo, con la variante de que se amaga consumarlo por un lado y se verifica, al final, por el contrario. Su mérito, aparte lo espectacular, reside en la necesidad de hacer la suerte más en corto y arriesgadamente que en el «cuarteo de frente». Se usaría no por adorno, sino por recurso ante la acción inesperada del toro de cortar el terreno.

BANDERILLAS DE PODER A PODER.- El torero se coloca frente al toro a una distancia apropiada. Citando así distanciados, arrancarán ambos a la vez, en línea recta. Al llegar de este modo al centro de la distancia de arranque, el encuentro puede resultar brusco y violento, el torero clavará en rectitud y saldrá por pies con un ligero quiebro o sesgo. Es el poder bruto contra el poder inteligente. Muy lucido, resulta muy arriesgado y es necesario que los contendientes tengan pies. No se usa con toros tardones o reservados, poco claros.

BANDERILLAS AL NATURAL.- Variedad de «poder a poder», en el que el encuentro se produce más próximo al punto de arranque del toro o al del torero, por no haber arrancado ambos a un tiempo. De este modo el encuentro resulta más moderado y atrasado. Estos dos últimos modos son variantes (según criterio de algunos tratadistas) del cuarteo.

BANDERILLAS A LA CARRERA (Y A VUELAPIES).- Son las banderillas al «sesgo», a las que denomina así Montes. Su nombre es suficientemente expresivo y dan idea clara del modo de efectuar la suerte. Es un recurso que se practica con el toro muy agotado y no se mueve durante su transcurso. El torero entrará muy rápido y sesgado a la posición del toro, que estará inmóvil y más o menos abierto sobre la barrera.

Y finalmente vamos a dar un repasillo a otros modos (más modernos) de banderillear, y que generalmente practican los matadores para mostrar su preparación física, y porque resultan singularmente llamativos, aunque sean poco prácticos pues consiguen todo 10 contrario a la misión de las banderillas, pues agotan y rompen más al toro que ya sale agotado y quebrado de la suerte de varas:

BANDERILLAS DE ESP ALDAS.- El torero se coloca delante del toro, en su rectitud, y vuelto de espaldas a él. Llama su atención con los brazos en alto, y así espera que aquél entre en su terreno, en cuyo momento hace un giro con el cuerpo a la vez que quiebra y queda al costado del toro, en cuyo momento clava quedándose parado mientras el animal pasa a su lado. Este modo es con cruce de terrenos, pues es el toro el que va al torero.

BANDERILLAS AL VIOLIN.- Con los dos palos reunidos en una mano, el torero va hacia el toro en un sesgo, por el lado contrario a la mano en que porta las banderillas.

Cuando el toro humilla para machetear, el torero hace un quiebro y clava pasando mano y banderillas hacia atrás por encima de su cabeza.

BANDERILLAS A LA MOVIOLA.- Aquí el torero no va hacia el toro, sino que hace que el toro le embista corriendo de espaldas frente al toro que trata de alcanzarle, dando casi la vuelta al ruedo de esta guisa hasta que el torero se para, cambia y clava. Se necesita tener piernas, pero es de las menos arriesgadas, ya que en ningún momento se pierde la cara del toro y no hay embroque hasta que el torero no 10 pretenda. Todas las ventajas son aquí para el hombre.

BANDERILLAS DOBLES.- No son dobles por el hecho de que sea un par, sino porque son dos toreros los que ponen las banderillas a la par, uno por cada costado del animal. El único mérito de estos modismos está en que los garapullos queden en su sitio y reunidos. Por 10 demás, bien está el crear, pero mejor aún está conservar lo ya creado. Porque hoy se banderillea poco y mal, sin gracia ni estilo; muchas veces se repite clavar al aire, cuando no terminan los palos en la arena y el banderillero corriendo en competición olímpica con un toro gazapón o parado; se hace de costadillo, con 10 que el bicho recibe el aguijonazo en un costado, descolgado y desprendido. Yeso no es poner banderillas. Eso es ridiculizar al banderillero y perjudicar al matador, que se encontrará con un toro rabioso por unos picotazos que duelen y no despiertan la bravura del animal, y deberá luchar con todo un deshecho del tercio de varas rematado con los garapullos.