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Artículo de Luisa Moreno Fernández. Escalera del Éxito 177

Aprendiendo a torear

La suerte de banderillas es una de las más lucidas de la lidia, por más que su eficacia esté cada vez más en entredicho. El torero cita al toro a cuerpo limpio, sin engaños con que taparse, y clava los palos en el morrillo para probar casta y acometividad (¿no están suficientemente probadas en el caballo?). En la actualidad, las banderillas son arpones adornados en seda o papel, de vistoso colorido. Anteriormente eran una especie de dardos lanzados a mano, que arrojaban los espectadores. Más tarde (S. XVII) eran los lidiadores quienes, con la capa sujeta en la mano izquierda para llamar la atención del astado, trataban de clavar el arpón.

Se les ha denominado de muy diversos modos: arpones, arponcillos, avivadores, espabiladores, rehiletes, garapullo s, palos, palitroques, banderolas, banderillas, alegradores… En mi modesta opinión, ni alegran ni avivan o espabilan al animal, ya disminuido en el peto del caballo y la puya, antes al contrario, lo castigan y quiebran aún más, tras la carrera de acometida y el quiebro en el embroque. No olvidemos que las banderillas son una de las suertes de quiebro, características del toreo navarro y aragonés que se practicaba en contraposición al toreo artístico del Sur.

Muchas de las formas de banderillear no se practican en la actualidad, por desuso, y sobre todo por falta de práctica de los toreros. Este iguala al ponerse frente al toro para provocar la arrancada al animal. Una vez llega a su altura bajará las manos y clavará por delante en el morrillo (y no en los costados, en la cintura o en el suelo), ejecutando como hazaña lo que se denomina «asomarse al balcón», o sea, mirar perpendicularmente al morrillo para salir apoyado en los palos. Los adornos, jugueteos y carreras previos a la conjunción son especialmente festivos pero para nada necesarios.

Las banderillas son de lujo (con el adorno de papel más vistoso y costoso), cortas (utilizadas solamente en la suerte al quiebro), largas (se usan en todas las suertes), negras (en desuso, como castigo o afrenta a los toros mansos) y de fuego (ya desterradas).

Insisto en que la suerte de banderillas es muy vistosa, y aunque como todo en el toro tiene su riesgo, no es de las suertes más peligrosas, aunque el hombre y el toro se enfrentan cara a cara, sin impedimento de trebejos, y que un buen par debe clavarse reunido y en todo lo alto.    

Los banderilleros han de cumplir su misión con prontitud, que no con ligereza, para no restar tiempo a su director, ya que la brevedad es lo que conviene al maestro, que es quien debe torear, y ellos están para servir a su torero. Cuando banderillea el matador, a modo de lucimiento, escoge a su antojo la forma de ejecutar la suerte, según convenga a su facilidad y estilo ya las condiciones del toro. Pero siempre lo hará por la cara si no quiere degradarse con los palos.

BANDERILLAS A LA MEDIA VUELTA.- Es el modo más fácil, y puede hacerse de dos maneras. Una, colocándose el torero detrás del toro a corta distancia, lo llama con una voz o chocando los palos, y cuando el animal vuelva la cabeza (antes de que gire el cuerpo) clava los rehiletes y sale por pies. Otra: sale de largo, también por detrás del toro, que podrá estar parado o levantado, y al llegar cerca hará el llamamiento echándose un poco al lado por donde quiera hacer la suerte para que el toro le vea, y clavará como en el caso primero. Es un modo de parear en que el torero va hacia el toro, como en los casos siguientes:

BANDERILLAS AL SESGO.- Es mucho más expuesto y de verdadero mérito. En la antigüedad, el torero se colocaba detrás y cerca del toro sin que éste le viera, se iba a la cabeza, clavaba, y salía por pies. En la actualidad, se coloca frente al bicho, que estará algo terciado con las tablas, le llama, y arranca pronto, casi en línea recta, clava los palos al llegar a la cabeza y sigue el viaje.

BANDERILLAS AL RECORTE.- El torero sale a encontrarse con el toro y al llegar al centro de la suerte, cuando el animal humilla, recorta haciendo el necesario quiebro de cuerpo, retrasa su salida quedándose casi pegado al costado del toro y de espaldas al testuz de éste, y cuando el animal da la cabezada se clava él mismo los palos, ya que el banderillero tendrá la mano del lado del toro vuelta atrás con el codo alto, y la otra, pasando por delante de su pecho, va a igualar a las puntas de las banderillas, que quedan clavadas de atrás a delante.

BANDERILLAS AL RELANCE.- Aprovechando la salida de un toro después que le han puesto otro par, o cuando viene empapado en un capote, llegar a su terreno, cuadrar y meter los brazos cuarteando.

BANDERILLAS DE COSTADILLO.- (Que no de sobaquillo, como vulgarmente se les denomina). El banderillero corre hacia el toro gazapón o parado y clava en el costado, quedando las más de las veces descolgadas y siempre desprendidas. Eso no es poner banderillas. Es ridiculizar al banderillero y perjudicar al matador, que se encontrará un toro rabioso por los picotazos.

Se puede banderillear cuando es el toro el que va hacia el torero, con lo que hay cruce de terrenos. Entonces las banderillas se pondrán:

BANDERILLAS A TOPACARNERO.- Usada ya desde antes del S. XVIII (en aquella época se colocaban de una en una). En la «Cartilla» de Osuna se describe: estará el diestro con la banderilla en la mano, le llamará cara a cara, poniéndose en perfil, le dejará dar el golpe retirándose con prontitud dos pasos atrás y ejecutará el compás quebrado a la izquierda, tanto que los dos movimientos parezcan uno en su ligereza. Es un precedente del Quiebro, y la forma más difícil de ejecutar la suerte, resultando por ello la más lucida.

BANDERILLAS DE PECHO O A PIE FIRME.- Es la suerte a Topacarnero. El torero se coloca a distancia del toro y de cara a él. Ya venga levantado, ya citándolo, lo obliga a que parta. Tendrá parados los pies y cuando el toro llega a jurisdicción y humille, hará un quiebro con gran ligereza, y ya fuera del embroque se cuadrará y meterá los brazos, con lo que el remate es seguro y sin necesidad de salir con pies, aún con toros boyantes, por quedar fuera de jurisdicción.

BANDERILLAS AL QUIEBRO.- Partiendo de las dos anteriores, fue creación de Antonio Carmona «Gordito» en 1858. A cuerpo limpio y a pie firme, se cita al toro, y al llegar éste a jurisdicción, el diestro hace un gesto de dirigirse hacia un lado, para que el toro tuerza o quiebre su viaje, y pasa ceñidamente junto al torero, que no ha variado su posición primitiva, clava y sale caminando.

BANDERILLAS AL CAMBIO.- Es el mismo Quiebro, ejecutado con banderillas de lujo, que por el volumen que les da el recargo de sus adornos, sirven para efectuar un verdadero cambio en la trayectoria del toro, sirviendo ellas de verdadero engaño (sin engaño no hay cambio), lo que no sucede con las banderillas normales