Aprendiendo a torear

 

 

 

 

 

Todos los lances del toreo, son la materialización de dos conceptos bien definidos y delimitados: como recurso técnico para resolver la problemática que supone el comportamiento del toro, y la veta estética, que se consigue con la variedad y el gusto. Y es este elemento, la variedad, que se convierte en un ingrediente importante por sí y en sí mismo. Un torero será largo o corto según que su «menú» cuente con pases variados y numerosos, o se limite a los dos o tres más comunes, que llamamos clásicos. Toreros y aficionados, cuando nos encerramos en el casillero de clásicos, nos cuesta encajar un toreo que se salga de ese concepto. Claro está que falta otro ingrediente para que el lance resulte al completo, que es la efectividad, es decir, que sirva a los fines que se pretenden al ejecutarlo. La resultante, por ejemplo, de dar un lance de castigo a un toro parado y flojo, será desastrosa desde su concepción.

 

Es importante que unos y otros, toreros y aficionados, nos adentremos en la noción de las suertes. El toro expresa con su comportamiento sus cualidades para la lidia: fuerza escasa o sobrada, querencia hacia un punto determinado, embestida por un pitón más clara que por otro, que humille o alce la cara, prontitud o tardanza en la embestida… Pues bien; un torero que no sepa elegir adecuadamente los lances más idóneos a cada tipo y momento (de poder, de alivio, de quebranto, de dominio o de adorno…) casi seguro está abocado al fracaso. Y si al lance se le da su mijita de gusto, filigrana y adorno, el aficionado debe discernir con su conocimiento para poder captar la respuesta bella y efectiva del torero a la exigencia de la fiera.

 

Llevamos ya analizados en números anteriores unos quince tipos de lances, aún en el uso del capote. ¿Han visto los aficionados «clásicos» tal variedad en el repertorio de tanto figurón? Y éstos, ¿han pensado alguna vez en deleitarnos (suponiendo que sepan hacerla) con una selección un poco más amplia de este espléndido ramillete? A entrenar pues, que nadie nace sabiendo, y la perfección viene de la mano de la práctica.

 

Continuamos con el uso del capote, que preferible es pasarse que no quedarse «corto»:

 

ABANICAR.– Es un lance a dos manos, generalmente para observar y prevenir la velocidad de la res. El diestro, colocado frente al toro, presenta el capote extendido, y se deja seguir del toro andando hacia atrás y flameando a un lado y otro, alternativamente, el capote, haciendo que la res camine en zig zag mientras él lo hace en línea recta. Ya Paquiro lo enseña en su «Tauromaquia», a fin de ganar tiempo, adecuar la velocidad del animal y atemperar el paso de los dos contendientes.

MARIPOSA.- Es una variante del anterior, pero lo que en este caso se presenta al toro es el cuerpo, pues el capote se lleva a la espalda, y se flamea alternativamente de costado a costado, como el movimiento de las alas de una mariposa. Es un lance muy lucido y vistoso, pero arriesgado si el, bicho tiene pies, ya que el engaño está siempre detrás del cuerpo, y es necesario una gran precisión de movimientos para evitar el enganche y no dejar pasar al toro. Fue introducido por Marcial Lalanda, y a pesar de ser relativamente reciente y, repito, vistoso, es prácticamente un desconocido por lo arriesgado que resulta.

 

GALLEO DEL BÚ.- Es otra variante de los anteriores, y en este caso el capote se porta sobre los hombros, como si de una prenda de vestir se tratara. Así, caminado de frente o de espaldas, se hará flamear el capote asido por los extremos laterales, de la misma manera que en los dos casos anteriores. Cuando se practica, muy escasamente por cierto, ha quedado relegado a la zona del Levante, hasta el punto de ser totalmente desconocido por el aficionado del resto de la Península.

 

FRENTE POR DETRÁS.- O a la aragonesa, es muy celebrado las escasas veces que se ve ejecutar. El torero se coloca de espaldas al toro, con el capote extendido por detrás. Cuando se llega a jurisdicción, se carga la suerte, se mete en el terreno del contrario, y da el remate con una vuelta de espaldas, quedando armado para repetir. Pepe-illo, que pasa por su inventor, lo define así: «Esta suerte es de las más interesantes de las que se ejecutan con capa. El diestro se situará de espaldas frente al toro, y le presenta la capa por la parte posterior, cuidando de sacar los brazos para rematar la suerte en términos de que salve el cuerpo de la embestida por medio de un quiebro, y enseguida dará una media vuelta sobre los pies para quedar en actitud de repetirla». José Blanc dice que es «una verónica con el capote por detrás».

 

GAONERA.- Parece ser creación del banderillero Saturnino Frutos «Ojitos», pero quien la perfecciona y populariza es Rodolfo Gaona. Es suerte de lucimiento y gallardía. Colocado el torero frente al toro con el capote a la espalda (como para la MARIPOSA), previo medio farol, se presenta todo el vuelo al toro por un lado. Al llegar a jurisdición, se carga la suerte y así que remata fuera, se da media vuelta y de nuevo se presenta el capote por el otro lado, repitiendo. Se remata la serie con un lance al costado o con un recorte, soltando en uno o en otro caso una de las puntas del capote para mayor vistosidad. Se le denomina también «de frente con el capote por detrás», pero lleva a confusión frecuentemente a «de frente por detrás o aragonesa».

 

TIJERA. Y también “Tijerillas”, “Chatre» y “Catre». De ella dice Pepe-illo: “Se hace de frente al toro, tomando la capa con los brazos cruzados; en esta disposición, si el diestro despide al toro por el lado derecho, debe tener el brazo izquierdo por encima para practicarlo con comodidad. Si lo despide por el lado izquierdo, formará la cruz de brazos teniendo el derecho sobre el otro”. Era remate de una serie de verónicas o lances de frente. Montes advierte que: … “por tenerse los brazos en una posición embarazosa, no debe darse sino con toros boyantes o abantos, es decir, con los que se despegan del engaño con facilidad”.

 

FAROL.- Es una variante de la verónica, realizada en su remate. Parece ser creación de Manuel Domínguez en 1855, y así la describe la “Tauromaquia” de Guerrita: “Se ejecuta en su primera parte como la verónica, pero en el momento de sacar el capote de la cara del toro, se hace un movimiento como si se fuera a colocar sobre los hombros, dando con él una vuelta en derredor de la cabeza del diestro,’ y volviéndolo a su primitiva posición si ha de repetirla, o dejándola sobre los hombros si quiere terminar la suerte galleando». De aquí viene el nombre de otros lances de capa o muleta, que se denominan “afarolados”.

 

SERPENTINA.- Es una “revolera”, de la que ya he hablado anteriormente, pero en círculo vertical. Otra suerte similar es la llamada QUITE DE OROS, que es una “revolera” en la que se cita, y cuando se produce la reunión, el torero gira con el capote semi horizontal a la altura de la cintura hasta quedar nuevamente frente al toro para repetir. Se necesita un toro que repita, y se cierra la serie con la serpentina. Es muy vistosa, pero se requiere fuerza en los brazos y agilidad en las piernas.

 

MANDIL.- Muy similar a la verónica, pero a diferencia de ésta, cuando el toro llega al engaño, en lugar de correr los brazos y cargar la suerte con la pierna contraria, el torero extiende la capa delante del cuerpo (como un mandil o delantal) y gira lentamente siguiendo la embestida del toro para repetir. Se terminaba la serie con una revolera y se daba salida con una larga cambiada.