Leonardo Benítez logró el objetivo que se marcó cuando llegó a la feria, el triunfo rotundo. Con buenas verónicas saludó a su primero al que hizo un excelente quite por chicuelinas de manos muy bajas. Tras banderillear con exposición, compuso un trasteo con dos argumentos. Empezó con suavidad y temple, llevando a media altura y en línea al toro, algo flojo pero noble. Cuando logró asentarlo le bajó la mano con poder. Le llevó largo lo cual fue clave para su labor. Oreja de mérito. Con el encastado quinto, Benítez volvió a destacar con el capote tanto a la verónica como en un quite por navarras. Tres pares de banderillas en todo lo alto consiguió el diestro, fácil y con facultades. Centrado y serio, se aplicó en una larga faena, toreando con gusto y sin permitir que el toro alcanzara el engaño. Se aplicó el venezolano con firmeza y oficio, demostrando una vez más su raza. Entró a matar recibiendo y a pesar de que la espada no cayó en todo lo alto, el público solicitó por unánime aclamación el par de orejas que fueron concedidas.

José María Manzanares había dejado destellos aislados de su clase con su deslucido primero al que mató de forma contundente. Cuando salió el sexto, nadie presagiaba el acontecimiento que iba a producirse. Tras estar lidiador con el capote, Manzanares fue sobando poco a poco al astado, sin exigirle por abajo sino llevándolo en línea, suave, con cadencia. Una vez logrado el objetivo de encelar al bravo, vino lo grande. El alicantino desgranó una composición digna del mejor de los poemas. Cadencia, ritmo, tempo, un compendio de todas las virtudes del arte de torear. Cada pase, largo y sentido era el prólogo de otro mejor y así, en una catarsis de torería y gusto, creció una faena larga, en la cual se fundieron toro y torero. La petición de indulto llegó a niveles ensordecedores y fue concedido. El toro desde luego cayó en inmejorables manos. La vuelta al ruedo de José María fue apoteósica.

Finito de Córdoba, aseado y sin complicarse la vida, no se dio coba ante un lote deslucido. Su actuación fue el prólogo de los grandes acontecimientos.

 

 

FICHA DE LA CORRIDA

Plaza de toros de San Cristóbal

Sábado 24 de enero de 2009

Cuarta corrida de la feria internacional de San Sebastián.

Cuatro toros de Rancho Grande y dos de El Prado (primero y cuarto). Bien presentados en líneas generales. Soso y rajado el primero. Noble el segundo. Deslucido el tercero. Áspero y algo bronco el cuarto, encastado el quinto. El sexto, “Capitán Boris”, número 56, bravo y con transmisión fue indultado.

Pesos: 464, 452, 450, 440, 452 y 455 kilos.

Finito de Córdoba, de negro y plata: Silencio tras aviso y silencio.

Leonardo Benítez, de fucsia y oro: Oreja y dos orejas.

José María Manzanares, de grana y oro: Palmas y  dos orejas simbólicas.

 

Incidencias: Tarde fresca tras lluvia en el prólogo del festejo. Bien las cuadrillas, destacando la brega templada de Juan José Trujillo y un buen puyazo de Alirio Ramírez.

Leonardo Benítez y José María Manzanares salieron en hombros.

La plaza casi se llenó.

 

 

vitico.jpg  Desde San Cristóbal (Venezuela), crónica de Víctor Ramírez “Vitico”