Un periodista taurino radiofónico, Julio Gallego Alonso

Julio Gallego Alonso se hizo aficionado a los toros en su infancia mientras leía a Corrochano, famoso por sus crónicas taurinas publicadas en el diario español  ABC. Fue uno de los primeros en hacer doblajes en España en la década de los treinta. En los cuarenta fue la voz más importante del periodismo taurino de la postguerra. En los cincuentas se hizo acreedor al Premio Ondas por su labor taurina para la Radio Nacional de España.

 

Un médico Cirujano, Máximo García de la Torre

Los médicos Máximo García de la Torre y su hijo Máximo García Padrós, y sus predecesores Jacinto Segovia y Luis Jiménez Guinea han devuelto la vida a cientos de toreros a lo largo de los 76 años de la historia de Las Ventas. 

 

Máximo García de la Torre formó parte del equipo médico de la enfermería de la Plaza de Las Ventas y el Sanatorio de Toreros desde 1942. Tras el fallecimiento del doctor Jiménez Guinea, que en ese momento ocupaba el puesto de cirujano jefe de la enfermería y del sanatorio, García de la Torre pasó a ser la máxima autoridad de la plaza de Madrid.

La Sociedad Española de Cirugía Taurina instituyó en 1999 el premio Máximo García de la Torre. El galardón se convoca cada cuatro años y distingue a cirujanos taurinos que envían trabajos o estudios de carácter literario, clínico y/o técnico-quirúrgico relacionados con la cirugía taurina en sus diversas facetas.

En 2001 el Ayuntamiento de Madrid develó una placa homenaje a García de la Torre en su domicilio.

 

 

Un fotógrafo, Paco Cano

Para escapar de la pobreza, cuando tenía 17 años Paco Cano prueba suerte como boxeador. Sin mucho éxito decide debutar como espontáneo en Alicante, hasta que sufre su primera cornada. Durante la Guerra Civil Española va a Madrid y se esconde en casa de un amigo suyo que es fotógrafo y sigue intentando ser torero. Aprende a usar la cámara y en combinación con su experiencia en el ruedo aventaja a otros fotógrafos de la época pues domina la técnica de saber captar el momento clave de la corrida o en el que se produce el percance. Dedicado por completo a la fotografía, consigue hacer reportajes de los grandes maestros toreros de entonces, como Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez, Luis Miguel Dominguín y Manolete. Colabora con publicaciones en ABC, Marca, El Ruedo y Aplausos, pero decide dedicarse de lleno como fotógrafo independiente.

Paco Cano fue el único reportero gráfico presente en Linares, aquella histórica tarde de Agosto de 1947, en la que falleció Manolete. Sus imágenes develaron el rostro del matador ante la prensa y la sociedad, que conocían al torero únicamente por sus declaraciones en la radio.

 

Un diseñador de modas, Yves Saint Laurent

Chaquetillas con bordados en oro y lentejuelas, capas, boleros y taleguillas similares a las de los toreros, develan que la Fiesta fue fuente de inspiración para este reconocido diseñador de modas. La obra Tauromaquia de Goya alentó la creatividad de Saint Laurent a la hora de crear su colección otoño-invierno de 1979.

Lo que caracterizaba los diseños del modisto francés era la unión indisoluble entre la moda y el arte. Yves era aficionado a las obras de arte y sus colecciones las inspiraba en creaciones artísticas que le impactaban y que enaltecían el arte.

 

Un sastre, Justo Algaba

Ha vestido a toreros españoles como a Curro Romero, Rafael de Paula, Antoñete, Paco Ojeda, El Juli, Enrique Ponce, José María Manzanares Juan Bautista, Rafael Camino, Cayetano Rivera, Espartaco entre otros. Mexicanos como Fermín Espinoza Armillita, El Zotoluco, Eloy Cabazos, Manolo Mejía, Federico Pizarro y Alejandro Silvetti, novilleros como Luis Procuna y rejoneadores como Pablo Hermoso de Mendoza y Leonardo Hernández.

Pero Justo Algaba ni soñaba que sería sastre. Quería ser piloto de aviones pero no lo logró. En Madrid, buscando trabajo llegó a una sastrería de toreros y fue allí, donde surgió su deseo de pertenecer al mundo del toro. Hace casi 30 años que instaló su sastrería en la capital española, y hoy tiene sucursales en Sevilla y México, aunque su ropa se vende desde Nueva York hasta Japón.

El sastre tiene tal conocimiento de lo que significa la ropa de torear, que en sus creaciones, combina no sólo los designios de la moda, sino también la última tecnología, utilizando máquinas especiales para bordar y materiales textiles que repelen la sangre. Pero su afición y gusto por la moda taurina va más allá, y haciendo equipo con su esposa incorporó a su empresa ropa femenina y complementos inspirados en los vestidos de torear; como camisas, chalecos, hombreras, pañuelos, zapatos, carteras, bolsos o cinturones.

 

Un  pintor y cartelista taurino, Carlos Ruano Llopis

Su primer trabajo fue en un taller de fabricación de abanicos donde adquirió cierta destreza en las técnicas del dibujo. Después estudió en la Academia de Bellas Artes en Valencia y más tarde siguió estudiando en Italia.

Su enorme afición por el mundo de los toros hizo que el tema fuera el más destacado de su obra. En 1912 pinta un óleo con temática taurina y lo envía a la imprenta litógrafa Ortega, cuyo dueño llama de inmediato al artista para ofrecerle trabajo en sus talleres. Esta pintura sería litografiada al año siguiente y diseñada para la corrida de toros en la que el 16 de octubre de 1913 se anunciaba la despedida de Ricardo Torres “Bombita” del mundo de los toros.

Participó en exposiciones colectivas, diseñó e ilustró portadas de libros sobre monografías taurinas y postales. En 1931 publicó su primer libro Impresiones del Natural en el que se recogen los diversos momentos de la lidia interpretados por los toreros de la época. En México expuso su obra ante la insistencia de los toreros Juan Silveti y Armillita e invitado por el semanario Toros y Deportes. Después de la muerte de su madre, regresó a México a vivir y continuó con su trabajo pictórico taurino agregándole motivos de los rodeos mexicanos y la charrería. En 1943 publicó su segundo libro, Mi tauromaquia.

Él mismo diseñó los carteles que anunciaban la película Sangre y Arena.

 

Dedicación, entrega, compromiso pero sobre todo pasión por su afición a la Tauromaquia, es el común denominador de estos profesionales que han trascendido cada uno en su disciplina y en su época. Este puñado de personajes, a través de sus obras, creaciones y desempeños se han dedicado a darle un valor agregado a la Fiesta. Si la Fiesta tuviera ángeles de la guarda, serían personas como ellos, que han dedicado su vida a enaltecerla, embellecerla, a conservarla, a llevarla por el mundo, a ponerla al alcance de todos y mejor aún, a protegerla.