Todos los toreros, no importa su nacionalidad que están en activo merecen ser escuchados, cuanto más, si les precede un grado de expectación porque la experiencia ha demostrado que aportan color, variedad y calor a los festejos en España.

 

Con la misma disposición deben aceptar los aficionados de otros países las actuaciones de los matadores españoles. La realidad es que, el circuito mundial en donde se celebran corridas de toros debe ser, en si mimo, un estado común para todas las personas que mantienen la cultura, la tradición y la espiritualidad que atesora la fiesta. Esta temporada un importante batallón de aguerridos toreros mejicanos están dispuestos a discutir el Olimpo y la gloria a los matadores españoles. Benditos y bienvenidos sean. Esta es otra diferencia de los toros con el balón pie. En el toro no hay que saber geografía. Si naces en Miranda de Ebro, lo lógico es que seas simpatizante del Mirandés y desees que gane, sea como, sea». Pero si naces en Sabadell, no tienes por qué ser fan de «Finito de Córdoba». Los aficionados taurinos solo somos espectadores independientes y libres. Se aplaude a rabiar o se le abronca hasta ponerse rojo de ira al más «pintao» de los toreros aunque se trate de un primo carnal de nuestra santa.

 

Pues si, los toreros mejicanos estarán en las plazas de toros de España en cantidad y calidad suficientes para que la afición española los observe, los valore y los compare. Ellos, con sus actuaciones lograrán los triunfos que merezcan y la certeza de poder ser reclamados para la siguiente temporada si interesan. Ante este acontecimiento España recuerda con especial cariño y reconocimiento a un torero que hizo con su torería un monumento a Méjico en las plazas de toros españolas.

 

En 1.944 llegó a España un matador de toros mejicano. No era figura muy conocida ni allá, ni acá, ni llegaba con la soberbia intención de formar competencias con los grandes ídolos españoles del momento. Carlos Ruiz Camino, «Carlos Arruza» en los carteles. Hijo de españoles aunque nacido en el D.F. el día 17 de Febrero de 1.920. Su padre, Manuel Ruiz, sastre de profesión y aficionado a la fiesta de corazón. Pero la verdadera relevancia la tenía la parte materna. Un tío carnal, Julio Camino Galicia, militar médico, revolucionó la hipnosis psiquiátrica que cambiarían las terribles torturas que padecían los pacientes en los manicomios. Incluso llegó a curar a cientos de enfermos mentales de forma gratuita en su clínica de Madrid. Un hermano del doctor Camino, se exilio a la carrera a Méjico animado por su hermana, la madre de los toreros «Arruza», que ya vivía en el país azteca, Felipe Camino Galicia, de apodo «artístico», León Felipe. Toda la dinastía «Galicia» fueron hombres y mujeres aristócratas, famosos o de alta alcurnia. Carlos no podía pasar desapercibido. Arruza era el tercer apellido del torero y el segundo de su padre.

 

El matrimonio Ruiz Camino tenían ya un hijo cuando se fueron a Méjico, de nombre Manuel, nacido en España. Carlos, «el manito» cariñosamente de «Manolete» se crió en aquella república estudió, creció y se hizo matador. Dicen que la afición le llegó en la plaza de toros de «El Toreo» presenciando una corrida con su padre y su hermano. El cartel era muy atractivo, «Armillita» y Domingo Ortega actuaron aquella tarde.

 

Carlos Arruza torea por primera vez en una becerrada organizada por la gremial de ferreteros mejicanos. Se viste de luces el 28 de Noviembre de 1.934 en la plaza de toros de Vista Alegre de México obteniendo un clamoroso éxito que le lleva a repetir al siguiente domingo. La familia se traslada a España para que los novilleros respiren, aprendan y vivan la profesión de torero. En 1.936 deciden regresar a Méjico a toda prisa. Dicen por ahí, no sabemos si será, que el día que se despedía de España, Carlos Arruza se plantó delante de la puerta principal de la plaza de toros de Las Ventas y dijo, empinándose sobre las puntillas de los pies y sacando pecho, – «Algún día yo saldré por esa puerta».

 

Tomó la alternativa el 1 de Diciembre de 1.940 de manos de Fermín Espinosa «Armillita». Testigo, Paco Gorráez, con toros de «Piedras Negras». El toro de la ceremonia se llamaba, «Oncito» que le propinó una cornada grave al entrar a matar. Desde ese día alterna con los más famosos espadas de Méjico, «Armillita», Lorenzo Garza, Silverio Pérez, «El Soldado» … Pero por muy alto que llegara en el toreo mejicano nunca podría sospechar los días de gloria y el lugar que conseguiría en España. Se instala en Portugal a la espera de que el conflicto taurino hispano mejicano se solucione. En 1.944, queda resulto gracias a la perspicacia de un empresario taurino y contumaz trabajador por la fiesta, don Antonio Algara. Aquel año Carlos Arruza tuvo el honor de ser el primer torero mejicano que toreaba en nuestra Patria después de aquel enconado despropósito.

 

Carlos Arruza confirmó en la Monumental de Madrid el 18 de Julio de 1.944, Padrino Antonio Bienvenida. Testigo, Emiliano de la Casa «Morenito de Talavera». La ganaría pertenecía a «Muriel». Aquella tarde formó un sensacional alboroto, especialmente en banderillas. Tal fue el suceso que el público enloquecido, al clavar el último par, toda la plaza en pie, pidieron la oreja al terminar el segundo tercio. Caso único en la historia de un torero.