Varias consideraciones me sugiere el escrito del Sr. de Prada. La primera, quizás la más importante, proviene del sustantivo que se arroga: “taurino”. A mi manera de ver, (como decía siempre Domingo L. Ortega), lo de “taurino” tiene que ver con la dedicación al espectáculo de los toros, con aquellos que se aprovechan de la Fiesta para colmar sus alforjas; a los justos se les denomina “taurinos”, escuetamente, y a los aprovechados se les desprecia llamándolos: “los del taurineo”. Me extraña pues que D. Juan Manuel no se haya nominado, simplemente: AFICIONADO, que yo supongo adscripción más acertada. Puede ser, quizás, que nuestro gran novelista no haya llegado a ser nunca aficionado; que lo haya intentado, sí, en esa corta etapa de su acercamiento a la Fiesta Nacional, pero que no pasara de eso, de taurino. Quizás se acercó a la Fiesta, tal como lo hiciera en 1883 el excelso polígrafo D. Mariano Pardo Figueroa “Dr. Thebussem”, con ánimo de regenerarla, con la ilusión de que de ella escribieran los intelectuales, lo que al fin consiguió el eximio asidonense; o con la curiosidad de conocer porqué tantos españoles gozan del rito del que Rodríguez Marín dijera: “…, aquí, donde los toros son media vida española…”(1). O pensó el Sr. de Prada que introduciéndose en el mundo taurino podría explicarse el porqué se llama a nuestra corrida: Fiesta Nacional ya desde 1796, al menos, pues  en esa fecha aparece esa denominación en la obra que escribiera José Vargas Ponce, su alevosa  “Disertación sobre las fiestas de toros”, que, por cierto, pronto será contestada por el eximio estudioso e investigador D. Jesus Mª García Añoveros, autor de: “El hechizo de los españoles”, una de las mejores obras de investigación publicadas sobre nuestra corrida (editada por la Unión de Bibliófilos Taurinos, entidad que vicepresido). Seguro que D. Juan Manuel no ha leído la explicación que dio Eugenio D´ors al porqué de Fiesta Nacional: “Lo de ser nacional quiere decir, hija de la íntima fuente, popular y espontánea de un grupo humano. Que encuentra ahí la expresión inconfundible de su carácter; cual si la asistencia de aquella y su estilo fuesen dictados por la misma naturaleza; no la naturaleza en general, esta vez; sino la diferencial, la que da al grupo en cuestión una histórica solidaridad de casta”(2). Quizás pensó D. Juan Manuel que el pueblo ahora necesita ese “Pan y toros” que ya en 1812 escribiera León de Arroyal, para denunciar el chantaje político, antes de la promulgación de la Constitución…

 

No sé que le indujo al Sr. de Prada a entrar tan tardíamente en el mundo taurino del que, a mi parecer, nunca gustó. Recuerdo un artículo que escribió en ABC hace unos años, unos 8, quizá, en el que abominaba de la Fiesta, de la que decía que: “…, es más aburrida que un culo liso, o que la Biblia en Morse”. Yo creí que, cual Pablo de Tarso, había caído del caballo para convertirse en aficionado, y presumí que  íbamos a disfrutar de su literatura y pensamiento en beneficio de nuestra Fiesta; pero ha sido corto el tránsito. Apenas unas loas a “El Cid”; unas letras a su descubrimiento del maestro Ponce; unas justas loas a la torería de la dinastía Bienvenida; apenas unas estrofas para recordar a los literatos de la generación del 27…; un suspiro; y  ciertamente no ha calado en nuestro admirado pensador la “re-taurina”. Y debería haber profundizado más en el hecho táurico, cual hiciera Benavente: “Las corridas quizás hayan sido muy convenientes y lo sean todavía, como derivativo atenuante de mayores ferocidades. Si no se tostara a los toros en las plazas, tal vez tostaríamos herejes en las hogueras inquisitoriales”(3). Supongo que nuestro admirado novelista no llegó a conocer al TORO tal que lo hiciera Quevedo, que definió maravillosamente las características del que matará Felipe IV de certero arcabuzazo en las fiestas agonales de 1631: “… En esto salió a la plaza / un jarameño Luzbel, / con dos apodos buidos, / de mal maridada sien, / con paréntesis de hueso, / coronado el capitel, / los ojos más escondidos / que bolsa de mercader; / muy barrendero de manos, / muy azogado de pies; / lo bragado, ya se entiende / lo hosco, no es menester…”(4) Creo que si D. José Manuel hubiera aprendido a explicar las condiciones y características de un toro de tan exacta manera, habría alcanzado el título honorífico de aficionado.

 

Y no le dé usted vueltas, amigo; Cayetano, Serrat, yo mismo o cualquiera que del tema tauromáquico hable, tiene licencia para decir lo que crea. Expresaba su opinión el difunto “Salva” en los tendidos venteños en libertad, gustarán o no sus formas; y en contra de su parecer otros aplaudían el mismo hecho; por que eso es la Fiesta: sol y sombra, blanco y negro, en tiempos de “Lagartijo” y “Frascuelo”; izquierdas y derechas…; libertad al cabo, que no debe desilusionarnos. ¿Puede una opinión de Cayetano afectar su ánimo?, ¿o de Serrat?; no el mío, por cierto. Me afecta más que una oveja que había sido hallada, se nos pierda de nuevo…

 

Y no creo que esté bien que se refiera usted con tono despectivos a los toros de Núñez del Cuvillo; porque podrán salir algunos febles, con caras de amiguitos, pero no los tache usted genéricamente de mansos porque, o ha visto pocos toros de esta ganadería el pasado año, o desconoce lo que es bravura. Tampoco creo que haya que ser tan sarcástico a la hora de referirse a un torero valiente, que aunque no nos convenza a algunos en la manera en que desarrolla su actual campaña, ha demostrado siempre su valor, su capacidad y su entrega. Denostar a un torero no es, precisamente, forma adecuada de defender la Fiesta. Critique usted a esos señores del “taurineo” que están siendo tan negativos para la verdad de nuestro rito ancestral; y cada cosa que no le guste de las muchas que transitan por nuestro espectáculo más nacional, denúnciela, pero no reniegue de la Fiesta. Supongo que usted, católico como yo, no renegará de su fe por el comportamiento de algunos de los ministros de la Iglesia, ¿verdad? Pues eso.

 

Nuestra compleja Fiesta fue estudiada por muchos intelectuales desde finales del XIX, y aún se sigue estudiando con ahínco; porque la Fiesta no sólo es Cayetano, Serrat, Tomás o Núñez del Cuvillo. La Fiesta es una forma de vida de un pueblo; “La corrida de toros es el único espectáculo verdaderamente clásico, grandioso y auténtico que se conserva en el mundo”(5), nos dejó escrito Jiménez Caballero. Y no vamos a repetir todas las definiciones que sobre el tema nos legaron, Ortega y Gasset, Alberti, García Lorca, etc., pues eso lo podemos leer en el maravilloso libro que nos regaló Rosario Cambria, un verdadero estudioso que dedicó esa obra a dejarnos las opiniones de los intelectuales del 98, del 900 y de la generación del 27. “Los toros, tema polémico en el ensayo español del siglo XX”(6). Ahí opinaron con seriedad sobre la Fiesta  intelectuales de pro; unos a favor, otros no tanto, algunos en contra, pero todos la trataron con el respeto que merece. Sólo Unamuno se enfadaba por que la corrida diera tanto que hablar; porque se respetara más a Frascuelo que a Menéndez Pidal, cosa lógica, por otra parte en una sociedad poco letrada…

 

No va más, admirado escritor, gran pensador y comprometido hombre; tanto como le admiro, deploro su pocas ganas de seguir luchando en pro de nuestra Fiesta. Y, repito, debe ser por que usted no se ha acercado debidamente a ella o, por que, quizás, nunca la ha comprendido. Inténtelo de nuevo; no se corte la coleta tan pronto…

 

(Empecé en artículo y casi termino en carta; y es por que admiro a D. Juan Manuel, y al acercarme a él en mi escrito, se me ha deslizado cierta cercanía de trato).

 

           

 

Un abrazo de un humilde pero fiel aficionado.

 

           

 

 

 

 (1) “De re-taurina”, Madrid, 1914; “Felipe II, taurófilo”, pág. 114.

 

 (2) “Estética y tauromaquia” Suplemento semanal de Arriba, 6-VI-1943, pág. 20.

 

 (3) “Jacinto Benavente. Acotaciones”. Obras Completas, Aguilar, 5ª ed. tomo VI, pág. 926.

 

 (4) “Anfiteatro de Felipe IV”. Recopila José Pellicer. Ed. Conmemorativas. Cieza,1974, Antonio Pérez Gómez. Pág. 56.

 

 (5) “Arte y Estado”, Jiménez Caballero”. Madrid, 1935, pág. 173.

 

 (6) “Los toros, tema polémico en el ensayo español del siglo XX. Rosario Cambria. Ed. Gredos. Madrid, 1974.

 

           

 

                                                                                                                                                                                                           

 

 José Mª Moreno Bermejo

 

                                                                                                                                                                               Bibliófilo taurino