“-¿Qué es el arte?: Tener algo que decir y decirlo”. Sabia definición de Rafael Gómez Ortega “El Gallo”.

 

José Miguel Arroyo Delgado “Joselito”, tenía muchas cosas que decir, y nos las ha dicho; nos las ha contado con mucho arte, con sinceridad, con valentía y con mucha gracia; sino con mucho humor, pues algunas de sus vivencias primeras  le impidió utilizar con prodigalidad el chiste; ese humor que late bajo su gruesa capa de rebelde con causa. Su “causa”: la sinceridad innata. Aprendió a decir siempre lo que quería, y lo dijo; y ahora nos lo deja escrito para que todos sepamos cómo fue su vida, sus tribulaciones y sus anhelos. Su autobiografía: “JOSELITO EL VERDADERO”, expresa la desnudez de un alma pura, a la que no vencieron las terribles circunstancias por la que pasó su infancia; a la que no doblegaron los poderosos que deseaban cortarle las alas; ese alma que sí nos cautivó a los que tuvimos, y tenemos, la oportunidad de conocerlo en cierta intimidad.

 

            El libro de Espasa es un aire fresco dentro del terrible control que el mundo de los del <taurineo> ejerce sobre los oficiantes de la Fiesta. En él se cuenta con inocente sinceridad las debilidades del hombre, y en él también se expresa la certeza de que todo lo que se anhela de verdad, se consigue. La extraña familia; el amor paterno desfigurado por la vida difícil; la lucha en soledad; las alianzas necesarias…, y el amor por el toro. “Salir del pozo es posible con perseverancia y deseos”, nos viene a decir José Miguel Arroyo, para concluir que se daría por satisfecho si algún chico que esté pasando por las circunstancias que él pasó, lee el libro y se redime, como él consiguió hacer.

 

            Es generoso José Miguel con los que le zahirieron con saña; apenas esboza las circunstancias y las resuelve con un: “allá él”. Algunos de los periodistas que le dieron fuerte, fuerte, apenas merecen unas letras en el recuerdo de Joselito, y los nombra sólo por que sirve para seguir el guión de la obra. Los empresarios que lo vetaron, que pretendieron humillarlo, tampoco reciben en la autobiografía de la obra la lógica crítica; sólo la enumeración de los hechos y circunstancias, y nada más.  Y sólo cuando se trata de defender a su padre adoptivo, a Martín Arranz, José está dispuesto a dejar bien claro la pureza y solvencia de ese hombre que fue injustamente lacerado por las plumas de los críticos inanes. La libertad y la independencia cuestan sangre en el mundo endogámico taurino, donde no se perdona al que pretende imponer sus ideas al “régimen” dominante.

 

            Quizás sobra en el libro algo de “finura” en la redacción. Debió dejarse el original completo, sin correcciones sintácticas, sólo con las  gramaticales necesarias era suficiente. A veces se le nota que las cosas debió decirlas el protagonista de otra forma, más “cheli”, más de “su” calle. Por que la niñez de José es explicada con verdadera ternura, demasiada, aunque conociendo al hombre hay que saber que él torna lo complicado en fácil, lo difícil en “chupao”, lo grave en chistoso. Por eso conserva aún sus amigos de La Guindalera, por eso sigue siendo un hombre normal, cuando le dejan; espontáneo y sincero; de buen corazón e inteligente buen hacer.

 

            Para mí, conocer a José Miguel fue un privilegio siempre. Desde muy pronto traté con él e intenté profundizar en su alma; me interesaba conocerlo a fondo para explicarme su “toreo”. Creía haberlo conseguido hace 8 o 10 años; tras leer este libro suyo, me congratulo de haber acertado en mi diagnóstico sobre su personalidad, para lo bueno y para lo regular. Tras leer su libro, sé que nunca me equivoqué con él; tampoco con Enrique Martí Arranz, al que defendí en los momentos de su lucha encarnizada contra el absolutismo de los empresarios omnipotentes, contra las opiniones de mis más cercanos contertulianos taurinos, a los que les motivaba el darle duro a la pareja independiente. A uno, por que decían que era demasiado chulo; al otro, por que creían que era un abusón, un déspota o un chorizo; o todo a la vez.

 

            Sin ira, sin rencor, sin siquiera pretender que alguien le crea, José se confiesa en su autobiografía de manera clara; descarnadamente, quizás; sin trampa ni cartón. Algún recuerdo se le va de fecha; algún nombre quizás equivoca; pero la esencia de lo que quiere contar, su vida, su verdad, sus deseos y sus preferencias vitales, quedan claras, diáfanas y verdaderas. A nadie le cabrá la menor duda sobre qué infierno vivió, de qué manera salió de él, cómo llegó a disfrutar de la vida plenamente; y cómo agradece a sus padres sus esfuerzos y su generosidad; y a si esposa su entrega y su discreción.

 

            Es un libro que enseña mucho de la vida, de cómo ganar en ella; de cómo entregar  esfuerzo y  verdad para conseguir lo que uno quiere. Y no haciendo el toreo fácil que camela al público superficial, sino el que cuesta la cornada por verdadero, el que gusta al aficionado, el que se hace por convicción y por riesgo asumido. Por que ser torero es lo mejor del mundo, dice; desde aquel su primer becerro que matara en Trujillo, mi ciudad, allá por el año 81, que yo lo vi; y disfruto viendo la foto del niño “De la Llana” que pasea las orejas y el rabo, que también yo pedí por su desparpajo y su valentía; como ahora pido las dos orejas y rabos por la faena tan excelsa que acaba de realizar con su maravillosa confesión autobiográfica.