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Informa desde Venezuela: Rubén Darío Villafraz

No baja el diapasón de los éxitos el novillero Jesús Enrique Colombo, pues sus actuaciones se cuentan por triunfos que poco a poco le abre las puertas del toreo, esas mismas que a base de sus cualidades viene conquistando. Lo fue en la Plaza México (donde está pendiente su regreso para dentro de una semana), y ahora en el ruedo de Cañaveralejo en Cali el pasado sábado, en esta ocasión saliendo en volandas de los costaleros de oficio.

Tarde completísima que nos resume en su sabrosa crónica nuestro colega, el Dr. Jorge Arturo Díaz Reyes, donde se lidió un terciado y dispar encierro del añejo hierro de Vistahermosa, de la que destacaría la bondad del corrido en primero del lote de Colombo, «Alosnero» Nº 101, cárdeno, de 376 kilos, el cual supo dejar ver a plenitud, para al final indultarlo, bajo el clamor de los presentes, el cual coparon poco más de un tercio de aforo (aproximadamente 6 mil personas).

El balance artístico de los espadas actuantes es el siguiente: Andrés Manrique, silencio y oreja. Jesús Enrique Colombo, dos orejas simbólicas y saludo. Sebastián Hernández, silencio y silencio.

Señala la crónica de Díaz Reyes, «el venezolano Jesús Enrique Colombo volvió a Cañaveralejo por una puerta grande que le habían birlado hace dos años. La recuperó con una faena de indulto y la refrendó con otra de manso…Colombo, se explayó con capa, banderillas y muleta frente al buen segundo. Torres apenas le había simulado el puyazo. Menos mal. Faena completísima de gran colorido, largura, lentitud y dibujo. A diestra y siniestra, muleta baja, toreo redondo y circular, a compás, con méritos mutuos de res y hombre, que la banda y el público jalearon a todo pulmón. El pañuelo amarillo del indulto flameó en las manos de Usía con celeridad impresionante y «Alosnero» sin demora tomó rumbo al toril».

El remate de la crónica lo cincela Jorge Arturo, «el quinto fue todo lo contrario, se escupió del caballo de Sarmiento, se dolió descaradamente en banderillas, escarbó, reculó, y se revolvió buscando el bulto cuando no se quedó bajo el brazo. Ya triunfador, el tachirense hubiese podido pasar de agache. Pero no, encaró el problema y lo resolvió con autoridad y merito, mucho. La espada en hueso y la tardanza en doblar bajaron el premio a un saludo que fue poco».