La relación entre Sánchez Mejias y Julio Romero de Torres, tendría otro episodio digno de de no dejarse en el tintero. Nuestro paisano, tan de moda en los círculos más encopetados del Madrid de aquellos años, llevaría a un lienzo la imagen de Encarnación López “La Argentinita”, aquella mujer –diva del espectáculo y las variedades de la época- que mantendría un largo y sonado idilio con el torero al naufragar el matrimonio de este con Lola Gómez Ortega. Ese retrato de “La Argentinita” se encuentra colgado en una de las salas del museo de Julio Romero de Torres.

No quiero dejar de contarles otra anécdota, en este caso con final feliz, vivida por Ignacio junto a los matadores Belmonte, nuestro paisano “Zurito” y otros acompañantes, cuando en diciembre de 1926 se dirigían en avión a Melilla para torear la corrida de la Cruz Roja organizada por el general Sanjurjo. Un devastador temporal asolaría aquel día las costas del sur de España y los puertos del estrecho fueron cerrados.

El diario de Melilla, en un recuadro, decía así:

Ante la ausencia de los espadas de los que no se tenían noticias  y como el temporal persistiese, la corrida  fue aplazada. Tras varios días de ansiosa espera en la incertidumbre de conocer el paradero del avión y la suerte de los tripulantes, estos llegaban a Melilla una semana más tarde a bordo del barco del general Sanjurjo.

Al finalizar la temporada de 1926, Ignacio se encontraba físicamente agotado y anímicamente muy tocado; llevaba ocho temporadas a un ritmo frenético, se aproximaba a las mil corridas entre España y América; los toros le  habían castigado muy duramente, su cuerpo aparecía cosido a cornadas; por otra parte un sector de la prensa había sido implacable con él, no se le perdonaba nada. Sus triunfos no se valoraban y sus malas tardes encontraban un desmesurado eco; por otra parte, un sector de la crítica se mofaba de sus veleidades literarias y ponía en entredicho  su relación con la intelectualidad del país.

Tenía decidido no torear en 1927 y de hecho lo hizo en muy contadas ocasiones. Según relatan sus biógrafos su compromiso con Don José Cruz Conde para torear una corrida a beneficio de la Cruz Roja en nuestra ciudad fue la razón de  que no abandonase al finalizar la temporada anterior. El 29 de junio de ese año, se pondría el traje de luces para hacer el paseíllo en el coso de los Tejares.

Según cuentan los periódicos de la época, esa corrida despertó una expectación extraordinaria y en las taquillas lucía el cartel de “No hay billetes” desde unos días antes de su celebración. La plaza fue adornada y sobre el ruedo se representaron los escudos de la ciudad y de la Cruz Roja; sobre el palco presidencial se había dispuesto una cruz roja de gran tamaño, las banderillas, igualmente, llevaban el emblema de la benéfica institución. Con carácter excepcional actuó como asesor de la presidencia “Guerrita” y la presidencia de honor la ostentó el infante Don Carlos de Borbón. Cartel de lujo, abría el festejo Don Antonio Cañero a caballo, actuando como toreros de a píe Belmonte, Sánchez Mejias y “Zurito”. La organización del  espectáculo, impecable según los medios, corrió a cargo del propio Sánchez Mejias, muy vinculado con la Cruz Roja, que vienen a destacar, igualmente, el esfuerzo y dedicación de Don José Cruz Conde.

A los pocos días Ignacio Sánchez Mejias se despediría de los ruedos en la plaza de Pontevedra; nada tendría de particular esa corrida, aparte de la despedida, si no fuese porque ese día Rafael Alberti, hizo el paseíllo como subalterno de Ignacio. Huelga decir que el poeta, pasó toda la corrida en el callejón y que, según cuentan durante la corrida su esfínter le jugó una mala pasada y defecó en el propio traje de luces.

Desde su admiración y respeto por “Lagartijo” y “El Guerra”, quiero resaltar las muestras de afecto y compañerismo que, siempre, guiaron  las relaciones de Ignacio con los toreros de Córdoba. Su especial amistad y cariño hacia “Corchaito”, su inclinación por “Machaquito”, sus gestos de hermandad y camaradería para con “Parejito”, su cercanía y compañerismo con “Zurito” y su veneración y cuasi idolatría para con Don Antonio Cañero, con quien compartió tantas tardes en tantas plazas de toros.

Pero es, sin duda Don Luis de Góngora y la generación del 27 el nexo que terminaría por identificar a Ignacio Sánchez Mejias con nuestra ciudad. El torero se constituyó en uno de los organizadores y mecenas de ese homenaje al poeta cordobés y del encuentro que daría lugar al nacimiento de la generación del 27 y ello por sí solo, ya es suficiente, para entronizarlo y darle en esta ciudad nuestra  el sitio que el supo ganarse.

La Academia Española pretendía pasar por alto con indiferencia el centenario de Góngora, la Academia cordobesa que se había planteado celebrar la efemérides, desistió por motivos económicos, fue, sin duda, el torero, entusiasmado desde el principio con la idea de homenajear a Góngora y, exultante con el apoyo incondicional que le prestó el Ateneo sevillano para esa iniciativa el que metió en un tren a Alberti, Gerardo Diego, Dámaso Alonso,  José Bergamín y Federico García Lorca, entre otros, se los trajo a Sevilla desde Madrid y organizó ese homenaje a Góngora que dio lugar al nacimiento de la generación del 27.

Ya termino diciéndoles que la relación de Ignacio con Córdoba y sus gentes, se prolongó en el tiempo. Ya retirado de los ruedos no dejó de venir por nuestra ciudad por los motivos más diversos; en las ferias de mayo acostumbraba a venir por la ciudad, acompañando a “La  Argentinita” que, en esas fechas, solía actuar en algún teatro y asistir a las corridas de toros y de madrugada a los bailes del Círculo de la Amistad; también a reuniones con amigos cordobeses, fiestas y actos sociales, cacerías y, por supuesto, a torear en cuantos festivales benéficos fue requerida su intervención.

Ignacio, como ustedes saben, reapareció en 1934 en la plaza de toros de Cádiz y fue el mismo año en Manzanares, donde tendría su trágico final, un toro de Ayala de nombre Granadino  acabaría con su vida.

Ahora si acabo, he pretendido con esta charla, además de hacer patente mi admiración por el hombre, hacerles ver a ustedes que Ignacio Sánchez Mejias fue mucho más que un torero; pero, sobre todo, algo que a mí siempre me llamó la atención, y es su vinculación con nuestra ciudad y el afecto que siempre mostró por los hombres de la tierra. Si este propósito se ha visto cumplido, me voy satisfecho. Nada más. Buenas noches y muchas gracias.

 (Conferencia tertulia taurina LA CASA DEL TOREO de la sociedad de la plaza de toros de Córdoba)