España estaba rota, quemada, entristecida. Pero contaba con dirigentes útiles y trabajadores ansiosos de salir de la pobreza. Alcanzó fama internacional, una inmensa fortuna en pesetas, pesos y dólares, la cual aún perdura en sus herederos, y su imagen aparecía incluso en los noticiarios de Japón. Pero nunca fue feliz. Una infancia difícil, una dedicación excesiva a su profesión, una cruel exigencia de los públicos – la envidia maldita – y un par de amores contrariados, llevaron a Manolete a torear en condiciones poco apropiadas en plazas poco apropiadas toros poco apropiados.
– En Linares? Y de Miura? Y con «ese»? – comentó, refiriéndose a Luis Miguel Dominguín, el otro gran torero de la época, Pepe Luis Vázquez
Un 28 de agosto,
murió Manolete como mueren los Mitos, enfrentándose a otro Mito, un toro bravo.
Desde ese día. Manolete se convirtió el mayor Mito del toreo.
Dibujos y texto  de José María Portillo Fabra, presidente de la Tertulia el Castoreño