Cada año, en  sus primeros meses, se lleva a cabo el herradero en las dehesas españolas, y la finca Pinos Bajos no iba a ser una excepción.

 

El viernes los ganaderos acordaron que sería el día idóneo para herrar, contando con que el tiempo les dejara, aunque la mañana se vislumbraba gris, eso no impidió que en la finca se herrara a la mitad de la camada del 2009. La otra mitad se herraría el sábado. Dos intensos días para los ganaderos y el mayoral, junto al resto de familiares y amigos que les echaron una mano.

 

De camino a la finca las primeras gotas de agua hicieron su presencia, la cual se fue intensificando más a medida que se vislumbraba la puerta de la finca. Dos kilómetros antes de llegar a Pinos Bajos los erales pacían en las extensiones de la finca, ajenos a lo que a sus hermanos les iba a suceder. Ellos ya habían pasado por la experiencia año atrás. Sin duda el herradero es el sello de identidad para los becerros que nacen en las dehesas, es a partir de este momento cuando empiezan a contar en la ganadería, tienen su propia identidad.

 

La lluvia empezaba a arreciar en Pinos Bajos, aunque por ello no se podía dejar la faena para más tarde. Ante la supervisión de la Guardia Civil y el veterinario se empezaron a calentar los hierros, aquellos que una vez candentes marcarían al becerro.

La compenetración entre todos es fundamental, cada uno tiene designada su función. Los añojos esperan en el corral, una vez los han separado a primera hora de la mañana. Poco a poco se van abriendo las puertas para que vayan pasando los añojos de uno en uno, hasta que llegan al cajón de herrar. Allí les hacen la señal en la oreja correspondiente a la identidad de la ganadería, se le ponen las vacunas y se les marca a fuego.  Cuatro son los hierros que deben lucir:

 

La letra U, significa que la ganadería pertenece a la Unión de Criadores de Toros de Lidia.

La marca, que corresponde al hierro de la ganadería.

El número, que es el asignado al animal por la ganadería.

El guarismo, en este caso el número 9, año en el que ha nacido el animal.

 

El silencio, tan solo roto por el berrido del añojo, se intensificaba en las primeras horas cuando la lluvia dejó paso al sol, y el arco iris apareció en el cielo que cubría Pinos Bajos. En el monte los tres sementales disfrutando del paraje, y a lo lejos las hembras de la ganadería observando como su territorio era invadido por extraños. Pronto desaparecieron. Los perros, por su parte, estaban ajenos a cuanto acontecía, tan sólo una curiosa gata quiso vivir la faena desde cerca, ver lo que sucedía, incluso tuvo que aprender a torear.

 

A medida que la mañana iba transcurriendo, la actividad era más fluida, y los machos y las hembras se alternaban a la hora de ser herrados. Cuando llegaban al cajón de herrar había que mirar el crotal, que lucen los añojos como zarcillos en sus orejas. El número es significativo para saber si se trata de un macho o de una hembra y sobre todo quienes han sido sus progenitores. Todo eso lo lleva el ganadero apuntado en su libro.

 

Los añojos que fueron herrados volvieron al campo. En cuanto se abría la puerta del cajón salían buscando la salida, y reuniéndose con sus hermanos. En muchas ocasiones bajo la atenta mirada de Felipe Lasanta y José Luis Marín, sobre todo cuando veían que ese becerro podía dar un buen juego en la plaza cuando tuviera la edad. Y es que la pasión de estos ganaderos es tal, que hasta muchas veces saben como van a salir sus productos, y no se equivocan. Ahora habrá que esperar un par de años para ver como la camada del 2009 es lidiada en las distintas plazas de la geografía española, allí donde los empresarios lo demanden. Esos utreros que se herraron la pasada semana le tienen que dar mucha alegría a estos románticos ganaderos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reportaje de Raquel Montero