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A lo largo del libro se repasa la historia en Pamplona de dichas ganaderías, los toros célebres, su comportamiento en el encierro, las grandes faenas, para terminar con una pequeña entrevista a los ganaderos. Además la obra cuenta con importantes colaboraciones en forma de artículos, como la de Antonio Purroy (catedrático de Producción Animal de la Universidad Pública de Navarra), el corredor Miguel Eguiluz, el ex cronista taurino de Diario de Navarra Emilio García, el escritor taurino Domingo de Guzmán Delgado de la Cámara, el diestro El Viti, el director del portal taurino Opinión y Toros Antolín Castro o el médico del Hospital de Navarra Saturnino Napal. El libro está compuesto por 192 páginas de las cuales 16 son de fotografías a color (en el resto hay en blanco y negro acompañando al texto).

 

 

 

Un libro sobre la Feria del Toro, concebido y realizado por ilustres aficionados enamorados del toro de lidia, además, en este caso, también apasionados por la Casta Navarra, merece la mejor acogida por parte de todo el que se siente interesado en esta materia. Con el objeto de que los lectores tengan unas ideas de cómo se gestó esta Feria del Toro, ya tan nuestra, tenemos que remontarnos prácticamente a nuestra última guerra: años 40 e incluso 50 del siglo XX. Las secuelas de aquella tragedia afectaron muy seriamente a todas las actividades de la vida nacional y su característica fue la escasez de todo, acentuándose en la falta de cualquier clase de alimentos, sin hacer excepción en lo que afectaba al ganado bravo que, en algunas zonas, se vio esquilmado. Esta carestía se reflejó inmediatamente en la dificultad para encontrar ganado adecuado con el que organizar cualquier tipo de espectáculo taurino. Todavía en la década de los cincuenta se vivían aquellas carencias y no resultaban extrañas las broncas que surgían en la plaza en protesta por la inadecuada presentación de los animales. Una de las más sonadas fue la que se produjo el 9 de julio de 1953, día que debutó “Pedrés” en nuestro coso con un toro de Buendía.

 

Reiteradas año tras año las dificultades para encontrar toros dignos de un abono como el de San Fermín, D. Sebastián San Martín, cerebro de aquella comisión taurina de la Meca, se orientó para encontrar solución al problema. Por medio de Toribio López, también vocal de la Comisión, conectó con el familiar de éste D. Mariano Ansó, alcalde de Pamplona en los años de la República y persona muy relacionada con el círculo de amistades de Juan Belmonte, quienes le aconsejaron que el hombre idóneo para las tareas de organización y compra de toros no era otro que Miguel Criado Barragán, a quien contrató la Meca en 1957 para llevar a cabo estos menesteres. Después de la muerte de Manolete, la figura que mandaba era Luis Miguel Dominguín y a partir de los años 52 y 53 le acompañaba Antonio Ordóñez, que había tomado la alternativa en 1951.

 

A comienzos del 59 la Casa de Misericordia inició las gestiones para confeccionar el cartel de toros y toreros para las fiestas de aquel mismo año. Puesto D. Sebastián en contacto con los apoderados de Dominguín y de Ordóñez, comenzaron las dificultades que todavía se complicaron más conforme iba pasando el tiempo, debidas a las exigencias tanto de divisas como de dinero. Como no se solucionaba el problema al cabo de un plazo prudencial, la Meca tomó la determinación de prescindir de los dos toreros y dedicó toda su atención a conseguir acuerdos con las mejoras camadas y la más correcta presentación de las reses. En este sentido, se inventaron el título de Feria

del Toro y encargaron su cartel anunciador al prestigioso pintor sevillano Martínez de León, destacado especialista en estas lides. El “póster”, como se dice ahora, consiguió un éxito clamoroso. Incluso en la Vuelta a España de aquel año acompañó a la carrera en su caravana publicitaria desde la etapa que finalizó en Pamplona hasta su meta definitiva en Madrid. El resultado “torista” satisfizo a los aficionados y público en general.

 

De los toreros cabe destacar la presentación de Diego Puerta como matador de toros con sólo 18 años y una salida a hombros después de matar la de Miura, con revolcón incluido. A lo largo de estos diez lustros se ha mantenido el prestigio de la Feria del Toro. Al modificarse el reglamento nacional taurino en 1962, se presentó un problema ya que definía el límite entre toro y novillo con referencias a la dentición de los mismos, de manera que se autorizaba que se toreasen como toros los que en el reconocimiento postmortem presentaran seis dientes totalmente desarrollados y dos de leche, mientras que los técnicos sostenían que la única seguridad de que tuvieran la edad cumplida como toro, es decir cuatro años, la daba que aparecieran ocho dientes totalmente desarrollados. La Casa de Misericordia encontró la solución para garantizar que se lidiaran toros: decidió pagar una prima por cada ejemplar que en el citado reconocimiento presentara los ocho dientes permanentes. Esto suponía entonces un aumento del 20% sobre el precio acordado, en el caso de que los seis astados exhibieran toda la boca cerrada. Fueron muy pocos los que solamente presentaban seis dientes y dos de leche…

 

Esta es la historia de la Feria del Toro de Pamplona. La idea y su ejecución tuvo tan buena acogida que este año celebramos el 50 aniversario y que todos deseamos cumpla muchos más.

 

 

Prólogo de Ignacio Cía Iribarren,

Ex director de la Casa de Misericordia y miembro de la comisión taurina de la entidad durante 42 años.

 

 

 

«Ganaderías históricas de los Sanfermines»

Textos: Roberto Moreno Torres.

Imágenes: Archivo fotográfico de Diario de Navarra.

Fecha: Junio 2009.

Diseño y coordinación editorial: EGN Comunicación (www.egn.es).

Impresión: ONA, Industria Gráfica.

P.V.P.: 20 €

 

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