Nueva velada taurina. Esta vez en los alrededores de Zaragoza, río Gállego arriba, después de pasar Santa Isabel y Montañana, donde supervive la bar “El Castoreño” que inauguró hace años el más polifacético de los toreros aragoneses, Fernando Moreno, que fue novillero, rejoneador en bicicleta disfrazado de orangután, banderillero y picador, hasta llegar a Peñaflor que tiene una peña taurina con más de trescientos socios presidida por Armando Sancho, aficionado de hueso colorado que ha resucitado el hierro de Ripamilán y que mantiene vivo el palpitar de la afición taurina en este rincón aragonés. El entregó el micrófono a Angel Solís para que ejerciera de presentador de los premiados en este año de 2012 y de animador del coloquio que se mantuvo entre estos y el público asistente que llenó la biblioteca del Centro Cívico peñaflorense. El de la mejor corrida fue para
Hubo amplia discusión y, ¡milagro!, sin citar ni a Padilla ni a José Tomás. En mi parlamento cité a don Enrique Aguinaga y su pasión por la Teología (es más viejo que yo y sólo quiere hablar de Dios y con Dios, cosa que también me preocupa a mí porque espero que Dios sepa de toros gracias a Goya y Picasso, pecadores pero buenos conocedores de la Tauromaquia y dignos del perdón divino) de mi actividad en este mundo primero como espectador, después como periodista (mi premio llevaba el nombre de Alberto Maestro, al que dediqué un recuerdo especial por su apoyo en tiempos difíciles, a su hija Laura y a las aragonesas que formaron un grupo estupendo, con Susana
Esta es la cara de mi moneda de hoy. La cruz es el título: el feísmo. Recuerdo una película de hace muchos años que el protagonista se pasaba el rato llamando feo a todo lo que no le gustaba. Me agradaría tener el valor y la osadía de hacer lo mismo en muchas de las circunstancias que me toca vivir y, principalmente, cuando viajo en autobús y veo a los jóvenes con hierros en la cara, anillas en la nariz o las orejas, en camiseta y con tatuajes invasivos en el pecho y los brazos, cortes de pelo como pequeños jardines, extensiones y colores, colocando los pies en el asiento de enfrente, haciendo pompas de chicle o grabando letras en los cristales de las ventanas.
Vestuarios y calzados barrocos o de
¿Qué quedará de ellos dentro de un siglo? Lo que queda del “Tiroriro”, “Rascayú” cuando mueras que harás tú, “
Ya en los toros, hay muchas cosas feas. De momento, algunos vestidos de torear. En principio, todos los catafalcos de F. F. Román. ¿Qué hace un torero vestido de catafalco? Los que le diseñó Alberti a Luis Miguel en su reaparición, copiados por J.J. Padilla antes del suceso zaragozano, los butanos, amarillos o apastelados, los de falsos chalecos, el que no se pone faja, enseña los tirantes o se descalza sin motivo. Hay que ser torero y parecerlo. Eso lo repetía Rafael Guerra y lo practicaba. Una vez fue a la plaza de toros de Córdoba a ver a un novillero que había recomendado y, al llegar al patio de cuadrillas, le preguntó a su acompañante cuál de ellos era. Se lo señaló el interpelado y lo contestó “Guerrita”: “Vámonos pa casa”. Luego el susodicho diestro llegó a tomar la alternativa y se hizo rico con una taberna en los alrededores de
No me gustan los capotes almidonados, recortados y con la esclavina bordada con las iniciales del dueño, las largas cambiadas “a porta gayola”, las navarras, las carreras y los saltos en banderillas, levantar los palos hasta el cogote, el par al violín y que no se prodiguen los “de poder a poder” o al sesgo, ni los puyazos traseros, la suerte “de la fregona”, el peto actual, “la carioca” y no darle el pecho al toro (se entiende, el pecho del caballo), que varios banderilleros sujeten al toro en un burladero al salir los caballos al ruedo, se deje al toro en el peto y no se haga el quite verdadero, se ponga la montera bocabajo para regocijo de algunos espectadores, se inicien las faenas de muleta sin tener en cuenta al toro, las muletas grandes con estoquilladores enormes, el torear en uve, el retrasar la pierna de salida, agacharse o curvar
Ahora, como la arruga, el codilleo es bello. Belleza es condición indispensable para considerar al toreo como arte. Pero para alcanzar la Gloria, a los tendidos tiene que llegar
Con el toro, el caballo y el torero que lo sean y lo parezcan.
Enemigo del peto actual y de los Reglamentos. Yo los suprimiría y los dejaría reducidos a un solo artículo: que se cumpla lo que se anuncia en los carteles. Luego el público decidirá; si le gusta lo contemplado premiará al torero y volverá la próxima vez y hasta puede que salte al ruedo para sacar a hombros al triunfador.
Ahora hay un equipo de hombres-taxi con camisetas de propaganda que suelen salir en los espacios publicitarios más que los toreros. No me gusta que se coman pipas en los tendidos o se beban “gintonics” sin medida y no se pare en el asiento, se pida música con palmas de tango o se le mande parar cuando se coge la espada. ¿Le ha preguntado alguien al toro si moriría más feliz escuchando un pasodoble. El de “Er Chi-Chi” no, desde luego. Se tocó en
Artículo de
Periodista
Fundador de la Revista “Fiesta Española”
Escalera del Éxito 85