En el marco emblemático de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una exposición titulada “Otras tauromaquias” sirve de espejo para poner a “dialogar” las obras de autores actuales con los grabados de Goya «Los Toros de Burdeos», al cumplirse 200 años de su estampación; dicen los responsables. La contemplación de esta exposición me ha producido un desasosiego inmenso. La mentira, la ignorancia, voluntaria o cultural y la muy dudosa calidad de los «dialogantes» que posan sus ideas junto a las cuatro litografías que Goya realizó en Burdeos entre 1824 y 1825, me han defraudado. Hace falta más calidad artística, humana y mayor interés cultural para atreverse con empresas de este calado. Si el pretexto era conmemorar el 2º centenario debían haberse referido a lo tauromaquia de Goya de 1816 y exponer los 33 grabados al aguafuerte de la misma, no las litografías de Burdeos que reflejan novilladas populares, no la historiografía más importante que se hizo de la Fiesta Nacional hasta esos días. Primera manipulación.

Se empeñan estos señores en defenestrar la afición taurina de Goya, como si eso fuera crucial para dar a la Tauromaquia licencia de legitimidad, después de haber pasado muchos lustros voceando que no por haber pintado Goya o Picasso cuadros taurinos la Fiesta tenía bula. O sea, lo contrario que ahora.

No es de ahora, sino de hace 15 años, la critica sobre la taurofilia de Goya. En el ABC del 6/4/2002, en la página 44 aparece un artículo intitulado: La «Antitauromaquia» de Goya. El Prado echa por tierra la teoría de que el pintor amaba la Fiesta Nacional. Al decir: El Prado, se quiere referir Rosa Valdelomar, periodista autora del artículo, al conservador del departamento de dibujos y estampas del Museo, José Manuel Matilla, quién en aquella época se quiso hacer famoso con su teoría de que Goya al realizar sus aguafuertes de La Tauromaquia, mostró en ellos «una enorme crítica» del espectáculo. Y añade: «Goya muestra la parte más violenta de las suertes, poniéndose de parte de los ilustrados que aplaudieron la abolición de la lidia en 1801».

El Sr. Matilla fue comisario de la exposición que se realizó en el museo de El Prado ese año, desde primeros de abril al 30 de junio, con el título, no podía ser otro siendo este Sr. comisario de la misma: «Visión crítica de una fiesta». La verdad es que a la exposición fue una maravilla; pudimos observar detenidamente, grabados, apuntes, bocetos…, una gozada. Leer las opiniones del Sr. Matilla no nos desalentó tanto como lo ha hecho la zafia exposición de la Real Academia. La endeble opinión del comisario de aquella se sostenía en tres puntales: 1.- La serie no se vendió. 2.- Goya mostró la crueldad de la fiesta. 3.- Goya estaba de acuerdo con la opinión de los ilustrados de la época (nombra a Jovellanos y Vargas Ponce).

Desconocemos por qué la venta de los 33 aguafuertes de la Tauromaquia de Goya del 1816 no se realizó con rapidez en España, a pesar de estar anunciadas en el Diario de Madrid y de tener un precio asequible. Quizás la acción comercial del pintor y de su hijo no fuera la más adecuada, pues lo cierto es que el marchante alemán que adquirió toda la colección la vendió enseguida en París. O sea, la venta fue fácil; no debió ser la cruenta realidad de los grabados la culpable.

Fue una época de gran profusión de grabados taurinos. Entre 1790/99, aparecen los 12 grabados de la tauromaquia de Antonio Carnicero. En 1795, la de Fernández Nosseret, con 13 grabados. En 1797, la primera de los libros de viaje de Burgoing, con 12 xilograbados. En 1803 la segunda de Burgoing. En 1804 los 30 grabados que acompañan la mal llamada segunda edición de la tauromaquia de Pepe Hillo (la segunda edición de la de Pepe Hillo se edita en 1827). En 1805 la preciosa tauromaquia veneciana. En 1807 el Atlas de Burgoing. En 1813, la llamada tauromaquia inglesa, de Clark… Todas ellas muestran las diversas suertes de la corrida con bellas imágenes derivadas de la grácil figura del torero, del colorido de la corrida, de la magnificencia del poder del toro; para eso se hicieron. La de Goya era otra cosa; los 33 aguafuertes responden a un proyecto valiente de acompañar los textos de la Carta Histórica que escribió Nicolás Fernández de Moratín al Príncipe de Pignatelli en 1776 (editada en 1777), en la que le daba cuenta del tránsito de las fiestas de toros desde sus inicios, acorde con los conocimientos que de la Fiesta había entonces.

Los Ilustrados de finales del siglo de las luces aparecen como antitaurinos en muchos de los escritos de la época, y es goloso acercarse a esa idea para adjudicar a Goya  un supuesto antitaurinismo ya que fue amigo de Jovellanos, y suponemos que de otros muchos ilustrados que no gustaban de los toros. Pero, profundicemos en Jovellanos. Este ilustrado encomendó a Vargas Ponce una disertación contra las corridas. Jovellanos era académico de las Reales de la Lengua, de la Historia y de las Bellas Artes de San Fernando. Vargas Ponce lo era de la de la Historia (también de otras), y se empeñó con fruición a la tarea elaborando una “Disertación sobre las corridas de toros” de hondo calado. Aunque la disertación la concluyó Vargas en 1797, su lectura no tuvo lugar hasta 1807, cuando fue leída en 7 sesiones desde el 15/V al 25/VI. Hablemos de esta obra.

«Disertación sobre las corridas de toros» es una obra que estudia en profundidad las corridas de toros, sus orígenes, su desarrollo, sus fundamentos. Esta obra fue editada por primera vez en 1961 por la Real Academia de la Historia en su totalidad. Fueron 10 los pliegos que se leyeron en las citadas 7 sesiones de la Academia, y 74 los que componen la obra editada. Durante mucho tiempo hemos creído que esta obra era muy importante y de gran contundencia contra la taurofília. Poco después de la lectura de Vargas, apareció la obra antitaurina «Pan y toros», atribuida a Jovellanos, y estas coincidencias nos hicieron pensar en que, en verdad, los ilustrados eran masivamente contrarios a la Fiesta. Pero en 1835 Luis de Salazar desmonta la mayor parte del argumentario de Vargas en su obra: «Apología de las corridas de toros», con contundencia; y luego supimos que «Pan y toros» la escribió un satírico León de Arroyal, lo que nos hizo dudar mucho de la obra de Vargas. Y por fin, en 2011, el gran investigador y excelente escritor que es D. Jesús María García Añoveros nos regaló: «Los ilustrados y los toros», en edición de la muy loable Unión de Bibliófilos Taurinos. Este gran trabajo del Dr. García Añoveros desmonta la zafiedad con la que el taimado Vargas montó su disertación para agradar a Jovellanos. Cada una de las citas que emplea Vargas es completada por García Añoveros, ya que el marino académico omitía en su disertación parte del contenido que expresaba cada uno de los ilustrados referenciados, sólo anotaba los contras, nunca los pros de las opiniones de aquellos. Los resultados del profundo y leal estudio de García Añoveros hacen pensar que la taurofilia y la taurofóbia se repartían al 50% entre los ilustrados de la época. Concluye el Dr. García Añoveros en su obra citada: “Para el historiador que escribe estas líneas, que desea quedarse al margen de estas actitudes, pues su propósito ha sido únicamente el realizar un examen de la obra de Vargas Ponce desde el punto de la crítica histórica, la Disertación no es una obra científica”. Punto.

Los tres puntos de la base argumental del Sr. Matilla, hacen aguas. Realmente la saña con la que este conservador de El Prado critica la afición de Goya, comenzó, que sepamos, en 2001, cuando aparece como coautor de una obra editada por El Prado, y financiada por la compañía de seguros Winterthur, «El libro de la tauromaquia de Goya». En esa maravillosa obra, base de la exposición posterior ya citada, el Sr. Matilla comienza a explicar su teoría de la taurofobia de Goya. Y para su deleite, plasma un colofón cuya «elocuencia» le subyuga: DOSCIENTOS AÑOS DESPUES DE LA BRUTAL MUERTE DE PEPE HILLO, EPÍLOGO DRAMÁTICO DE LA SERIE DE LAS ESTAMPAS DE GOYA, SE EDITA EL LIBRO DE LA TAUROMAQUIA, PRUEBA ELOCUENTE DE QUE LA REFLEXIÓN GOYESCA SOBRE LA VIOLENCIA DE LA «FIESTA» SIGUE VIGENTE.  Yo no lo veo evidente ni elocuente, pero si él lo cree… Insiste en dicha posición y se mete de nuevo en faena en artículo, publicado en El País de 24/05/2008, titulado: «Goya y la visión crítica de la Tauromaquia«. Una obsesión por significarse, creo yo, con un dislate tan flojo de argumentos. Estos flojos argumentos, libro, exposición y artículos citados, son la base del panfleto seudo cultural de «Capital Animal 2016», que nos ofrecen en la San Fernando.

            No es una aseveración que hace Leandro Fernández de Moratín, y que recoge el Sr. Matilla en su escrito del 2008, de que Goya le dijo que toreó en su juventud, la única que vincula a Goya con el taurinismo. Hay muchas citas, si bien vamos a resumir sólo alguna de ellas.

            En carta a Martín Zapater, de fecha 7/X/1778, le dice: “Bibo siempre para serbirte, alma de mierda, que por las cartas de los toreros sé que estas bueno y en Zaragoza, pero en el juicio de toreros no estas, pues no te gusta tanto Romero como Costillares y eso que el de mas juicio que an escrito a francisco as sido tu, pero aun cansado en Madrid mucha risa…” O sea, recibe cartas de toreros; confronta su afición con la de su amigo…, pero según el Sr. Matilla era antitaurino…

            El 7/17 1784 escribe otra carta a su amigo Martín que decía: “… y si te pide el cuerpo benir a Madrid, lo dejas todo y te bienes a ver cuatro fiestas de toros y comedias y te ries de todo”.

            El 23/4/1794, otra en la que le dice: “El lunes si Dios quiere hire a ver toros, y quisiera que me acompañaras”.

            Lo que al Sr. Matilla le parece poco relevante que en un periodo de 17 años sólo se esgriman 3 cartas a Martín Zapater hablando de toros, a mí me parece indicativo de que la afición de D. Francisco el de los toros no declinó a lo largo de los años, como insinúa el conservador en sus libelos…  

            Un gran biógrafo de Goya, Enrique Lafuente Ferrari, en su trabajo: “Ilustración y elaboración de la Tauromaquia de Goya” (Archivo Español de Arte, XVIII, 1946), explica: “La Tauromaquia obedece al desencanto de la posguerra, a su desilusión por las consecuencias de la misma y a la sensación de soledad y aislamiento ante la dispersión de sus amigos”. (Págs. 178/180).

            En la página 84 de la obra citada, Lafuente explica el sentido historiográfico de la Tauromaquia de Goya.

            Juliet Wilson Bareau, en “Goya print´s”, (Brithish Museun, 1981), nos cuenta de talles de la vida de Goya en los años de la impresión de los aguafuertes. “Es pobre, graba para vivir; ha muerto su mujer, Josefa Bayeu; está enfermo…” (Págs. 71/74).

            Juan Agustín Ceán Bermúdez, quizá el primer crítico e intérprete de la Tauromaquia de Goya nos dice que: “Lejos de mostrar una lectura unívoca y clara, manifiesta tantas lecturas como posibles lectores, y la historiografía de la serie así lo ha puesto de manifiesto. Interpretar las series de Goya es una difícil tarea que obliga a optar finalmente por una visión del artista como un hombre comprometido con su tiempo. Lejos de mostrar su obra unas ideas dogmáticas, en ella se nos muestran las contradicciones propias del ser humano, ambivalente ante su tiempo a medio camino entre el sentimiento y la razón”.

            Es hora de concluir. Recordemos que Goya, a finales del VIII, regaló a la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando cinco lienzos de tema taurino (“Lance de Capa”, “Despejando la plaza”, “El Arrastre”, “Toros en el campo”…), acompañados de un escrito en el que explica que pueden servir de enseñanza a los estudiantes que forma la Real Academia y que deben elegir para sus obras temas que sientan, que les gusten, como él gusta del tema taurino.

En todo lo estudiado sobre Goya, jamás hemos encontrado nada que dude sobre su afición. Y menos aún con un sentimiento especial animalista fuera de lo normal de una persona de su tiempo. No sabemos en qué se fundan los señores de “Capital Animal 2016” para enarbolar esa bandera. Si ellos fuesen amantes del toro, de verdad, se habrían interesado alguna vez en visitar su hábitat, cómo viven en la ganadería, etc. Pero no, lamentablemente no es así; todos los ganaderos consultados nos dicen que ningún animalista se ha preocupado de solicitar una visita a sus fincas. Sí lo hacen algunos de los “verdes”, aparentemente más consecuentes que aquellos que están viendo cómo se engrosan las bolsas de subvenciones de empresas suizas u holandesas, dispuestas a hacer propaganda de sus productos alimenticios para animales o de sus tiendas de alimentación vegetal (¿Sufrirán los seres vivos vegetales? ¿Tendrán tantos “derechos” los vegetales como los animales?). Cada vez estamos peor del “piso de arriba” (cabeza).

Hay más, pero esto es muy cansado ya…