Las ferias del norte empiezan a presentar carteles. La semana pasada lo hicieron la plaza de toros de Bilbao, la de Azpeitia y poco antes la de San Sebastián y Pamplona, que siempre se adelanta a todas las demás. Queda por conocer Vitoria que, salvo novedades, aún no ha presentado.

Las ferias del norte siguen funcionando pero la gran mayoría soportan sobre sus cabezas  la espada de Damocles que llega con las propuestas antitaurinas. Así si en un principio fue San Sebastián la que logró que se aplazara la consulta sobre si toros sí o toros no, que lejos de suspenderse se fija para más adelante, lo mismo sucede ahora con Bilbao y sucederá con Vitoria. El caso de la capital vasca es más preocupante pues desde Bildu se había propuesto, así sin más, sin encomendarse a Dios ni al diablo, o quizás más a éste último que a nadie, eliminar el contrato con la empresa gestora. Esto lo han echado a tras los otros grupos políticos pero para lograrlo, dicen, han tenido que recordarle a la inteligencia abertzale de izquierdas que hacer eso supone incurrir en incumplimiento y soltar un montón de pasta.

Total, que de una u otra manera, el invierno vasco será un invierno de referéndums y consultas taurinas, aunque hay que hacer muchos trámites administrativos antes de que se puedan llevar a cabo. Pero sucederán, no les quepa duda. En principio nadie sabe qué es lo que puede pasar, cómo responderá la ciudadanía. Hay muchas cosas que aún no están aclaradas como el ámbito de las votaciones. Por ejemplo: ¿se votará sólo en Donostia, o en todo Gipuzkoa? ¿Sólo en Bilbao, o en toda Bizkaia? Y lo mismo en Vitoria. Más cosas: en caso de que la tauromaquia saliera vencedora ¿qué garantías ofrece esto a la fiesta de los toros? ¿Se asegura que ya no habrá ataques, nuevas intentonas, cierto respeto a los aficionados y a la fiesta en general? Me da que no; aunque gozáramos del apoyo popular institucionalizado, seguiremos sufriendo vejaciones sin que a nadie en la administración se le mueva un mechón. Si la consulta sale negativa para los aficionados, perderemos nuestro derecho a ver espectáculos taurinos. Si sale positiva ¿sólo ganaremos el derecho a seguir teniendo toros? Quiero decir que en el proceso hay quien gana mucho y quien pierde más. Esto es, si el resultado de los comicios determina que no debe haber más toros, los aficionados perdemos mucho, tanto como un derecho. Si el resultado es positivo para la fiesta, entonces ganamos algo que ya tenemos y deberíamos exigir no simplemente ganar ese derecho sino también el derecho a ser respetados y a no ser destino de ciertos dardos que se lanzan con muy mala baba y mucha injuria.

Someter el tema de los toros a referéndum es verdaderamente democrático, pero no puede hacerse a lo loco, hay que recapacitar, pensar de verdad a qué nos enfrentamos, qué vamos a perder y qué debemos ganar si las urnas nos apoyan. Es decir, lo que sucede habitualmente en democracia cuando se plantean cosas así.  En este juego, la diferencia entre ganar y perder es demasiado grande. No se trata de algo similar a unos comicios electorales al uso donde unos ganan y otros pierden pero todos tienen posibilidad de volver a presentarse y donde incluso perdiendo, sigue habiendo representación. No. Aquí nos jugamos la eliminación de un acto cultural ya de por vida. Y paulatinamente, la desaparición de una especie animal única.

En esa situación necesitamos de asambleas que se preocupen de cosas tan serias como el texto de la pregunta, la forma de realizar la consulta, el establecimiento de las normas del juego, el sistema electoral por el que se medirán los votos, las consecuencias para los ganadores, las consecuencias para los perdedores, el respeto institucional hacia la afición, el compromiso de cada una de las partes con los resultados ¿Y quién se ocupa de eso? En la parte de enfrente, no les faltará organización ¿En la de los aficionados? Quizás sea el momento en que peñas, clubs y otras asociaciones de aficionados vascos empiecen a pensar en ese fielato, a organizarse políticamente, a crear grupos de presión sobre los legisladores igual que se están creando en el otro lado, a ser parte del proceso y no seres pasivos que sueltan su lagrimita impotente mientras observan como el verdugo afila la cuchilla.