Era Joselito, un torero gitano, que no se ponía verde y al que no se le secaba la boca, delante del toro, los agarraba por una oreja y les rascaba los ricillos del testuz sonriendo alegremente. Una tarde, en la vieja Plaza madrileña – corrida de la prensa -, le clavó al toro » Jimenito «, de Saltillo, delante de los chiqueros, cuatro pares de banderillas al quiebro por el mismo lado.

 

En el diámetro de un duro de los antiguos, se quedó cimbreando, y en pie, el ramillete de los ocho palos. Fueron cuatro pares de banderillas, con una gracia tal, que si hubieran sido cinco, podrían confundirse con los cinco versos de un fandanguillo.

 

Otro día se encerró con seis toros en Madrid. Cuando acabó con ellos después de hacer dieciocho quites diferentes, solicitó de la presidencia que le soltaran el sobrero.

 

Y cuando accedió la autoridad, Joselito ordenó a sus peones que saltaran al callejón para quedar absolutamente solo en el redondel. ¡ Fué por exigencia del público que llenaba los tendidos, que asustado, pidió a » Blanquet » que volviera al ruedo !

 

Así se las gastaba Joselito, el lidiador más perfecto de la Edad de Oro del Toreo.

 

Un día era Belmonte el del triunfo, otro era Joselito y muchos días salían los dos a hombros de la plaza ; gloria para ellos y para los espectadores que tuvieron la suerte de aplaudirles cada tarde.

 

Un día le preguntaron a Belmonte desde el tendido : » ¿ Como puede usted torear si no puede correr «. Y Belmonte contestó : Es que yo creo que quien tiene que correr es el toro ?»

Que dos torerazos y cuando disfrutaron los públicos con su reñida competencia, que dejó pequeñas las Plazas de Toros y se tuvo que recurrir a construir Las Monumentales. En Joselito era irritante su seguridad, era un clásico. Belmonte un innovador.

 

Por eso Joselito, como todos los grandes artistas, no supo nunca cuándo había empezado su arte, porque ya lo traía sabido, lo recordaba misteriosamente, y cuando no inventaba el toreo, lo recreaba, es decir, lo volvía a crear.

 

Tenía más afición que nadie, incluso los toreros grandes solían decir, admirativamente que las cosas que hacía José a los toros no las podía hacer más que él. Desde su aparición en los ruedos, cuando era realmente un niño, se observaba siempre un carácter fuera de lo normal con un sentido de la responsabilidad sin límites.

 

Vicente Pastor habría de decir de Joselito :

 

— Cuando a él le llegue el agua al pecho, todos los demás estaremos ahogados.

Otra gran faceta de José era precisamente su sentido de la amistad y el compañerismo. Él, que en el ruedo, en frase propia, » no daba cuartel ni a su padre que resucitara «, fuera de las lides taurinas era el mejor amigo.

 

José no fallaba, siempre en torero, en los quites siempre en su sitio, bien colocado para llegar el primero, salvar al picador y al caballo, en aquella época sin el peto morían muchos caballos en las plazas y los picadores siempre estaban en peligro. En el galleo con el capote sobre los hombros no lo superaba nadie, salvo su hermano Rafael la tarde que estaba en trance.

 

Eran los primeros días del mes de febrero de 1.917; por los corrillos y tertulias taurinas de la Villa y Corte se rumoreaba que los empresarios de las plazas de toros iban a celebrar una importante reunión para tratar de constituir una Sociedad de Defensa Mutua, ya que los continuos pleitos entre empresarios y matadores de toros estaba a la orden del día …..

 

Joselito y Belmonte eran las indiscutibles figuras taurinas de aquellos tiempos, en que ambos, con su arte y valor, congregaban en las plazas de toros una muchedumbre fervorosamente entusiasta de dichos diestros, los cuales habían elevado el arte del toreo a las más altas cumbres, y cuya época en la historia de la tauromaquia aún no ha sido superada…..

 

Estos rumores de la reunión de los empresarios se confirmaron : Julián Echevarría, hombre sagaz y buen aficionado a la fiesta de los toros, había redactado el proyecto de Sociedad, y quienes lo conocían, aseguraban que, de llevarse a la Práctica la organización de la entidad en proyecto, daría muy malos ratos a Joselito y Belmonte, pues ellos eran los culpables de los pleitos, imposiciones y demás impedimentos que sufría la marcha del negocio de toros.

 

Llegó el día de la anunciada asamblea de las Empresas de toros….

 

El competente aficionado y gran amigo de Joselito, don Joaquín Menchero » El Alfombrista «, como le llamaban los taurinos, fué a visitar aquella mañana al maestro de Gelves, en su casa de la calle Arrieta, y entre otras cosas, le dijo:

 

– Estaras enterado José, de la reunión que tiene las Empresas de las Plazas de toros en el Palace Hotel, esta tarde….- Zi, señó, don Juliá, dise que é pa quitarnos la cabeza a Juá y yo zea » Joselito «…

 

– Y tú, ¿ qué me dices a esto

 

– Que va a sé un poco difísil… miestras Bermonte zea Bermonte, y yo zea «Joselito «….

 

Poco después, Joselito se entrevistaba con Juan Belmonte, en un céntrico café, y luego de una corta conversación en la que se habló del propósito de los empresarios, de » quitarles la cabeza » a ambos, según frase gráfica del opulento bilbaino y popular empresario madrileño, se despidieron, no sin antes decirle Juan a Joselito :

– José, lo que jagas, lo firmo yo…..

 

Un fuerte abrazo selló, una vez más, la amistad de aquellos colosos del toreo….

En el hall del Palace Hotel madrileño estaban reunidos la totalidad de los empresarios taurinos de España. Todos auguraban el éxito del proyecto de la Sociedad de Defensa. El promotor de la misma, Julián Echevarría, explicaba a los reunidos, a grosso modo, lo que contenía el proyecto, el cual se leería, después de comer los reunidos.

 

De pronto, penetró en la estancia la figura arrogante y torera de Joselito, que vestía de corto, traje torero, que tanto le gustaba vestir…. El asombro y la extrañeza de los reunidos fué grande….

 

Joselito, con aquella simpatía tan peculiar en él, saludó uno a uno a todos los presentes, y después dijo :

 

– Zeñores, me alegro de verles a tos aquí reunidos, y a usté, don Julián, también. Deseo que er proyecto de usté se realice y eza Socieá se constituya pronto….

 

A lo que contestó el aludido, tragando paquete :

 

– Muchas gracias José, y tú que lo veas….

 

– Dená. don Juliá. ¡ Ah !, una advertensia a tós ustés.

 

– ¿ Cual es ?… – le preguntó Echevarría.

 

Que tengan presente los que pertenecen a eza Socieá de don Juliá, que Juan y yo, no atoreamos en sus plazas….

 

Y no había terminado de hablar Joselito, cuando en el hall del Palace Hotel no había qiuedado más empresario que Julián Echevarría….

 

Ni que decir tiene, que ni siquiera se leyó el proyecto….

 

¡ Eran mucho Joselito y Belmonte, en los toros, dos excepcionales artistas de la Edad de Oro del Toreo.