Es una tarde soleada. El pincel del otoño tiñe los árboles del Batán de caprichosos colores ocres, tejas y naranjas. Tomamos el camino de piedra que conduce a la Escuela Taurina de Madrid. Entre divisas, tejadillos rojos y paredes encaladas, la figura de un toro negro abre las puertas a un templo de culto.

En el altozano del Batán, bordeada de robles, plátanos y castaños, la Escuela desarrolla una labor taurina, didáctica y social entre sus jóvenes alumnos. A uno de estos jóvenes alumnos, la Escuela Taurina lo rescató de una vida al límite, le inculcó valores, enseñanzas, tauromaquia, y un día, cuando este joven estaba preparado apareció en los ruedos como uno de los grandes de la historia del toreo. Se llamaba, se llama: José Miguel Arroyo “Joselito”.

Imaginaba una entrevista complicada por la personalidad del entrevistado que siempre ha luchado por su privacidad y por un carácter que se me antojaba un tanto huraño. Nada más lejos de la realidad. José Miguel Arroyo es todo un personaje, dentro y fuera de los ruedos. Su espontaneidad facilitó una entrevista fresca, viva, original. Su seguridad ante ciertos temas complicados me otorgó la libertad de las preguntas. Su sencillez, dentro de su grandeza y su historia han forjado la realidad de un hombre digno, honesto, generoso y, sorpresa, tremendamente romántico.

Este es el personaje. Esta la entrevista.

Va por ustedes

P.-Si le parece comenzamos por el principio:Su infancia.-¿Qué cambia en su vida cuando usted comienza a plantar bien los pies sobre la arena y deja de andar como un ” vacileta”?.

J.- Fue lo primero que me enseñaron en la escuela taurina. Yo procedía de Madrid, era un chico de barrio obrero y allí se caminaba como de puntillas, tipo macarrilla. El día que llego a la escuela, saco mi macuto, mi muleta, me enseñan a poner el destornillador y cuando iba a comenzar, me dice el maestro:” Ponte a caminar chaval”. Me tiré toda la clase caminando. Acabé y me fui a casa. Al día siguiente, lo mismo, y así durante tres días. Al cabo de este tiempo me dice el maestro: ” Puedes coger un capote y ponerte a ensayar”. No entendí que estaba ocurriendo, no dije nada, y al cabo de año y medio de estar en la escuela, cuando comenzaba a despuntar un poquillo, le pregunté al maestro, Don José de la Cal.- ” Maestro, por qué me tuvo tres días andando?. Me contestó:.- “Por que tú no dabas un paso de torero y hasta que no lo diste, no podías serlo”.

P.- Sus padres biológicos, uno de Guadalajara y otro de León, lugares castellanos de gente curtida.¿ Considera que la impronta del lugar condiciona a las personas, concretamente, a sus padres?. Lo digo por la dureza de su infancia.

J.- Mis padres se separaron cuando tenía tres años. Yo me vine con mi padre a Madrid. El carácter de mi padre, duro, pues no, no creo. Mi padre era un tío muy jovial, muy simpático de cara a la galería, luego en casa, era diferente.

Con diez años me acompañó dos veces a la escuela taurina. Me montaba en la parada de metro de Diego de León, de ahí hasta Aluche y luego un suburbano que llegaba hasta el Lago. Al tercer día me preguntó :.- ¿ Has aprendido el camino?. Le contesté afirmativamente, me dió dinero para los dos viajes y me dijo: Hala, has querido entrar en esto, pues te buscas la vida”.

P.- ¿ No considera algo dura la actitud de su padre?.

J.- Sí, lo reconozco, pero también la vida ha cambiado mucho. No tiene nada que ver el Madrid de entonces al Madrid de hoy. Entonces se vivía con cierta tranquilidad. Era un Madrid más pueblo. Recuerdo en los veranos, coger la sillita e irnos mi padre y yo al parque de San Cayetano hasta las tantas de la madrugada. Mi padre charlando con la gente del barrio y los chavalitos jugando a nuestros juegos de críos, hasta que llegaba la hora de irse a casa.

En aquellos tiempos, mi padre tenía un taxi y me llevaba con él y como todos los taxistas tenían una camisa azul celeste, mi padre me compró una. En el taxi, yo bajaba la bandera y como era un niño, hacía gracia a los clientes y nos daban muchas propinas.

P.- Por lo que cuenta, tuvo que madurar de prisa.

J.- Pues sí. Sobre todo cuando a los dos años y medio de estar en la escuela taurina, mi padre falleció. Tuve que madurar a una velocidad de vértigo.

P.- Hay un pasaje en la vida de Rousseau en dónde, el Rousseau niño dice a su padre.- “Hablemos de mamá”. El padre contesta.- “ Entonces, lloremos”. Hábleme de su madre.

J.- Pues mira, al principio, tuve un rechazo grandísimo hacia ella. No entendía nada, sobre todo lo que hizo con mi hermano que fue el que se quedó con ella. Un niño muy pequeño y va y le deja con una familia vecina que además tenía nueve hijos. Con el tiempo me fui mentalizando de que todo en la vida no era de color de rosa y pensé en que ella tendría motivos para haber obrado así. No obstante, cuando fui padre, no entendí que mi madre dejara a mi hermano con aquella familia, como te digo, con un montón de hijos y en un barrio obrero como era Alcorcón. Si al menos hubieran tenido posibilidades económicas, hubiera entendido algo. Desde que me llevó mi padre con él, nunca he tenido relación con ella y tampoco me interesa.

P.-¿ Su madre vive?

J.- Que yo sepa, sí.

P.- ¿ La conoce?

J.- Sí. La conocí en el entierro de mi padre, luego la vi pocos días después y la tercera vez, cuando en Madrid sufrí la cornada en el cuello apareció en el sanatorio con el señor que vivía con ella y le dije que hiciera el favor de no ir mas, que nunca se había preocupado de mí y que a estas alturas, no tenía ninguna necesidad. Además, me producía rechazo verla. La dije: “ Tengo dieciocho años y nunca te has preocupado de mí y si realmente me quieres, te ruego que me dejes tranquilo”. Fue extraño porque esa mujer me producía rechazo, intranquilidad, no me agradaba verla.

P.- ¿ Se considera un superviviente?

J.- Totalmente. Soy una persona con una gran estrella. He tenido mucha suerte en la vida, porque mira, después de vivir en un ambiente social muy chungo, encuentro esto de los toros y me apasiona, me estimula, me ilusiona y me quito de toa esa mierda. Es muy importante tener ilusiones en la vida, por muy pequeñas que sean.

P.- Si le parece, vamos a tratar algunos temas sociales de actualidad. Usted como padre de dos hijas que van al colegio ¿Qué opina del acoso escolar?

J.- Precisamente, estaba comiendo hoy con un amigo y hablábamos de este tema. Recuerdo que en el colegio, los chavales nos metíamos unos con otros. Siempre había alguno o algunos que eran objeto de burla, pero no pasaba nada porque al vivir mucho en la calle éramos mas supervivientes, mas duros, teníamos mas capacidad de reacción ante estas cosas. Hoy en día, los chavales con el rollo del internet, el ordenador etc., no viven la calle y claro, es diferente, hasta te da pánico pensar que pueden ir solos en el metro. Mira, tengo dos hijas. Vivimos en un pueblo y el primer día que salió mi hija mayor con sus amigas, sentí pánico y eso que la llevo y la traigo. Pero esas tres o cuatro horas que pasa con sus amigas, lo paso mal porque hay mucho descerebrao por la calle y mucha permisividad. Creo que antes la gente era mas respetuosa. En el barrio, como hicieras algo mal, te llevabas dos tortas del vecino y sabías que cuando llegaras a tu casa, tu padre te zumbaba otra vez por que, “algo habrías hecho”. Hoy en día, eso es inviable.

P.- ¿Cree que los hijos, hoy en día, están superprotegidos?

J.- Sin la menor duda. Hoy en día, creo que hay mas permisividad con los hijos. Por ejemplo, antes, si tenías tele, solamente había dos canales y se veía lo que los padres decían. Hoy en día, las casas tienen tres o cuatro con trescientos canales y se cultiva menos la relación familiar y es más cómodo porque así no discutes, ni te enfrentas a los hijos.

Con mis hijas lo que intento es que sean responsables. Que sean respetuosas con los demás, que no invadan libertades y si se equivocan, sepan pedir perdón. También trato de enseñarlas que en la vida hay muchos caminos, que por experiencia propia algunos no son deseables, pero también comprendo que si se tienen que pegar un porrazo, pues se lo pegarán.

P.- Según leo en el libro sobre su vida, a usted le preocupa bastante la justicia y la labor social. ¿ Cómo colabora o ha colaborado a la ayuda social?

J.- En primer lugar tengo un gran respeto a los demás. Me interesa mucho lo que me dicen. Intento comprender aquello con lo que no estoy de acuerdo y no imponer. De cara a la sociedad, antes colaboraba mucho con festivales, corridas benéficas, atendía a gente desamparada, pero me cansé un poco de eso porque veía que el beneficio que se sacaba no iba íntegramente para los que lo necesitaban. Recuerdo que en una corrida en San Sebastián de los Reyes, cuando la guerra de Bosnia, hablé con un sargento conocido mío que me comentaba la precariedad que tenía aquella gente en cuestión de medicamentos, alimentos, y me ofrecí a matar seis toros y donarlo todo. De hecho hablé con mis padres adoptivos y les comenté de traernos uno o dos niños de allí, darles estudios, una vida cómoda, sacarles de aquella mierda. Pues nada, maté los seis toros, tenía los beneficios de la corrida y cuando fui a entregar el dinero, me encuentro con que me dicen “ Médicos del Mundo” que un dinero que procedía de la muerte de los animales que no lo podían destinar a medicinas y tal, mira, cogí tal cabreo que les dije que se lo gastaran en dónde les saliera. Y les dije:” Sois una mierda de personas. Me estáis diciendo que hay gente allí muriéndose porque no tienen medicinas, ni medios para poder salvarse y ahora que hago esto ….., es que sois imbéciles”. Di el dinero y les dije que no quería saber mas de ellos.

P.- ¿ Se considera una persona rara?

J.- Sí. No soy una persona al uso, aunque, creo que me he aceptado bastante bien porque soy una persona con grandes altibajos, hay días que estoy pletórico y otros que no me aguanto ni yo y me gustaría meterme a mil kilómetros debajo de la tierra. No obstante, me considero un artista y como tal creo que los artistas sufren bastantes desequilibrios.

Cuando dejé de torear y comencé a ser una persona al uso, me fui dando cuenta de que la vida no era como antes. Me doy cuenta de que ya no soy creativo, que no puedo hacer lo que me gusta y aunque mi decisión de alejarme de los ruedos fue voluntaria, esto me produce un desequilibrio, porque date cuenta que me he tirao dos tercios de mi vida dedicados a torear y a ser alguien que se sentía pletórico internamente. Cuando dejas de torear, te sientes una mierda y no es por los aplausos, por la gente, sino que cuando toreaba, realizaba algo de lo que me sentía pleno, satisfecho, porque estaba haciendo realidad mi sueño. Sin embargo, hoy en día…. sí, tienes sueños, pero ese era el mío, los otros, son mas normales. Cuando has vivido tanto tiempo al límite, superándote cada día, venciendo miedos, ganando victorias, pues ahora, sin eso…te sientes diferente.

P.- ¿ Le molestan que los demás le consideren raro?

J.- En absoluto. Con las personas puedo llegar a lo excelso o pueden pensar de mí que soy lo peor. Además, te digo, me viene muy bien ser raro porque hay mucha gente con la que tengo que poner distancias. Cuando hay gente maleducada, no la soporto, no la aguanto y lo digo directamente. Tengo que decir en mi descargo que soy una persona terriblemente tímida e introvertida, por eso, en el primer encuentro pueden pensar que soy borde, pero cuando se por dónde van, me abro y soy la persona mas sencilla del mundo.

P.- ¿Cómo se siente una persona que se confiesa tímida en esas entregas de premios tan solemnes?

J.- Pues hombre, cuando me han dado el premio de las bellas artes y todas esas cosas, me siento pletórico porque es un reconocimiento a toda una lucha. Toda la parafernalia que lo rodea, me da igual. Me tienen que llamar para ponerme en la foto.

P.- Eliminando la fama, el dinero.- ¿ Qué le ha dado el toro a Joselito?

J.- Una forma de vida. Para mí, torear ha sido el medio por el que he conseguido realizar mis sueños, mis sueños internos, superar miedos, expresar mis sentimientos mas íntimos, la manera de aprender a ser capaz de afrontar vicisitudes, de conseguir una estabilidad emocional tremenda, en definitiva, ser mas humano.

P.- ¿ Le ha reforzado el toro su personalidad?

J.- Lo que me ha dado, ha sido mucha fuerza, mucha seguridad. De hecho, soy un José Miguel diferente cuando voy vestido de paisano a cuando me pongo el traje de torear. Ahí, me transformo. Comienzo a sentir una seguridad, una fuerza, que incluso puedo aparecer altanero a los ojos de los demás.

P.- Durante la entrevista, percibo que le gusta filosofar.

J.- No tengo ni pajolera idea de filosofía, pero creo que la filosofía es la propia vida y sus porqués . Doy muchas vueltas a las cosas y me gusta averiguar los porqués. A mi hija mayor, siempre que hablamos, si pensamos diferente, suelo pedirla que me explique “ los porqués” de su forma de actuar o pensar cuando no coincidimos. Así, hablando, podemos entendernos.

P.- ¿ Puede aplicarse al toro el pensamiento filosófico?.

J.- Sí. El toro te forja una personalidad. Con el toro no hay trampa ni cartón. Te muestras como eres. Como pasas tanto miedo….Sin embargo, la filosofía dentro de la plaza es compleja porque estás sometido a una gran presión, las pulsaciones van a mil, el miedo se expande a lo físico, a la gente que no te entiende, a que lo que haces no te guste a ti, son muchos miedos. No siempre se está igual anímicamente.

P.- ¿Cree que para ser “ un figura” en los toros, hay que estar un poco desequilibrado?

J.- Creo que somos los únicos artistas que tenemos que realizar nuestra obra de arte en vivo y en directo, jugándonos la vida y la gente enjuiciándonos, todo eso en un instante. Por ejemplo, un pintor puede dejar el pincel de un día para otro o estar diez días sin pintar sino está inspirado. Nosotros no. Ahora dices: Yo, Joselito, cinco de la tarde, me tengo que vestir y soportar esas tardes que sales por la puerta de cuadrillas, y según vas haciendo el paseíllo te vas diciendo.-¿Por qué no abrirán la puerta grande y sigo directo a la calle?.

Por eso te digo, somos artistas que tenemos que crear a una hora determinada, con un toro enfrente que nos puede quitar la vida y con un público, que según vamos creando la obra, te la va enjuiciando. No te enjuician mañana, ni pasado, el juicio es al momento.

P.- Un día cae en sus manos un libro:” Cien años de Soledad”, descubre a García Márquez y descubre la lectura.

J.- El primer libro que leí fue:” Memorias de Adriano”. Evidentemente no pude leerlo entero. El segundo fue “ Cien años de soledad”, y aquí descubrí que en la lectura había sueño, película, ilusión. Este libro me hizo ver cosas. Se metió dentro. Despertó mi imaginación. Vi Macondo, entré en sus personajes. Pensé: “Me flipan estas historias noveladas” y descubrí que con el libro era capaz de soñar ( soy muy peliculero), de emocionarme y, entendí esta forma de arte que te transporta a algo que no puedes vivir directamente y pensé, que cuando alguien es capaz de recrear historias solo con las letras, y transportarte a mundos y personajes desconocidos para ti, en este caso, me dije:” Olé por este tío”.

Recuerdo que en una corrida que fue a verme, me enteré de que estaba en la plaza, me fui para él y le brinde un toro.

P.- Hemos hablado de muchos aspectos de su vida, no obstante hay uno que le ha dejado huella. La muerte en general y la de dos compañeros, en particular: El Yiyo y “ El Campeño”.

J.- Me sentí incapaz de ver al Yiyo muerto. Me gusta recordar a la gente viva, charlando, riendo. Nunca vi a mi padre muerto, y al Yiyo, quise recordarle siempre vivo,como cuando charlábamos, nos reíamos. Recordar su cara de satisfacción el día que se compró el BMW nuevo, su alegría. Prefiero recordar a la gente que quiero “viva”, y eso no quiere decir que tenga miedo a morir.

P.- ¿Qué piensa de las premoniciones. Qué diría de aquella tarde en que murió “El Campeño”?

J.- El ganadero de la corrida que se celebraba ese día, era amigo mío. No suelo ver los toros en el campo y ese año fui a tentar a su casa y me acuerdo que pasamos por la cerca para ir a la casa y según pasábamos por el comedero de los toros mi padre, el ganadero y yo, un toro que estaba de culo, tengo la imagen todavía aquí ( señala la frente), se vuelve y de repente aquel toro enorme, comiendo pienso, con enormes hechuras, nos miró y le digo al ganadero:. “José Luis, coño, hecha este toro por ahí, por Castellón, por alguna capea, este “peazo” toro”…. Bueno, pues llega la corrida, se rechazan algunos toros y este que venía de sobrero, entra en el sorteo y me toca: el “zamacuco este”. El toro era mu manso, le dejaron casi sin picar y Antonio “ El Campeño” fue a banderillear. El toro se le vino fuerte y no clavó los palos. Cuando llegó a mi lado, le dije:.”Antonio, déjalo, que pase Juanín y nos cambian el tercio”, porque el animal venía con una fuerza que “pa qué”. Y estas cosas del pundonor que tenemos los toreros, pues que vá payá y ocurrió la cogida. Y lo peor fue, que la mujer que nunca había ido a verle, ese día estaba en la plaza con los hijos. Imagínate el trago.

P.- ¿Alguna vez ha tenido que ser el que no es?.

J.- Sí, alguna vez que otra. No muchas porque esto me produce mucho dolor de estomago. Además, esto me hace sentir imbécil, absurdo y una mierda de persona. Mira, recuerdo un coloquio en Palencia. Había toreao un mano a mano con Ponce y el resultado fue una tarde pletórica, y había un periodista de la cadena ser, amigo mío y me pidió que participara en el coloquio después de la corrida. Le dije.- Mira Manuel, a mi no me gustan los coloquios porque nunca falta el pesao de turno que te empieza a dar la brasa y me conozco, no tengo ganas de líos. Siguió insistiendo y como era amigo le dije, vale, bajo cinco minutos y me voy. Comenzamos el coloquio y cuando llevábamos un rato , en una de las primeras mesas, un tío que estaba “mamao”, me dice.-  “Tu eres un asesino”. Tengo que decirte que al matar, uno de los toros tuvo un pequeño derrame al morir. Yo me puse a explicarle muy educadamente por qué había ocurrido el hecho, pero el tío seguía llamándome asesino y a la tercera vez , le dije.-  “Mire, son las diez de la noche y todavía no he cenado y no me gustan que me toquen los cojones con el estómago vacío”. Me llamó chulo, gilipollas y me tiré a por él, y pude tener un disgusto. Desde aquel día no participé en ninguno, porque no tengo necesidad.

P.- Cambiando de tercio. ¿Existe un ocaso del matador. Usted lo ha sentido?

J.- Sí. Lo he sentido en esas tardes que todo te sale mal, que sientes como si una losa te cae encima porque no has sabido transmitir lo que tú querías, y no has hecho sentir al público lo que sientes, lo que llevas dentro. Y luego, cuando te retiras y te dices: se acabó. Comienzas a plantearte muchas cosas.

P.- Hablemos de religión. ¿Es creyente?.

J.- Sí. Hombre, de chaval tuve la mala suerte de no dar con buenos curas, pero actualmente dónde vivo, están el padre Jorge o el padre Antonio, este último un hombre mayor que hace la misa tan agradable que tiene la iglesia llena y a mí me encanta ir a escucharle. No he estado nunca enfrente de los curas, lo que pasa es que en el colegio, de niño, quería ser torero y me escapaba de las clases de ética o religión.

Solamente en mi vida hubo un hecho que sí me marcó e hizo que me revelara contra los curas. Fue a la muerte de mi padre. La mujer que vivía con él, fue a hacer una misa por él a la parroquia del barrio. Cuando termina la misa, pasamos pa dentro y veo que esta mujer le entrega un sobre al cura, y la pregunto.-  ¿Qué las dao?. Me dice.- Cinco mil pesetas.- ¿Y te las ha cogío sabiendo que estamos lampando?. Aquello me produjo un rechazo. Si es que no teníamos ni pa comer.

P.– Un hombre que juega con la muerte, ¿Tiene necesidad de creer?.

J.- No he tenido nunca capilla, ni he pasado a rezar momentos antes de la corrida, porque pienso que con Dios puedo hablar en cualquier momento y en cualquier lugar. El pasar momentos antes de una corrida, personalmente, me parece un acto egoísta. Es como, ahora me acuerdo de ti, pero luego…No me parece normal. A mí no me hace falta ir a misa para creer. Yo sé que hay algo, llamémoslo como queramos. Creo fundamentalmente en el respeto. Me molesta enormemente cuando voy a una misa y veo faltas de respeto y eso que no soy terriblemente practicante, pero si vas a un sitio, no vas a molestar a los demás, vas a respetarlos. Mira, en un viaje a Estados Unidos, estando en Nueva York, veo una iglesia que tenía alrededor del púlpito como una discoteca y abajo todo con sillas, y la gente cantando y aplaudiendo, y me digo: “Hostias, estos que listos son, tienen que atraer a clientes y lo hacen de esta forma”. Luego me enteré de que eran los coros de góspel. Igual que en la iglesia del padre Antonio que toca una chica y la misa es una maravilla.

P.- ¿ Se define como un romántico de la vida?.¿Qué le pasó con Shakespeare y su Romeo y Julieta?

J.- Pues mira, vi la película en Colombia, en la habitación del hotel, en inglés. No entendía ni papa, pero comenzó y me enganchó. Vi aquellos dos personajes, su amor, su muerte y me quedé con un abatimiento y llegué a la corrida tan abstraído en la historia que hasta mi mozo de espadas se dio cuenta de que algo me pasaba. Hasta que me lo quité de la cabeza….

P.- Se podría pensar que es usted un romántico pero, ¿cómo explica la dicotomía del matador duro, engreído, valiente, con la persona que se abate viendo Romeo y Julíeta?

J.- No, no, no. Nada mas lejos. Todo lo contrario. Los matadores, en general, somos inseguros, sensibles, miedosos, con grandes altibajos. Eso no quita que en mi caso, de mi sufrimiento haya salido lo mas bello. Del sufrimiento me llega una explosión y esa explosión puede ser maravillosa. Es lo que, a veces, he expresao en mi toreo.

P.- Tengo que confesarle que su toreo nos hizo vibrar a muchos, sin embargo en la actualidad, se salta poco de los asientos. ¿A qué cree que se debe ?.

J.- Hoy se hace el toreo muy previsible y a la gente hay que sorprenderla. Los matadores son terriblemente valientes y arriesgados pero, hay que sorprender.

P.- Referente al cierre de la Escuela Taurina. Usted se ha manifestado hablando muy alto y claro, incluso, en sus manifestaciones ha podido parecer incorrecto.¿ Sigue acompañándole aquel chaval de barrio que en su libro definía, como un poco “macarrilla”.

J.- Sigo siendo aquel chico de barrio, pulido lógicamente con el paso del tiempo, pero sigo teniendo aquella rebeldía del que no se doblega y se manifiesta cuando ve que algo no está bien. Cuando hay una intentona de poner el pie en el cogote, me vuelve a salir aquel chaval que se revela ante lo injusto.

P.- El que ha leído algo de usted conoce la deuda que tiene con la Escuela Taurina, pero.- ¿Qué suprimiría de la Escuela?.

J.- Esto estaba muerto. Nosotros (Fundi, Bote y yo) lo hemos cogido y lo que hacemos es trabajar muchísimo. Los chavales que preparamos están consiguiendo grandes resultados.¿ Qué cambiaría?, pues no lo sé, quizá, si se pudieran dar espectáculos en esta placita, que la gente pudiera ver como trabajan los chavales y que pudiera conectarse con la hostelería para que el público pasara un día de campo completo. Pero no nos deja el Ayuntamiento.

P.- Pero eso sería una ayuda económica para la escuela y un incentivo para el pueblo de Madrid que quisiera pasar un día completo en el campo, disfrutando de este paraíso.

J.- Ya

P.- Con qué argumento justificaría la permanencia de la fiesta

J.- Me pregunto.-Si todas las cosas que no nos gustan a los seres humanos ¿ hay que acabar con ellas?. Vuelvo al respeto. Lo justificaría con el respeto. Respeto a lo que hacen los demás, independientemente de que te guste o no, porque sino respetamos, tendríamos que suprimir cantidad de cosas que no nos gustan a unos, a otros…. Hay que convivir con las cosas que no nos gustan, lo digo para todos los órdenes de la vida.

Para finalizar, una súplica que hago a todos los matadores. Salgan a la calle. Pisen las aceras. Estén cerca de las gentes que les defienden, apoyan y aplauden. Salgan de las fincas. En definitiva, sean :“ Seres humanos”…. Y ante todo, gracias por esta entrevista.

José Miguel ríe. Creo que está de acuerdo en que quizá el público ha estado demasiado tiempo solo.

Pilar Guardiola Flores.

N.A.- El lenguaje de las entrevistas de este blog está recogido tal y como lo expresan sus personajes con la finalidad de hacer  mas real la entrevista y mas auténtico al entrevistado.