Enrique Ponce ha sido galardonado, por unanimidad, con el premio Nacional de Tauromaquia 2017 «por una brillante temporada, en la que ha alcanzado éxitos incontestables en las principales ferias taurinas, continuando así una trayectoria excepcional de más de 27 años como gran figura del toreo». El jurado ha destacado asimismo «la personalidad de un diestro capaz de desarrollar su magisterio tanto dentro como fuera de los ruedos, contribuyendo a la proyección de la Tauromaquia como patrimonio cultural español».

Nacido en Chiva (Valencia) en 1971, Enrique Ponce es uno de los más importantes matadores de toros de los últimos años. Con ocho años toreó su primera becerra, animado por su abuelo Leandro Martínez y tomó la alternativa en Valencia en 1990, apadrinado por el maestro José Miguel Arroyo «Joselito» y teniendo por testigo a Miguel Báez «Litri».

Entiende el toreo de una manera estética y la verticalidad como su condición. De él destaca Enrique Morente su temple y gran clase artística y Vargas Llosa lo declara como representante de la mejor la tradición del toreo clásico, hecho de valentía, elegancia, belleza y profundidad. Ha sido uno de los grandes protagonistas del año por hitos tan importantes como la consecución de su cuarta Puerta Grande de Madrid; el histórico indulto de «Jaráiz», de la ganadería de Juan Pedro Domecq, en Málaga; y otro éxitos rotundos en Bilbao, Almería, Ciudad Real, Murcia y Salamanca.

El premio Nacional de Tauromaquia, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, está destinado a reconocer la labor meritoria de una persona, entidad o institución durante la temporada española de 2017 en el ejercicio de las diferentes actividades y manifestaciones de la Tauromaquia. En casos excepcionales, debidamente motivados, también podrá otorgarse como reconocimiento a una trayectoria profesional. Está dotado con 30.000 euros.

Jurado

El jurado ha estado presidido por Luis Lafuente, director general de Bellas Artes y Patrimonio Cultural, y como vicepresidenta, Elisa de Cabo, subdirectora general de Protección del Patrimonio Histórico. Han actuado como vocales María Teresa Belmonte, profesora de la Universidad de Almería; Tomás Ramón Fernández, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense de Madrid; Victorino Martín García, ganadero; David Prados, secretario general de la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros Españoles; Pedro Rivera, consejero de Presidencia y Fomento de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia; Covadonga Saiz Bernuy, directora de la revista Clarín Taurino; Cristina Sánchez de Pablos, torera; Adolfo Suárez Illana, abogado; Lea Vicens, rejoneadora, y Juan Diego Vicente, presidente de la Unión de Toreros.

Sin duda alguna, Enrique Ponce Martínez (Chiva, Valencia, 1971), es un caso excepcional en la historia de la tauromaquia. Ha culminado con éxito su 27ª temporada como figura indiscutible del toreo; ha ocupado en 2017 el sexto lugar del escalafón de matadores, con 41 corridas lidiadas y 61 orejas y cuatro rabos cortados; en San Isidro de este año salió por cuarta vez en su vida por la puerta grande de Las Ventas, y todo el orbe taurino le reconoce como una figura incombustible, un torero prodigioso, que mantiene intactas la ilusión y la vocación de sus primeros tiempos, y se ha convertido en un catedrático de tauromaquia, espejo de las nuevas generaciones.

Hijo de una humilde familia de trabajadores, se hizo torero por obra y gracia de su abuelo materno, Leandro, quien cuando era un niño lo convenció para que abandonara la pelota (“¿ves, Enrique, lo peligroso que es el fútbol?”, le dijo con motivo de una leve lesión), y encaminara sus pasos hacia el toro.

Ponce se convirtió pronto en una figura del toreo, y deslumbró por su privilegiada cabeza, por su conocimiento, por su dominio de la técnica. “Soy nieto de un sueño”, ha repetido más de una vez.

Los números de su carrera son mareantes. Más de 4.000 toros lidiados, 48 de ellos indultados, cuatro salidas a hombros por la puerta grande de Madrid, una por la del Príncipe sevillana, de 1992 a 2001 no bajó de las 100 corridas anuales, triunfador en todas las grandes ferias de España, Francia y América, ídolo de multitudes y figura respetada por todos los aficionados, incluso por aquellos que no comulgan con su tauromaquia.

Hoy, con 45 años cumplidos, casado y con dos hijas, sigue vistiéndose de luces

con la misma seriedad y compromiso del primer día a pesar de que ha alcanzado todas sus metas y el reconocimiento unánime.

Su depurada técnica le ha permitido visitar pocas veces las enfermerías, pero sus críticos, que también los tiene, destacan su frío academicismo, lo que le ha impedido ser un arrebatador de masas. No obstante, Ponce une a sus dotes taurinas excepcionales unas condiciones personales que le han ayudado en su larga carrera.

Mantiene a sus amigos de la infancia, y siente adoración por su esposa, Paloma Cuevas, con quien se casó en 1996. Es muy aficionado al fútbol, al que juega desde niño, y mantiene una buena amistad con los exmadridistas Raúl y Mijatovic. Le encanta la moda, y practica el golf, la caza, que es su afición más apasionante, y el esquí. Y canta. Dicen que posee una buena voz y que entona bien. De hecho, se atreve con boleros y rancheras, e imita a Luis Miguel, de quien es amigo, Julio Iglesias y al mismísimo Frank Sinatra. Tanto es así que, incluso, se ha aprendido la letra de la famosa canción My way, aunque su dominio del inglés no da para tanto.