El tema viene de largo. Malo cuando los toreros empiezan a sobrepasar la línea que les mantiene en el lado de la tauromaquia para adentrarse en los terrenos del mercadeo donde el individuo se transforma en producto. Malo cuando alrededor de la fiesta se observa ya con demasiada frecuencia que las cosas se tornan plástico, material derivado de otras sustancias poco puras. Malo cuando la tauromaquia toma los tintes de los tiempos actuales porque es precisamente la huida de los conceptos sociales de actualidad la que salvaguardaría el arte y la liturgia del toreo. Malo cuando las cosas se acercan hacia la mediocridad de la publicidad y de los falsos mensajes emotivos porque entonces algo dice que la verdadera emoción no está surgiendo donde debe de surgir. Malo cuando un torero pretende venderse como una estrella del rock and roll, como un producto que se anuncia en el lineal de un supermercado y que gana su notoriedad a base de pieza publicitaria en lugar de hacerlo ofreciendo aquello que se le supone.

Todo esto viene a colación por muchas cosas que se observan hoy en día no ya en la tauromaquia sino en los entornos de los toreros que pretenden publicitarse como si fueran productos de la sociedad de consumo, artículos alienados en sectores indefinidos, género mediocre en busca de diferenciación. Hasta ahora la cosa se había quedado en esa intención, hoy ya universal, de que las figuras se presenten a sí mismas como ‘artistas’ en lugar de como matadores de toros: lo hizo Manzanares, lo hizo Talavante, lo hace con más frecuencia El Juli. Y es precisamente éste quien trae la última perla a este circo deteriorado y desnaturalizado que es el toreo de hoy, salvo excepciones.

A estas alturas ya sabemos que el madrileño no tiene muy buen tino con el tema de las redes sociales. Se ha encontrado con un canal de comunicación propio y ha caído en los mismos absurdos en los que caen el resto de los usuarios. Con un agravante: el resto de los usuarios no tienen un nombre público y no representan un oficio singular. Aunque quizás precisamente por eso…

No se me salieron los ojos de las órbitas cuando vi la última publicidad del Juli porque de según quién uno ya se espera cualquier cosa. La noticia tiene que ver con ese espectáculo que han montado para revitalizar Vistalegre y en el que tomarían parte Morante, El Juli y Talavante, sustituido por Finito de Córdoba, y que lleva por nombre The Maestros. Con motivo de este evento Julián López sortea en las redes sociales y su App ocho entradas VIP lo que significa asistir a la corrida, cena con el chef Mario Sandoval y ”la posibilidad de conocer al Juli en persona”. No se entiende muy bien el paquete que conforma el premio del Juli. Lo de las entradas a la plaza se entiende. Lo de la cena con Sandoval se supone que es un añadido sólo apto para los ganadores, lo de la posibilidad de conocer al Juli en persona no queda nada claro. El anuncio no cuestiona las entradas, ni la cena, pero sí la coincidencia con el torero que es sólo posible. Bueno, hasta ahí simplemente confusiones. Pero la cosa empieza a ponerse sonrojante, vamos de vergüenza ajena, cuando leemos el texto de la noticia. El equipo de comunicación del Juli ha determinado usar cada una de las redes sociales con un objetivo diferente: así, en Facebook quieren encontrar al fan Nº1 del Juli y este debe responder a las siguientes preguntas: ¿Qué has llegado a hacer por el Juli? ¿Qué estarías dispuesto a hacer por conocerle en persona? En Twitter el objetivo es otro, ahora se trata de seleccionar la mejor faena de la temporada. En Instagram piden un selfie con el Juli (qué original) y si no lo tienes, utiliza tu creatividad para conseguirlo.

El Juli entra en el fenómeno fan como si de una estrella del cine, del rock o de la televisión se tratara. Se endiosa en la red ¿qué has llegado a hacer por mí? El tipo de pregunta egoísta que quizás se le pueda preguntar a los seres queridos, cercanos, esos que serían de verdad capaces de hacer algo por uno, pero que queda pretencioso cuando se le pregunta a gente que sólo te conoce por fotografía ¿Qué estarías dispuesto a hacer por conocerme en persona? Pero hombre, pero hombre, un poco de humildad.

En fin que el Juli es hoy más producto que nunca ¿Qué haría usted por conseguir este producto? ¿Qué ha llegado a hacer por tenerlo en su casa? ¿Y a quién se lo ha contado? Eslóganes de producto en un mundo, el del toreo, que exige, o ha exigido, ante todo la personalidad, la racionalidad, la inteligencia, el valor y la verdad; elementos todos, excepto estos dos últimos, valor y verdad, universales en los productos de consumo ordinario. El Juli, en su proyección, puede convertirse en el tipo de producto que desee: plástico con tendencia a polietireno con envoltorio de celofán. Pero cuidado, no consolide también la fiesta como producto en bandeja de caucho envuelta en cinta adhesiva y accesible en cualquier punto de venta. Lleva todo el camino.